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Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.
Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).
En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.
POR HUGO NEIRA.
Los asuntos de rivalidad entre los antiguos imperios de Europa siglos atrás son un tema que aparentemente no nos concierne. Pero, por casualidad y desgracia, sí nos concierne. Estamos bañados y cubiertos de esa leyenda. La leyenda negra, combinada con otros aspectos de nuestra larga historia, nos conduce a un desprecio de nuestra cultura, no solo por el catolicismo, a darle poca importancia a la lengua castellana, y a una idea que existe en muchos peruanos: “nos habría ido mejor con otro tipo de coloniaje”. Esta idea es lo primero que debemos dejar. Ninguna colonialidad es mejor que otra.
Lo primero que debemos entender es que se trata de un asunto muy lejano en nuestra propia historia y de la misma metrópoli (o sea, España). Era una idea de desprecio a todos los que hablaban el castellano. Un español, Antonio Sánchez Jiménez –catedrático de literatura española y experto en literatura del Siglo de Oro– sostiene que la leyenda negra se inicia en los tiempos de Lope de Vega. O sea, cuando Quevedo, Góngora, Tirso de Molina, Cervantes y Calderón de la Barca competían (ver: Leyenda negra: la batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega, Ediciones Cátedra, 2016).
Una tendencia literaria que ponía en cuestión la vida española y a los españoles mismos –presentados como intolerantes, santurrones y crueles– fue a la vez una manera de detener los excesos de la Corona, el dominio de Flandes. Antonio Sánchez sostiene en su obra que hubo “astucia”. El ingenio de los españoles: presentaban un ser frío y siniestro, y que serían calculadores. O sea, un estereotipo, “fuerte y muy difundido, pero no incólume al paso de la centurias”. Hablaban mal de ellos para asustar a otros pueblos europeos. La leyenda negra sería una “soberbia” hispana. Para dar valor a las numerosas victorias militares españolas en el siglo XVI. “Tras esas sorprendentes campañas los italianos desarrollaron una idea muy favorable de los soldados españoles, concretamente de los tercios de infantería. Todos los historiadores de la época (Maquiavelo, Guicciardini, Contarini, etc.) los alababan como la mejor infantería de Europa, particularmente por su tenacidad y capacidad de resistencia”.
Según Gómez-Centurión Jiménez, citado: “El teatro europeo se llenaba durante un siglo y medio de parodias intencionadamente afectadas y altisonantes de los hidalgos hispanos”. Otro rasgo que se le atribuyó, es la “sangre semita”. Entonces, tenemos dos hipótesis. O bien fue una manera de hacerse elogios ellos mismos. O bien, por razones evidentes, por temor al imperio de los Habsburgo, hasta se dijo que los españoles eran “marranos”, semitas, “falsos cristianos”.
Era una era de guerras y combates, tanto en tierra como en el mar, y no había Internet pero sí la imprenta. Esa calificación –la leyenda negra– que va a cruzar los siglos, nace bajo la pluma de un autor que se hizo llamar Julián Juderías. Nunca se ha sabido su verdadero nombre. En cuanto al contenido es ambiguo. Por una parte, fue una suerte de propaganda. Lo que sería, en nuestro tiempo, una manera de exagerar al soldado español. Por otra parte, los imperios y reinos de Europa procedieron a demonizar a los españoles, y entonces circularon grabados y dibujos que eran la respuesta de la propaganda hispana: en ellos se veía cómo, ya en las Indias, los hombres del Imperio español quemaban indios para que se comieran entre sí. Esto fue, por ejemplo, los grabados de Theodor de Bry (1528-1598). Era una propaganda antiespañola que aparece en países protestantes, como Inglaterra y en las Provincias Unidas (hoy Holanda). No hay duda de que esas guerras eran feroces, con las descripciones de escabrosas y exageradas escenas de violencia. Pero cuando se produjo la toma del Oeste americano, expulsando a los indios norteamericanos, no hubo grabados como los de Theodor de Bry.
La continuación de la leyenda negra es el tema del genocidio. Se le echa la culpa de las plagas al mismo Colón. Para que se odie a la civilización europea.
La leyenda partió de la Italia de esa época, con relatos sobre el mundo de la España americana. Se suele decir que mataron a los indios. Hoy los estudiosos de la historia de América Latina saben que la población, tanto en México azteca como en el Perú, tuvo pérdidas enormes por el choque microbiano. Al llegar Cortés, México tenía 20 millones de habitantes. Y un siglo después, solo un millón. En el Perú, eran trece millones, pero también cayeron a menos de un millón.
Tratándose de contagios, solo en nuestra época se ha podido entender lo que ocurrió. Solo a fines del XVIII Louis Pasteur descubre los microbios y su acción patógena, mucho después de inventarse el microscopio. Unos especialistas de los Estados Unidos encontraron que la población de las islas del Caribe desapareció sin que hubiera minas ni tampoco trabajos excesivos. El misterio de la muerte masiva de los naturales de América india perduró porque durante siglos no se supo del efecto de las pestes. La humanidad del Nuevo Mundo no estaba inmunizada para soportar las plagas de los europeos, que eran contagiosas para ellos, pero no letales. Una gripe y sus estornudos provocaban la desaparición de una aldea caribeña, con enfermedades como la viruela, la peste bubónica, la malaria, la fiebre amarilla, la tuberculosis.
La aniquilación de la población no tiene sentido. Los españoles no podían destruirla puesto que necesitaban la mano de obra indígena. Y como ha dicho el americanista Tzvetan Todorov, “ni las guerras ni las consecuencias de los maltratos, suponiendo que existieron, explican un exterminio directo de millones de indios, por lo tanto, se dio por el choque microbiano” (La Conquista de América. El problema del otro, 1982)
También pudo ser la «leyenda negra» una crítica a la Inquisición. El antihispanismo corresponde al ascenso de Inglaterra. Pero para Ernesto Sábato, en 1991, “no hay leyenda negra ni blanca”. Lo que cuenta es Latinoamérica, desde el Descubrimiento a nuestros días.
Hoy hay que examinar nuestras leyendas negras. Y en estos años han emergido críticos sobre nosotros mismos. Una pequeña bibliografía:
- Las raíces torcidas de América Latina, de Carlos Alberto Montaner
- América del Sur. El surgimiento de un actor global, de Cristiane Pereira
- Elecciones y legitimidad democrática en América Latina, de Fernando Mayorga
Y entonces, sí tenemos una leyenda negra, según Javier Sáenz del Castillo. Dicen que somos una “Europa fracasada”. Pero lo guardo para otros ensayos.
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