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El 12 de octubre se suele celebrar el Día de la Hispanidad, en conmemoración al descubrimiento de América, el encuentro de dos mundos y el surgimiento de Iberoamérica como espacio de encuentro de lo europeo y lo americano. Imaginar la historia de Occidente sin la colonización de América, sin el surgimiento de una hispanidad que hoy abarca a alrededor de 500 millones de personas que hablan castellano, es imposible. No hay posibilidad porque el lenguaje común es uno de los primeros pilares de la construcción cultural.
De igual manera, imaginar el Perú y América Latina sin la hispanidad es también imposible. Por ejemplo, cuando se produjo la conquista del Perú el llamado Imperio de los Incas apenas se acercaba al primer siglo como espacio de dominación política, administrativa y militar. Bajo la dominación de los incas se hablaban diversas lenguas regionales, y el quechua solo era el idioma oficial de la burocracia cusqueña. Los sacerdotes españoles convirtieron al quechua en una especie de lengua franca que enseñaron y difundieron en los pueblos andinos, la única manera de avanzar en la evangelización.
Asimismo, las llamadas comunidades campesinas y las vestimentas de los habitantes de los Andes, las fiestas patronales religiosas, tienen mucho que ver con las reformas administrativas del Virrey Toledo, que se desarrollaron copiando a las comunidades campesinas de Castilla. Hablar entonces de los Andes, del mundo andino, sin la hispanidad, es una quimera que solo responde a la guerra ideológica contra Occidente.
El Perú entonces es un producto mestizo del mundo español y del mundo andino, es una idea que también proviene de las gestas de Colón y Cervantes. Cualquiera que diga lo contrario pretende echar las tinieblas de un nuevo oscurantismo. En este contexto, vale preguntarse, ¿por qué hay sectores en el planeta que pretenden derribar las estatuas de Colón y Cervantes? ¿Por qué en el programa “Aprendo en casa” se propala un video en el que se afirma que existe un “español estandarizado” que hablan las clases dominantes, a sabiendas de que el español es un lenguaje estandarizado por la gramática y sintaxis de la Real Academia?
La respuesta es una sola: se trata de la ofensiva neomarxista en contra de Occidente, una ofensiva que se envuelve en los ropajes del multiculturalismo. Esta arremetida contra las libertades políticas y económicas que se han construido en Occidente en los últimos siglos pretende señalar que Occidente es sinónimo de dominación del hombre blanco, que conduce a la familia patriarcal y que acaba con la sobrevivencia del planeta a través de dos siglos de revolución industrial capitalista. Esta ofensiva comunista o multiculturalista nos señala que las “naciones originarias” deben luchar contra el dominio del hombre blanco (léase Occidente) y contra la familia patriarcal mediante la ideología de género, y contra la destrucción ambiental del planeta (léase anticapitalismo ambiental).
Por estas razones, las estatuas de Colón, Cervantes, los padres fundadores de Estados Unidos e incluso la de Churchill, comienzan a ser derribadas y mancilladas en diversas ciudades occidentales. En el Perú los comunistas tratan de negar los hechos –que es imposible imaginar el Perú y la peruanidad sin la hispanidad ni Occidente– y señalan que se debe denunciar la existencia de naciones aplastadas por la colonización Europea. Unas décadas antes de la llegada de los españoles, los orejones cusqueños masacraban a los chankas. Sin embargo, el hecho de que en el siglo XV las relaciones entre los pueblos y colectividades se basaban en la violencia y la conquista no importan cuando se trata de derribar la cultura occidental.
La ofensiva neomarxista en el Perú y el mundo, entonces, tiene dos apellidos: antioccidental y anticapitalista. Es el mismo programa de los viejos partidos comunistas, pero con diferente lenguaje, con diferente estrategia. Ya no se trata del viejo partido de cuadros ni el programa máximo del colectivismo. Tampoco se trata de cuestionar la estructura económica directamente. Hoy se trata de controlar los sentidos comunes en la cultura, en la historia, en los temas medioambientales y los asuntos de género, para luego empezar a ahogar las libertades políticas y económicas, tal como sucede en Chile.
Por todas estas razones hoy celebremos con más fuerza que antes la gesta de Colón y cultivemos la lengua de Cervantes. Es la única posibilidad de seguir imaginando la construcción republicana en el Perú.
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