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La Fundación Conmemorativa de las Víctimas del Comunismo (VOC, por sus siglas en inglés) ha abierto esta semana un museo en la capital de Estados Unidos (Washington D.C). Este museo está dedicado a honrar la memoria a los más de 100 millones de personas asesinadas por los regímenes comunistas, tanto en Europa, Asia y América del Sur. En este tiempo de victimismos fáciles e instantáneos, en el que quienes pertenecen a cualquier grupo minoritario se han vuelto hipersensibles y se victimizan por cualquier nimiedad, resulta de suma justicia que se recuerde a esas personas que los perdieron todo, hasta sus vidas, en manos de regímenes comunistas, totalitarios e inhumanos. Y es especialmente necesario hoy que hay más de 1,500 millones de personas viven bajo gobiernos comunistas.
El museo tiene un área de casi 900 metros cuadrados, en la que se han distribuido espacios dedicados a exposiciones, conferencias y eventos. En el primer piso están ubicadas tres galerías principales que desarrollan ordenadamente la historia del comunismo: desde sus inicios –teóricos y prácticos–, hasta su implementación en los diversos países que han tenido este tipo de gobiernos; pero especialmente cómo tienen que vivir las personas bajo estos regímenes, cómo se han resistido y cómo siguen resistiendo hasta el día de hoy. Además se proyectan películas y los visitantes pueden participar en exhibiciones interactivas que, utilizando la más moderna tecnología, recrean las heroicas vidas de las víctimas y sobrevivientes del comunismo.
“Los partidos comunistas en el poder todavía controlan una quinta parte de la población mundial, y abrimos este museo para servir como un monumento a los que murieron a causa de él y un faro de esperanza para los que se resisten”. dijo en la inauguración del museo el Dr. Lee Edwards, cofundador y presidente emérito de VOC. Agregó que “a partir del colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991, la gente comenzó a olvidar rápidamente el legado del comunismo y la influencia que tenía sobre millones de personas en todo el mundo”. Por ello, incluso en el propio Estados Unidos, una encuesta encargada por VOC y realizada en 2020, encontró un inmenso aumento en el apoyo al socialismo, especialmente en personas entre los 16 y 39 años de edad.
En el Perú tendríamos material para hacer varios museos de este tipo, dados la barbarie y el genocidio cometidos por el Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso, durante la década de los ochenta. En esos años el movimiento comunista llegó a controlar una tercera parte del área rural del país sembrando una ola de destrucción, terror y muerte, que todavía sigue marcando las evocaciones en las sociedades andinas. Como todos sabemos Sendero Luminoso perpetró masacres de pueblos enteros –como el de Lucanamarca– con el objeto de controlar políticamente los poblados y comunidades en base al terror.
Pero la barbarie no solo se desató en las comunidades de los Andes. También se extendió a los barrios mesocráticos de Lima e, incluso, llegó a las puertas de Palacio de Gobierno. Sin embargo, ante la barbarie de uno los terrorismos más letales del planeta –así se definía a Sendero en la comunidad internacional– surgió una de las movilizaciones campesinas más impresionantes de América Latina, que se alió con las Fuerzas Armadas y el Estado, para derrotar el control senderista del campo. En pocos años se derrotó al terror. En Colombia llevan medio siglo intentando hacerlo.
En la gesta contra el terror, hay pues héroes y gente que debe ser reconocida. Sin embargo, el Perú no pudo celebrar la gesta nacional contra el terror porque el discurso progresista inventó relatos para demonizar a las Fuerzas Armadas y edulcorar la vesania senderista.
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