La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
La envilecedora polarización que arreció durante las últimas dos décadas de democracia ha posibilitado las más diversas extravagancias, entre ellas las ideológicas. El congresista Alberto Belaunde ha anunciado la conformación de una “bancada liberal” con algunos parlamentarios de la llamada izquierda caviar. En el acto, la proclama fue celebrada por los sectores vargallositas, que también se proclaman “liberales”. En cualquier caso,es un pretexto interesante para profundizar el debate ideológico.
El entusiasta congresista Belaunde se proclama liberal porque es un “acérrimo defensor” de los derechos de las minorías sexuales. Y, en la medida que el liberalismo puede definirse como la reivindicación de la libertad política, económica, social, religiosa y cultural del individuo frente al Estado, la llamada bancada liberal podría caer en los moldes conocidos del liberalismo. Pero, ¡oh, sorpresa! Verónika Mendoza y Marco Arana, dos conocidos líderes del colectivismo económico (que aplasta la libertad individual en economía) y seguros defensores de los chavismos en América Latina —es decir, comunistas sin atenuantes— también se proclaman defensores de los derechos de las minorías sexuales. ¿Cómo entonces se condice la definición de liberal con este extraño posicionamiento? Hay un problema.
A diferencia de las narrativas religiosas, las ideologías o aproximaciones laicas deben encargarse de organizar el mundo terrenal. Es decir, deben desarrollar acción política para realizar sus respectivos programas. La lucha por las libertades, por ejemplo, no es un mundo de perfecciones (como sucede en las narrativas religiosas) y avanza a través de una serie de alianzas, retrocesos y concesiones. Entre los padres fundadores de Estados Unidos, por citar un caso ejemplar, existía la clara consciencia de que la esclavitud colisionaba con todos los principios fundacionales de la gran nación del norte. Sin embargo, entre ellos hubo concesiones para alcanzar la independencia de la corona británica. Más tarde, la Guerra de Secesión abolió la esclavitud.
En el Perú la única manera de seguir luchando para ampliar las libertades conseguidas con la Constitución de 1993 y dos décadas de democracia —a través de cuatro elecciones sin interrupciones— es defendiendo y profundizando el modelo capitalista, que pretende ser derribado por los aliados de nuestro amigo liberal, el joven e impetuoso congresista Belaunde. Los sectores colectivistas, antiliberales, buscan crear un momento constituyente para convocar a una asamblea que redacte una Constitución anticapitalista.
Y no se necesita ser erudito o un intelectual consumado para comprender que cuando el Estado controla la economía termina concentrando el poder político. Según los libros de Locke, textos obligatorios de consulta de los padres fundadores, la democracia nació porque los propietarios le negaron al monarca la facultad de establecer tributos —que afectaban la propiedad— sin la asamblea que representara a la sociedad. De esa demanda nació la asamblea, el Legislativo, y el principio de “no impuestos sin representación”. Pero no es asunto teórico. No hay una sola democracia, una sola sociedad libertaria en el planeta, sin capitalismo, sin una economía en poder de una abrumadora mayoría de privados.
¿Cómo entonces se puede ser liberal sin defender abiertamente el capitalismo? Los colaboradores del entusiasta Belaunde son todos activistas vinculados a diversas ONG que defienden el medio ambiente, a los consumidores y otros sectores que, de una u otra manera, han remado a favor de las sobrerregulaciones que se han levantado contra la inversión privada y que han convertido a la economía peruana en una de las más burocráticas de la región. En esta realidad, el espíritu desregulador de la Carta de 1993 y de los tratados de libre comercio se vuelve letra muerta.
Si solo defiendes el derecho de las minorías sexuales y te pones de costado frente a la defensa del capitalismo, de ninguna manera, eres liberal, porque a larga no defiendes el derecho de esas minorías ni de la libertad de la sociedad entera. Cuando el Estado colectiviza la economía no hay libertad alguna que permanezca en pie.
COMENTARIOS