Con una vida dedicada a la docencia, la gestión educativa y la ...
Hace exactamente diez años murió la cantautora británica Amy Winehouse, sin lugar a dudas la más talentosa y prometedora de las últimas generaciones, y a nivel mundial. Su trágica muerte (debida a una intoxicación por excesivo consumo de alcohol) no sorprendió a nadie, pues a sus 27 años de edad ya llevaba mucho tiempo entrando y saliendo de clínicas para liberarse de sus adicciones; incluso su mayor éxito, la canción “Rehab” (2006), cuenta una de esas experiencias. Desde entonces la importancia y popularidad de Winehouse y su música no ha parado de crecer. A ello han contribuido además el muy exitoso documental Amy (2015, difundido a través de Netflix), que reunía material fílmico de diversos momentos de la vida de la cantante, y una gran gira mundial de su holograma, que se inició en 1919.
Amy nació el 14 de septiembre de 1983 en Londres, hija de un taxista y una farmacéutica. Cuentan que en su casa se escuchaban constantemente canciones de Frank Sinatra y a las grandes cantantes de jazz de mediados del siglo XX. Cantaba desde niña, y a los 13 años le regalaron una guitarra, con la que también comenzó a componer canciones muy influenciadas por el tipo de música que oía. A los 16 ya era la cantante principal de la National Youth Orchestra of Great Britain, que hacía covers de las grandes estrellas del jazz. Fue en esa época que firmó su primer contrato con una empresa discográfica; pero también a esa edad comenzaron sus serios problemas de depresión y de bulimia.
Tras varios cambios de empresas discográficas, por fin en el 2003 publicó su primer álbum, titulado Frank, titulado así en homenaje a Frank Sinatra. El disco fue un gran éxito en su país, y obtuvo las más elogiosas críticas: “Winehouse suena como si hubiera actuado miles de veces en clubes de jazz llenos de humo, así que es una sorpresa saber que solo tiene 19 años”, comentó un importante medio británico. Todas las canciones (escritas por la propia cantante) parecían contar experiencias muy personales de Amy, algo que se mantendría a lo largo de toda su breve carrera. Destacan temas como “Stronger than me” y “Take the box” que giran en torno a su ruptura con su pareja de entonces, siete años mayor que ella, como dice en un verso de una de esas canciones.
El siguiente álbum de Amy fue el legendario Back to black (2006), que mantenía las raíces musicales jazzísticas, pero también incorporaba muchos elementos de la música soul, lo que seguramente motiva su título. El disco consagró a Amy como una gran estrella internacional y una de las mejores voces de la música popular mundial. Un crítico de la revista Rolling Stone dijo que se trataba de “una maravilla poco probable, un disco desesperadamente triste y conmovedor, digno de entrar al Salón de la Fama del soul”. Entre las canciones figuraban la conocida “Rehab” y otras tan exitosas como “Back to black”, “You know I’m no good” y “Tears dry on their own”. Además, el disco le valió a Amy ganar, en una sola noche, cinco premios Grammy (el Oscar de la música popular), en categorías como “Mejor artista nueva”, “Mejor cantante femenina”, “Mejor canción” y “Mejor álbum”. No obstante, en el ya mencionado documental vemos a Amy en esa noche triunfal, después de recibir todos esos premios, confesarle a una amiga que se sentía muy triste.
El gran éxito empeoró todas las cosas para Amy: recayó en sus adicciones, en su bulimia, en su depresión, se divorció, etc. En general, su vida comenzó a derrumbarse, aunque aún tuvo algunos momentos brillantes, como su grabación de un dúo con Tony Bennet, un cantante al que ella admiraba. Finalmente Amy murió el 23 de julio del 2011, en su departamento de Londres, a los 27 años de edad. La misma edad a la que murieron genios como Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Jimmy Hendrix.
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