Editorial Política

Luego de la vacancia, ¡unidad nacional!

Nuevo jefe de Estado asume hoy en el Congreso

Luego de la vacancia, ¡unidad nacional!
  • 09 de noviembre del 2020

El Congreso de la República acaba de decidir –por 105 votos a favor, 19 en contra y 4 abstenciones– la vacancia de la presidencia de Martín Vizcarra por incapacidad moral permanente. La decisión del Legislativo es traumática y podemos estar de acuerdo o en desacuerdo, sin embargo todos estamos en la obligación de acatar la decisión del Legislativo porque el proceso de vacancia se desarrolló de acuerdo a lo establecido en la Constitución Política del Perú.

Asumida la decisión, las discusiones sobre si era pertinente la vacancia frente a las denuncias que se acumulaban contra el presidente Vizcarra deben quedar atrás, porque la representación nacional ya asumió una decisión de acuerdo a lo establecido en la Carta Política. Algo más. Nadie debe celebrar esta decisión. Vacar a un jefe de Estado por incapacidad moral solo nos indica que el proceso de construcción republicana está fracasando y que la crisis institucional y política ha adquirido una gravedad sin precedentes.

A nuestro entender, es incuestionable que la crisis de gobernabilidad y el acelerado deterioro de las instituciones republicanas no se resolverán con la reciente decisión del Congreso. De ninguna manera. Las crisis política, institucional, económica y social, que se acumulan en el Perú, no se pueden explicar solo por el terrible manejo de la administración Vizcarra de la pandemia, la emergencia y la economía. 

La crisis sanitaria es solo una parte de la explicación de la desorganización nacional. El Perú está desarmado, sus instituciones casi desplomadas, su economía sumida en una de las megarrecesiones más profundas del planeta, por la guerra política que se desató luego de las elecciones del 2016, y que Martín Vizcarra llevó hasta el paroxismo: desde la convocatoria de un referendo que reformó la Constitución a tontas y locas, pasando por el cierre inconstitucional del Legislativo, hasta la reciente vacancia que acaba de tramitar el Legislativo.

La guerra adquirió tanta intensidad que entre el Ejecutivo y el Legislativo no quedó un solo puente extendido, por la compulsión presidencial hacia la confrontación que le generaba popularidad. En Palacio se llegó a creer que una buena estrategia de información o desinformación podía reemplazar a las tareas de la gobernabilidad, hasta que llegaron los muertos de la pandemia y los millones de desempleados por la megarrecesión.

Si la guerra política fue la causa del deterioro político, institucional, económico y social, entonces, la paz y la unidad nacional deben convertirse el camino para sacar a la República de este momento de implosión institucional. En este contexto, la nueva administración nacional está obligada a convocar a un verdadero gabinete de salvación nacional o de unidad nacional –que reedite los mejores momentos de la política clásica–, en el que se incorpore a los mejores hombres del país y que representen a todas las corrientes nacionales, incluso a los que se proclamaron vencedores y perdedores de la reciente guerra política.

Un gabinete de unidad nacional debe restablecer la autoridad política y moral que perdieron el Ejecutivo y el Congreso en la reciente guerra que animó el presidente Vizcarra. Restablecer la autoridad política significa, en primer lugar, garantizar el cronograma y la transparencia de las elecciones nacionales convocadas y restituir algunos criterios mínimos de gobernabilidad, que deben pasar por enfrentar la crisis sanitaria, relanzar el crecimiento económico y las inversiones, recuperar del empleo y detener la hemorragia populista que se desató en el Congreso, como consecuencia de la guerra política e institucional.

No hay nada de exagerado en la idea de que la unidad nacional es el único camino para salvar la actual experiencia republicana. No solo se trata del deterioro de las instituciones, de la pérdida de credibilidad del Ejecutivo y del Legislativo, sino que la economía hoy se suma como un elemento determinante de la crisis. En las últimas tres décadas todas las crisis institucionales y políticas corrían por cuerda separada de la economía. Hoy esa crisis se junta a una megarrecesión que destruirá por lo menos el 15% del PBI, que ha evaporado cerca de siete millones de empleos y que arrojará temporalmente a cerca del 30% de la población debajo de la línea de la pobreza.

Es decir, el Perú parece enfrentar todas las adversidades que suelen abatirse sobre una experiencia republicana. Si la guerra política fue la causa de la crisis generalizada, la unidad nacional entonces es el camino de la reconstrucción nacional. De lo contrario, la mesa estará servida para los proyectos populistas y antisistema que se acercarán al poder por la incapacidad de dialogar de todos los sectores republicanos.

  • 09 de noviembre del 2020

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