Martin Santivañez
Yo construyo ciudadanía
El divorcio entre la realidad y la visión ideologizada de la política
Supongo que a estas alturas del partido la izquierda local debe estar preparando su versión subdesarrollada del “Circo del Sol” para despistar a los limeños y hacernos olvidar hasta qué punto la chalina ha traicionado todas sus promesas políticas. Solo algún psicosocial pagado con el impuesto revolucionario de las constructoras brasileñas podrá lograr que millones de limeños nieguen la realidad y consideren que el proyecto villaranista ha sido exitoso. Porque, valgan verdades, la descomposición de eso que algunos corresponsales sesgados llamaban “socialdemocracia moderna” ha demostrado ser una perversión más, un accidente estándar de nuestra pintoresca progresía tropical.
Examinemos, por ejemplo, eso que la chalina llamaba “construir ciudadanía”. Cuando Susana Villarán inició su gestión, la falange de bachilleres incapaces que llegó con ella a la alcaldía decidió, a instancias de su lideresa, promover este discurso creado en los laboratorios globales de lo políticamente correcto. La “construcción de la ciudadanía” es una táctica ideológica que aspira, en la realidad, a infiltrar todo el orden político con la ideología socialista. Esto se traduce, básicamente, en la persecución del opositor, la declaración unilateral de verdad y transparencia (“yo soy la decencia”) y la materialización de la agenda laicista basada en el más radical de los relativismos. La construcción de la ciudadanía, por supuesto, no es solo un discurso demagógico. Implica asignar recursos, movilizar presupuestos, mantener una estrategia material. En eso, en el plano de la expansión ideológica, el villaranismo ha invertido todo su capital político. El gran problema con la izquierda peruana es su poca vinculación con la realidad. Allí donde ellos ven ideología, la población contempla problemas reales. Allí donde la chalina promueve “género”, los limeños quieren autopistas. Allí donde Villarán reparte chapitas, Lima exige un transporte ordenado. Allí donde la Municipalidad organiza festivales de dibujos animados, el pueblo quiere menos delincuencia y más seguridad.
La “construcción de ciudadanía” ha hundido al villaranismo. Todos sus recursos, toda su energía, la poca vitalidad que tiene una ideología herida de muerte por su errada antropología, se dirigió sin remordimientos hacia la utopía de la polarización estéril. Sin embargo, no podemos esperar más de nuestra izquierda local. El mito de la tecnocracia caviar se derrumbó cuando Carolina Trivelli se puso frente al timón del MIDIS. Hasta ese instante era posible creer que la progresía podía combinar altos niveles de eficiencia con su pensamiento igualitario. Pero el fracaso absoluto de Trivelli ha demostrado que la izquierda adolece de una carencia de técnicos capaces de implementar políticas públicas y gerenciar la anarquía que caracteriza al Perú. El villaranismo no tiene tecnócratas y los vagones de su tren están repletos de comisarios del pensamiento único. La intolerancia que han demostrado es el signo distintivo de la excesiva ideologización. Y de la radicalización del pensamiento, de la polarización sin sentido, nada bueno, nada realista, nada palpable puede surgir. La izquierda ha fracasado porque prefirió implementar ideas olvidando la realidad. Y prefirió la soledad del egotismo. Este sesgo no cambiará en el próximo proceso electoral. De hecho, pedirle peras al olmo siempre es una exageración.
Por Martín Santiváñez Vivanco
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