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¿Existe un secreto vínculo entre la imagen del Cristo y el dios Pachacamac?
Todos los meses de octubre se lleva a cabo en Lima la Procesión del Señor de los Milagros, considerada “la manifestación religiosa católica periódica más numerosa del mundo”, y también una de las pocas tradiciones “integradoras” de las diferentes culturas coexistentes en Lima: la criolla, la andina y la afro peruana. Como sabemos, la historia de la imagen y la procesión está llena de elementos “maravillosos” relacionados con la actividad telúrica limeña: la pared con la imagen fue una de las pocas que quedaron en pie (intacta y sin rajaduras) después del terremoto que destruyó a Lima en 1655, por lo que pronto se convirtió en objeto de culto; pero fue recién a raíz de otro terrible terremoto, en 1687, en el que el muro volvió a quedar indemne, que se decidió hacer una réplica de la imagen y sacarla en procesión por toda la ciudad.
Esa relación con nuestra identidad y el imaginario limeño han convertido también a la procesión en un recurrente tema literario, comenzando con el propio Ricardo Palma. En esta oportunidad queremos detenernos en tres cuentos recientes. El primero es “Octubre” de Antonio Gálvez Roceros (Chincha, 1932) quien mezcla el realismo mágico con su peculiar sentido del humor para contar la anécdota de un negro de El Guayabo, que viene a Lima solo por la procesión, ocasionando un peculiar escándalo. Dentro del realismo mágico también está el cuento “Sahumerio” de Luis Fernando Vidal (Lima, 1943-1993), que narra lo que sucede una vez que la procesión comienza a crecer y crecer, sobrepasando su marco territorial y temporal, extendiéndose por toda Lima. Es un cuento de unas 25 páginas de narración trepidante, sin divisiones en párrafos y sin ningún “punto”, salvo el final. Una verdadera obra maestra narrativa.
Pero acaso el cuento más conocido dentro de esta temática es “Oro de Pachacámac” de Luis Enrique Tord (Lima, 1942). El relato parte del hecho de que el barrio limeño donde se encontraba la imagen original del Señor de los Milagros era llamado “Pachacamilla”, por estar habitado mayormente por los indios que originalmente vivían cerca del templo prehispánico de Pachacámac. El narrador de este relato va uniendo cabos a partir de documentos históricos y llega a la conclusión de que en realidad lo que los limeños llevan en procesión (debajo de la imagen cristiana) es al mismo Pachacámac, dios prehispánico relacionado con los temblores. Y que la procesión en sí misma es una especie de pacto secreto entre los descendientes de los incas y los entonces recién llegados esclavos africanos; una especie de conjura contra los españoles y criollos que los tenían sometidos.
Lo más extraño es que este texto ficticio, que (a la manera de los cuentos borgianos) da verosimilitud a una hipótesis fantástica a través de citas librescas y datos históricos, despertó la curiosidad de la historiadora María Rostworowski (Lima, 1915). Pocos años después de la publicación del cuento de Tord, la historiadora presentó su libro El señorío de Pachacámac (1999), en el que se afirma, ya con el respaldo de una investigación “científica”, la existencia de un inquietante y oscuro vínculo entre el dios Pachacámac y la imagen del Cristo de Pachacamilla.
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