La flor del horror

Crítica a la comedia musical de David Castillo.                                                                                                                                             

Los musicales suelen ser obras teatrales sumamente ambiciosas con música en vivo, bailarines y grandes cantantes, con diferentes escenografías que se van alternando con dinamismo, y finales felices y espectaculares. Afortunadamente siempre hay algunos musicales que van a contracorriente de las demás; como La tiendita del horror, la obra que el director David Carrillo está presentando en el teatro Larco, con las participación de actores tan conocidos como Ricky Tosso, Sergio Galliani, Gissella Ponce de León y Giovanni Ciccia.

La historia que cuenta esta obra es bastante truculenta y de humor negro: Seymour (Ciccia) es un joven y tímido vendedor de una florería y que está enamorado de Audrey (Ponce de León), su compañera de trabajo. El negocio comienza a prosperar cuando Seymour encuentra una muy rara planta carnívora. Para alimentar a esta planta, que crece hasta ocupar todo el escenario, Seymour tiene que matar a varias personas, comenzando por Orin (Galliani), el sádico novio de Audrey, y el señor Mushnik (Tosso), el dueño de la florería.

La puesta en escena de Carrillo es sumamente simple y sencilla. Una sola escenografía (que no varía en toda la obra), casi sin efectos especiales (salvo la animación de la planta), sin músicos en vivo ni coreografías, y con el apoyo de solo tres muy buenas coristas: Shantall Onetto, Miluska Eskenazi y Rocío Montesinos. Esta opción por lo más simple es uno de los aciertos del director, pues está en el origen mismo de este musical, basado en una de las muchas películas de serie B, una “comedia negra”, que hizo el director Roger Corman: The Little shop of horrors (1960). Esta película es todo un mito: su guión fue escrito en un solo día por Corman, se rodó en apenas tres días, con un bajísimo presupuesto (27,000 dólares) y contó con la actuación de un casi debutante Jack Nicholson.

La historia fue musicalizada por el reconocido Alan Menken (autor de muchas de las canciones de las películas de Disney) y estrenada en 1982, en un teatro Off-Off-Broadway (recintos neoyorquinos para menos de cien espectadores). Pero las canciones de Menken están hechas y arregladas a la manera de la música popular de los años sesenta, desde el rock & roll hasta el estilo Motown. El musical –cuyo tema principal eran los efectos del “éxito” y la popularidad– llegó pronto a los mejores teatros de Broadway, y dio lugar a una nueva versión cinematográfica (1986), dirigida por Frank Oz y con la participación de actores como Rick Moranis, Steve Martin, James Belusshi y Bill Murray.

En una obra de este tipo, casi todo el peso recae en la performance de los actores. Y acaso este es el punto débil de esta versión. Giovanni Cicia, el protagonista, resulta demasiado inexpresivo, no muy buen cantante y poco adecuado para su papel (tiene 43 años, veinte más que su personaje); Ricky Tosso repite demasiado los tics que se le suelen ver en los programas cómicos de televisión (por lo que termina representándose a sí mismo); y a Sergio Galliani se le ve esforzarse bastante (hace seis papeles diferentes), aunque no siempre con buenos resultados. Gisela Ponce de León, mejor cantante que sus compañeros, es quien desempeña su rol de manera más eficiente.

Carrillo ha confesado que llevar a escena La tiendita del horror es casi un homenaje a su adolescencia: la música pop, las películas de monstruos, los cómics, los personajes torpes y tímidos. Es un proyecto que tenía en mente desde hace doce años, ya que esta pequeña comedia musical es también una crítica al “mundo corruptor de almas, embanderado por una exitocracia color verde-dólar” y en el que “la necesidad de ser visto como exitoso termina devorándose hasta al más noble ser”.

La tiendita del horror se presenta de miércoles a domingo a las 8 p.m. en el Teatro Larco.