La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Quedará para los historiadores el análisis de por qué las izquierdas anticapitalistas se oponen a que el Perú se convierta en una potencia mundial del cobre. Mediante leyendas y mentiras, unos años atrás, lograron detener el cinturón del cobre del norte —integrado por los proyectos Conga, La Granja, Galeno, Michiquillay—, que podría agregar un millón de toneladas métricas de cobre (TM) a los 2.5 TM que actualmente produce el Perú. Añadiendo la producción de cobre del norte, el Perú podría estar creciendo sobre el 5% en promedio anual y habría reducido mucho más la pobreza. Pero la estrategia radical no descansa y hoy, por ejemplo, siguen bloqueando Las Bambas, el megaproyecto que aporta alrededor del 1% al PBI. Por todas estas consideraciones la batalla para concretar el proyecto Tía María en Arequipa es de vida o muerte para el desarrollo del Perú.
El Ejecutivo, pues, está en la obligación histórica de entregar al mencionado proyecto la licencia de construcción antes de agosto porque, de lo contrario, el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) volvería a fojas cero. Un esfuerzo que movilizó a diversas instituciones del Estado, innumerables talleres con la población (para absolver las observaciones a ese EIA) y debates científicos y tecnológicos se irían, como se dice, por la borda. En ese contexto desarrollar un nuevo EIA postergaría la inversión por años.
El proyecto Tía María representa una inversión de US$ 1,400 millones que generará 3,500 puestos de trabajo en la etapa de construcción, pero que creará otros 32,000 empleos de manera indirecta. En otras palabras, entre puestos de trabajo directos e indirectos se suma a la mitad de la población de la provincia de Islay. De otro lado, las campañas pedagógicas de la empresa Southern Perú —concesionaria del proyecto— han comenzado a rendir sus frutos, frente a la permanente desinformación de los sectores antimineros. Por ejemplo, en una encuesta de IPSOS de octubre del año pasado, el 59% de los entrevistados se manifiesta a favor del proyecto cuprífero.
Contrariamente a todas las leyendas y desinformaciones que propala la izquierda antiminera, el proyecto Tía María es una iniciativa de talla mundial que utilizará las tecnologías más seguras y los más altos estándares ambientales en el planeta. Por ejemplo, se utilizará el proceso de lixiviación para producir el cobre. Con esta tecnología, considerada la más amigable con el medio ambiente, se utilizan canchas impermeabilizadas con geomembranas que impiden la fuga de una sola gota de las sustancias con que se tratan los minerales. Igualmente los polvos generados en la mina jamás alcanzarán las actividades agrícolas y ganaderas en el valle del Tambo porque el yacimiento comenzará a explotarse a 150 metros de profundidad. Y las explosiones para fragmentar el mineral se realizarán a mediodía, justo cuando los vientos soplan de sur a norte: el valle de Tambo está ubicado al sur de la operaciones mineras. Asimismo, una planta desalinizadora proveerá agua al proyecto. Definitivamente no existe ninguna posibilidad de que el proyecto cause perjuicios ambientales.
Por todas estas consideraciones, es hora de que el gabinete Del Solar asuma su responsabilidad frente a Tía María. A nuestro entender, concretar los proyectos de cobre de Tía María en el sur y Michiquillay en el norte romperá el bloqueo de nuevas inversiones en cobre en el Perú. Dejar el cobre en el subsuelo es renunciar a combatir la pobreza con rapidez. En su momento, el prestigioso medio británico The Financial Times señaló que si Perú concreta todas sus inversiones mineras —unos 52 proyectos que suman cerca de US$ 53,000 millones— sería el primer productor de cobre en el mundo, por encima de Chile. ¿Qué esperamos?
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