La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
La violencia desatada por los llamados “taxistas-colectiveros” en contra de la policía nacional en prácticamente todos los conos de la ciudad merece un análisis más prolijo. Más allá de que los colectiveros exigieron un Decreto de Urgencia que legalizara a sus unidades, ignorando los contratos del Estado con empresas que prestan servicios de buses, la geografía de la violencia desatada recuerda al llamado “método enjambre” que se utilizó en Santiago Chile antes del estallido social.
El método es simple: pequeños grupos que alteran el orden público de la ciudad, atacan a la policía y destruyen las propiedades pública y privada. El objetivo: generar la impresión de un desborde social que aliente a otros sectores a sumarse a la protesta. Algo más. El método del enjambre se organizó el mismo día en que el Tribunal Constitucional falló a favor de la libertad de Keiko Fujimori.
No es descabellado considerar, entonces, que hubo un plan detrás de este primer ensayo. ¿Quién desarrolla el método enjambre en el Perú, antes aplicado solo en ciudades chilenas y colombianas? ¿Acaso no hubo una marcha por la tarde convocada por los colectivos comunistas en contra de la decisión del TC?
En este contexto, a nuestro entender, es hora de que todas las corrientes políticas que defienden las instituciones republicanas, la economía de mercado y las libertades, junto con los medios de comunicación, los intelectuales y las élites, asuman conciencia de la circunstancia especial y ubiquen al enemigo que se agazapa detrás de los estallidos sociales en la región. ¿Por qué el Perú tendría que ser la excepción? Permanecer indiferente es caer en la ingenuidad o favorecer a sabiendas la estrategia colectivista.
¿Es posible hablar de una amenaza comunista? ¿Se ha descartado la posibilidad de un estallido social y la convocatoria a una constituyente? Algunas semanas atrás, en Chile nadie imaginaba el escenario de guerra y destrucción en que se han convertido las ciudades mapochas ni la convocatoria a una constituyente. Sin embargo, hoy todo es diferente.
Si el sistema político peruano no es capaz de entender este escenario particular de la región y el Perú, entonces no superará la guerra política ni la extrema judicialización, no se entenderá que se requiere con urgencia reformas que nos permitan relanzar el crecimiento y continuar con el proceso de reducción de pobreza y, sobre todo, será imposible establecer una relativa paz política.
Si no se entiende esas urgencias, la carta de Ricardo Palma a Nicolás de Piérola, en la que señala que la derrota en la Guerra del Pacífico no era culpa de los chilenos sino de nuestros vicios, volverá cobrar actualidad. No se tratará de adversarios externos, sino de los vicios de siempre, que facilitaron el camino de los enemigos de las instituciones republicanas y las libertades.
El escenario político del Perú está cambiando con extrema rapidez en medio de una guerra política de exterminio que no parece culminar. Los capítulos de la polarización se escriben uno tras otro y, a este paso, los vencedores de hoy pueden convertirse en los derrotados de mañana. Sin embargo, esa lógica es el camino ideal para que la ofensiva colectivista prospere en su objetivo de desatar un estallido social, un desborde social, frente al fracaso general de las élites en organizar la gobernabilidad.
Es hora, pues, de reflexionar y de ubicar en dónde está la amenaza principal a la libertad.
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