Carlos Adrianzén
Una década que pesa
La economía peruana cae por los gobiernos de izquierda
La economía peruana crece actualmente muy poco y con dificultad. Hace pocos meses prosperábamos a un ritmo inusual (alrededor del 7% anual en índices per cápita y dólares constantes). Si hubiéramos mantenido este ritmo de expansión, en relativamente pocos años configuraríamos la potencia económica regional (lo cual es, en realidad, poco decir); y en unas cinco décadas, coquetearíamos con los primeros cohortes de las naciones del primer mundo.
Desdichadamente esto se detuvo, en forma lenta pero accidentada (ver figura I).
La figura aludida nos libera de mayores digresiones. Desde el gobierno de Ollanta Humala hasta estos días, nos hemos estancado registrando apenas el 7% del producto por habitante de un país del primer mundo (Suiza).
¿Qué nos pasó?
Una secuencia de ocho gobiernos, timoratos y/o cargados ideológicamente, cambió el rumbo de nuestro manejo económico e institucional. Regresamos a la izquierda. Un rumbo ideológico económicamente tóxico. Depresor del crecimiento y la acumulación; y capaz de exacerbar la corrupción burocrática y la inestabilidad macroeconómica y la violencia.
Le resulte -o no- desgarrador a sus preferencias políticas, temo recordarles que la violencia nunca fue la partera de todas las historias, pero sí de todas las pobrezas. Para enfocar esto sin mayores apasionamientos o creencias es bueno llamar a cada cosa por su nombre.
A pesar de la insistencia con la que le machacan que las categorías izquierda (comunismo o socialismo) o la derecha (el liberalismo clásico) son categorías superadas… estas existen. Tienen data, matices y efectos. Negar que alguna de ellas existe implica confundir. En una visión epistémica –digamos, no puramente retórica– y forzando una frase atribuida a Friedrich, el encargado de mantener a Marx, la izquierda resulta solamente la antítesis de la derecha.
Si recordamos algo de lo que sería un Sistema de Libertad Natural (a lo Smith), descubriremos que la izquierda siempre implica opresión. Puntualmente, reducir la libertad de otro alienado más.
Y que el socialismo siempre se justifica con una creciente gama de alegatos basados en emociones y creencias. Tales como, la explotación laboral, el género, el medio ambiente y una larga gavilla de razones de toda moda.
El problema para mis incontables amigos izquierdistas –los más efusivos, así como los que no saben que lo son y los que creen que no lo son– resulta simplemente que referirse a ella por su esencia, la opresión económica y política, los deja muy mal parados. Con innumerables Cubas, regímenes genocidas, hambreadores y económicamente rezagados. De hecho, resulta extremadamente difícil identificar un régimen de izquierda económicamente exitoso. Uno solo siquiera.
Ayuda mucho a su popularidad global tanto la inoculación de creencias, cuanto lo emocional –ahora llaman a esto racionalidad instrumental– así como la tergiversación de los vocablos.
De hecho, los ideólogos socialistas etiquetan todos sus -lógicos- fracasos como capitalismos diversos. A su máximo exponente europeo el siglo pasado lo denominan fascista o nazi. Y son verdaderos expertos en los oxímoron. Figuras tales como “tecnócratas de izquierda” o “socialismo de mercado”.
Pero, regresemos a la tierra de Miguel Grau. Aquí la opresión no se da solo de la mano con afanes totalitarios socialistas –al estilo Inca–. Se da también, con el estilo virreinal español. Vía la alianza entre ciertos mercaderes y los burócratas –el mercantilismo–. Al más puro del campeón de los arrieros, don José Gabriel de Condorcanqui.
Sí, estimado lector. Cuando alguien quiere ser otro dictadorzuelo, lo hace vía populismos y alianzas con ciertos gremios. Al estilo del salvadoreño Bukele, del millonario Lula da Silva o el difunto Velasco Alvarado. O son dictadores socialistas con tufillos mercantilistas (socialistas - mercantilistas); o son solo personajes populistas con un marcado sesgo de mercantilismo y socialismo entremezclado (mercantilismo - socialista). Esta línea –llena de matices de opresión– nos recuerda que el socialismo y el mercantilismo resultan en realidad caimanes del mismo charco, como diría un difunto dictadorzuelo llanero.
La siguiente tabla nos facilita el recuerdo
Desde que existen cifras noventeras en adelante, existen dos claros cambios de rumbo económico en el Perú. Luego del desmantelamiento de las reformas de mercado de inicios de los años noventa, atravesamos sucesivos gobiernos desde un status pre mercantilista socialista o caviar (como usted prefiera denominarlo) hacia otro puramente caviar, o caviarón o como algo propio de la mutante, Caviarada local.
Estos son sus estilos, no sus discursos o retóricas
A modo de corolario, les recuerdo que el declive peruano actual no fue una casualidad. Refleja un tránsito gradual desde el mercantilismo socialista hacia el socialismo mercantilista; y por supuesto, los lógicos resultados de los seis gobiernos más destructivos, con ideas económicas de izquierda. Los etiquetables como caviares. Cada vez más corruptos y destructores de la institucionalidad.
Los flagrantes deterioros de los estimados de gobernanza en el Perú a lo largo de la última década son difíciles de esconder.
Pero no caiga en el uso despectivo del vocablo caviar, como una posición ideológica. Existe una confusión bien intencionada. Recuerde, sí… y desprecie su retórica justiciera, de toda moda, así como sus terribles efectos económicos. Y recuerde: muchos caviares se etiquetan como tecnócratas de derecha o centro izquierda.
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