El Perú volverá a perder una nueva oportunidad de enganc...
Más allá de que la Universidad de San Martín de Porras, el Ministerio de Educación, diversas entidades e instituciones, hayan rechazado y deslindado con un reciente video en que Abimael Guzmán es presentado como una especie de Quijote de la modernidad, que se enfrentó a los hacendados para favorecer a los campesinos, queda una interrogante que arde: ¿hasta cuando los peruanos vamos a permitir la infiltración comunista en la escuela pública? ¿Hasta cuándo el Congreso, el Ejecutivo y la sociedad civil, se van a hacer de la vista gorda frente a hechos que amenazan el futuro de la libertad?
En el video que comentamos los terroristas de Sendero Luminoso son presentados como “guerrilleros que enfrentan un conflicto interno”. No son los terroristas los que le declararon la guerra al Perú y que desataron la masacre en las comunidades colgadas de la puna y los barrios mesocráticos de Lima. Guzmán tiene pinta de un Papa Noel y es una especie de Quijote andino que le roba a los hacendados; y además, es un lector empedernido que devora los libros de Marx, Engels y Mao. De otro lado, los demás grupos subversivos de América Latina también son guerrilleros y enfrentan “conflictos internos”.
El mencionado video se suma a otro que sí fue auspiciado por el programa “Aprendo en casa”, en que se habla de “un español estandarizado que hablan las clases dominantes” y que busca excluir a los demás “castellanos populares”. Esta barbarie lingüística solo puede provenir de una corriente comunista que pretende destruir las bases gramaticales y sintácticas del castellano que, según la Real Academia Española, están estrictamente estandarizadas. Es decir, si bien hay tonos, dejos y regionalismos, en el español se habla y se escribe buen o mal castellano. Punto.
La obsesión marxista y colectivista por controlar la educación no es novedad. En los años sesenta y setenta, cuando la izquierda no había evolucionado hacia las corrientes del marxismo cultural, y cuando la Universidad de Huamanga era la quintaesencia del asalto al poder, estas corrientes llegaron a controlar a la escuela y la universidad públicas, a través del magisterio y las federaciones universitarias. El resultado: la guerra de Sendero contra el Perú, en realidad, fue una guerra de maestros y estudiantes. Allí la consecuencia del control comunista de la educación.
Hoy la izquierda no cree en el asalto al poder. Cree en la lucha cultural, en el control e ideologización de las instituciones. En otras palabras, ya no pelea por la estructura económica, sino por la superestructura. En ese camino busca controlar la mayoría ideológica y cultural y apoderarse de los sentidos comunes de una determinada sociedad. Conseguido ese objetivo emerge su naturaleza anticapitalista, y con la cercanía del poder resucita ese tic autoritario e intolerante que es parte del ADN marxista. Es lo que literalmente ha sucedido en Chile, en donde los escolares y universitarios queman la ciudad exigiendo “igualdad”–pese a ser la sociedad con menos pobreza en la región– y “una educación inclusiva”, no obstante que los rankings mundiales dicen que la educación mapocha es la mejor de América Latina.
Para desarrollar esa estrategia los núcleos marxistas necesitan controlar la educación. Los profesores de inicial en Chile gritan con los angelitos de menos de cinco años lo siguiente: ¡El pueblo unido, jamás será vencido! Y las marchas que desataron el terror y la destrucción en Santiago no se explicarían sin el control comunista del magisterio ni los sindicatos de profesores.
Por todas estas consideraciones el Congreso, el Ejecutivo y la sociedad civil deben vigilar y erradicar la infiltración comunista en la escuela pública. No debemos permitir que nos roben la libertad.
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