La hora de concertar

Con el diálogo ganan todos, el Gobierno y la oposición.

De alguna manera diferentes actores del espacio público comienzan a demostrar una madurez que podría indicar que la transición política hacia el Gobierno del 2016 se ha convertido en un objetivo de todos. Semejantes aproximaciones se producen no obstante que el presidente Humala ignoró olímpicamente el tema en su mensaje de Fiestas Patrias.

Luego del discurso presidencial, el PCM, Pedro Cateriano, aprovechó una reunión del Acuerdo Nacional para manifestar la voluntad del Gobierno de realizar elecciones impecables y garantizar la neutralidad del estado en los comicios. De otro lado, en un pronunciamiento de la mayoría de partidos políticos se solicitó un amplio diálogo nacional para enfrentar la desaceleración de la economía y el desborde de la criminalidad.

En una democracia con relativa salud, tales expresiones pueden parecer ociosas, pero en una como la peruana que, en los últimos cuatro años, se ha caracterizado por una intensa polarización y judicialización de los rivales, estas declaraciones suenan a música celestial para la gobernabilidad.  Si a esto le agregamos el hecho que apenas Luis Iberico asumió la Mesa Directiva del Legislativo, en representación de la oposición, señaló la necesidad de concertar con el Gobierno, entonces, las posibilidades de una convergencia política están más que dadas.

¿No estamos desgastando la palabra “concertar” después  de tantos fracasos en el diálogo? Puede ser. Pero en la democracia peruana se tiene que buscar un espacio propio para preservar la gobernabilidad ante la confrontación que implica cualquier proceso electoral nacional. Una democracia con poca gobernabilidad puede terminar engullida por el natural torbellino de los comicios.

La administración nacionalista no tiene credibilidad en la ciudadanía, ni en los mercados para enfrentar la desaceleración económica. Puede bajar impuestos, pero los empresarios, de los grandes y los chicos, no van a arriesgar un solo sol ante la incertidumbre política.

Quizá con el tiempo, el presidente Humala logre entender cómo se envenenaron los mercados en los primeros dos años de gobierno con el intento de restablecer el monopolio de los combustibles y la llamada reelección conyugal. Los mercados son organismos vivos y los empresarios empezaron a cancelar sus proyectos de mediano y largo plazo. Allí está el natural resultado: la desaceleración que puede tornarse en recesión. Únicamente una amplia convergencia política puede enfrentar esta tendencia autodestructiva que combina crisis política, contexto internacional, y caída de la inversión privada.

Si de alguna manera queremos empezar a mover los US$ 21,000 millones paralizados en minería y los US$ 17,OOO millones trabados en Asociaciones Públicas Privadas, la única posibilidad que tenemos es con un nuevo clima político, con una transición democrática garantizada.

Si se produjese una convergencia nacional todos ganarían. El propio Humala que reconstruiría su imagen como el tercer presidente democrático que entrega el poder sin sobresaltos, la oposición que garantizaría el cronograma para un posible triunfo, y la lucha contra el frenazo y la ola delincuencial. Pero sobre todo quedaría en claro que si bien en el Perú no hay un sistema de partidos si existe un elenco estable, una élite política que, superando yerros y deficiencias, supo empinarse y avanzar hacia dos décadas de democracia y un cuarto de siglo de economía de mercado. Enormes logros frente a la inestabilidad del proceso político nacional.