La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Nadie puede detener tres décadas de crecimiento, de reducción de pobreza sostenida y de ensanchamiento de las clases medias; es decir, nadie puede destruir el mayor momento de inclusión económica y social de toda nuestra historia republicana, sin asumir los costos sociales y políticos.
Sin embargo, las corrientes comunistas y progresistas en el país sí creen que algo así es posible. No obstante que el desborde social se generaliza en contra del Gobierno de Pedro Castillo y de Perú Libre, Vladimir Cerrón, el líder perulibrista, y el congresista Guillermo Bermejo señalan que la solución de la destrucción nacional que enfrentamos pasa por instalar una asamblea constituyente.
¿En qué momento se les ocurrió que podían detener el crecimiento sin asumir los costos? La guerra de Ucrania con la subida del petróleo y algunos commodities ha disparado el desenlace con el incremento incontrolable de la canasta básica, pero el frenazo de la economía y el desplome de la inversión privada habían creado una caldera social a punto de explotar. Resultado inevitable del anuncio del Ejecutivo de promover una constituyente y nacionalizar el gas y los recursos naturales.
Los comunistas de Perú Libre, a diferencia de los comunistas chinos y vietnamitas, nunca entendieron el papel de la inversión privada en el crecimiento y la generación del empleo. Nunca entendieron que, si se subían a la ola del superciclo de los precios de los minerales y, sobre todo el del cobre, hoy el Perú estaría creciendo sobre el 6% anual y estaríamos a punto de reducir varios puntos de pobreza. Nunca entendieron que, en ese escenario, el gobierno de Castillo hoy gozaría de una popularidad inimaginable y quizá los planes comunistas estarían intactos.
Hoy estamos en una gran crisis, la economía está frenada y la pobreza en aumento. El Gobierno de Castillo podría superar el momento, pero es indudable que no llegará a la meta. Todo es cuestión de tiempo porque nadie puede detener tres décadas de prosperidad y mirar al costado. Imposible.
Por todas estas consideraciones es impresionante la negación de la realidad y el delirio comunista acerca de que la única salida es una constituyente. Si el anuncio de la constituyente ha destrozado tres décadas de crecimiento en apenas meses de gestión, ¿a quién se le ocurre semejante desvarío? En otras palabras, los comunistas parecen decirle a la sociedad más o menos lo siguiente: destruyo tu país como un ejército de invasión extranjera, pero la salida está en que me entregues el poder total en una constituyente. Suena a locura, pero ese es el sentido de la propuesta de la constituyente.
Por otro lado, las propias corrientes comunistas y progresistas consideran que el populismo desatado es una forma para enfrentar la crisis. Otro gigantesco delirio. Más allá de algunos sindicatos y minorías, el sentimiento mayoritario de la protesta de la gente es contra un Gobierno enemigo de la inversión privada, de la minería y de todo lo que sea empresa. Los anuncios del aumento del sueldo mínimo vital, el intento de establecer aranceles o de violar la Constitución y los 22 tratados de libre comercio, prohibiendo la importación de leche en polvo, solo aumentan la sensación de un Ejecutivo enemigo de la inversión privada y el empleo.
Ante la falta de empleo, los manifestantes comienzan a exigir cosas que antes parecían fantasías en las movilizaciones populares. Por ejemplo, los trabajadores rurales que participan en las protestas del sur demandan el restablecimiento de la derogada Ley de Promoción Agraria y nuevas inversiones en el agro. Ya sienten la tragedia de haber eliminado la mejor ley económica de las últimas décadas.
Nadie sabe cómo terminará la tragedia que ha desatado el Gobierno de Castillo. Lo importante es que cuando concluya termine también con los relatos progresistas que han encumbrado al peor gobierno de la historia republicana –considerando sus efectos destructivos– y que el anticolectivismo forme parte de la cultura democrática y de la libertad.
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