Los proyectos antisistema en el Perú, incuestionablemente, se p...
Luego del Foro Mundial de APEC en Lima, al lado de la ratificación del libre comercio como una de las vigas centrales del modelo económico del Perú y de los países que apuestan por el desarrollo, quedó en evidencia que el Estado peruano es la principal rémora de cualquier proyecto nacional. Por ejemplo, cuando se analiza las potencialidades del puerto de Chancay de convertirse en el hub comercial de América del Sur hacia la zona del Asia- Pacífico, todos los observadores y analistas señalan el fracaso y la incompetencia del Estado en proveer la infraestructura para el gran proyecto.
Cualquiera sea el ángulo de análisis el Estado es el gran responsable de la pobreza y de la informalidad. No solo con la incapacidad de ejecutar proyectos de inversión pública y gasto estatal sino, sobre todo, por la acumulación de regulaciones, aduanas y procedimientos, que han convertido al Estado en enemigo del régimen económico de la Constitución, en una cordillera de papeles que bloquea la inversión privada y genera informalidad de aquí para allá. Para simplificar las cosas: mientras en tres décadas de modelo económico se cuadruplicó el PBI, se redujo la pobreza del 60% de la población a 20% antes de la pandemia (luego de Pedro Castillo este flagelo ha subido a casi el 30%) y la sociedad se convirtió en una de ingreso medio gracias a la inversión privada, el crecimiento y la pujanza empresarial, el Estado se llenó de sobrerregulaciones, se llenó de burócratas y se sovietizó en diversos sentidos.
Semejante proceso fue posible gracias a la expansión del gasto público, inmanejable para una sociedad de ingreso medio como la nuestra. Para tener una idea sobre el tema vale señalar que hoy el PBI está cercano a los US$ 241,000 millones, pero el gasto a través del gobierno central, los gobiernos regionales, municipios y empresas públicas representa alrededor de un tercio del PBI; es decir, casi US$ 80,000 millones.
La sovietización del Estado fue posible porque las narrativas de las corrientes progresistas y comunistas se impusieron en la sociedad y los actores públicos. Por ejemplo, el relato acerca de que la minería moderna era una amenaza para los recursos hídricos destinados para el consumo humano y la agricultura, no solo bloqueó los proyectos Conga y Tía María, sino que también explica la creación del Ministerio de Ambiente –en vez de ser una simple dirección descentralizada– y que los trámites para aprobar una inversión minera se incrementaran de 15 a más de 265 (el exceso de regulación es una manera de controlar a los malos). Lo mismo vale para la legislación laboral que ha convertido al Perú en uno de los diez estados con más rigidez laboral en el planeta, y también vale para el sector agroexportador en donde se eliminó la ley de Promoción Agraria para acabar con la flexibilidad laboral y promover una legislación laboral colectivista y sindicatos de aquí para allá, de acuerdo al credo colectivista y marxista.
Hoy todo en el Estado peruano se organiza para confrontar a la inversión privada, porque se la considera enemiga del bienestar y fuente de explotación y plusvalía. El evento mundial de APEC deja una conclusión inapelable: si no se transforma el Estado, se simplifican sus trámites y se reduce el gasto el Perú no aprovechará el momento privilegiado en que se ubica luego de la inauguración del puerto de Chancay.
Quizá valga recrear en el Perú el impulso de la nueva administración estadounidense, que ha designado a Elon Musk, el multimillonario más innovador del planeta, para liderar una comisión que reduzca sobrerregulaciones y elimine la burocracia para evitar el dispendio estatal en los más de US$ 6.5 trillones de gasto federal. Se ha llamado a esta comisión el “nuevo proyecto Manhattan”, en alusión al proyecto que creó la bomba atómica y decidió la victoria de Occidente en la Segunda Guerra Mundial. Y, de esta manera se dejó en claro que para evitar una nueva Guerra Fría el asunto se decidirá en la economía y en el capitalismo.
El Perú, pues, necesita ese impulso, su propio proyecto Manhattan, para evitar perder la nueva edad de oro que parece avecinarse luego de la inauguración de Chancay y el anuncio de un proyecto de puerto espacial con la NASA en Piura.
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