Hugo Neira

Trump. Hablando en serio

Trump. Hablando en serio
Hugo Neira
11 de noviembre del 2016

Regresa el populus, el volk, los de abajo, la canalla, los jodidos

Siento muchísimo escribir para traerles malas noticias. Acaso paradójicas. Pero lo estuve diciendo por cuenta propia. «Trump nos revela una América de espanto» (31.10.16) «Podría escribir sobre el posible triunfo de Trump, pero preferí felicitar a Mariella Balbi» (07.11.16). Nunca dije «si ganara Hillary Clinton», al contrario. «Los estadounidenses simpatizantes son blancos empobrecidos y sin cultura. Pueden ganar». Y cuando Raúl Vargas me invita a RPP para comentar esas elecciones, no pegué las pestañas. No soy sino un universitario que escribe en diarios. Me pasé la noche revisando información de diarios de América y llamando a amigos lejanos, pertenezco a varias membresías. Y europeos especialistas en política americana me dieron una información alucinante.

Hoy, a cinco columnas, Le Monde se hace la buena pregunta: ¿Qué América después de Trump? El arte de la interrogación de los franceses, la honestidad intelectual de confesar que no acabamos de entender algo. Así, en Willax TV ante Jaime Chincha —no había terminado el conteo de votos— pude reducir el tema a cuatro puntos. Uno, es un outsider. Dos, es el voto contra el establishment, ¡contra las élites políticas! ¿Qué les parece? Tres, los votantes son gente del pueblo, arruinados por la globalización. ¡Víctimas del gran capital en los Estados Unidos! Cuatro, es la puesta en cuestión de la globalización misma. No sé si entonces dije que era un terremoto, lo digo ahora. Un pachacuti, un feroz cambio.

El asombro, dicen, es el inicio de la sabiduría, pero no es nuestro estado de alma preferido. Aquí, en Lima, cuando aparecen perros colgados de los postes en Chuschi, un presidente dijo que eran abigeos. Cuando bajaron los andinos para buscar chamba en la gran ciudad, pensaron que era una propuesta de jardineros y vendedores ambulantes. El cholo barato de siempre. Que se volvieran empresarios fue la gran sorpresa. Tuvo que decirlo Hernando de Soto, que eso era el verdadero capitalismo, desde los de abajo. Y hubo un momento en que la prensa entera daba por ganador a un ilustre y liberal novelista y salió un chinito que hacía publicidad subido a un tractor, mientras los protestantes repartían unos lapiceritos. Yo no estaba aquí. Desde Tahití llamé a Lima para escribir para La República. Iván García, que trabajaba en el diario de Thorndike, me cuenta que en las encuestas estaba apareciendo un outsider. Me eché a reír. El Perú cambiaba más rápido que los peruanos.

En los Estados Unidos «tienen miedo», me dice un amigo muy inteligente, que ha vivido en Nueva York, antropólogo, y no me da la gana decir su nombre. «Trump parece que tiene una lista negra». Y hay terror en los diarios, los intelectuales, las universidades. En América la cosa está que arde. Paul Berman, ensayista americano, teme el hundimiento de todas las instituciones americanas. «Ningún charlatán ni crápula, que jamás se ha izado a la cabeza de los partidos, ha conseguido llegar a la Casa Blanca». Qué libertad de expresión.

Obama ha ido a saludar al vencedor Trump, pero lo había ridiculizado y eso lo hizo más fuerte. El escritor Thomas Chatterton dice «después de ocho años de una familia negra en la Casa Blanca, quieren desvalorizar la función presidencial». Sin duda, pero es juicio de tía. Hay regiones enteras con ciudades decrépitas, plenas de extrabajadores y de parados y criminales, de blancos pobres, abandonadas desde la era de Reagan y de los políticos democráticos. Los financistas trasladaron sus fábricas al país de la mano de obra barata llamado México. Hoy, ¿América contra la globalización? La cosa viene como revuelta social y confusión étnica, Trump reactivó la xenofobia. Los republicanos han ganado Senado y Congreso, casi no hay contrapeso. El poder es potestad y todavía Trump no ha asumido. Nadie sabe qué diablos va a hacer. ¿Van a surgir “Trumps” por todas partes o es un caso singular? ¿Martine le Pen en Francia?

Entre tanto, ya sabemos. Regresa el populus, el volk de los alemanes, los de abajo, la canalla, los jodidos. Escribo para que tomen en serio lo ocurrido, como en todo el planeta. Pero en Lima todo se resume a una cuestión de costo/beneficio. Lo siento, el concepto bien americano de people, no se puede reducir a un algoritmo. Tampoco a un criterio de sacristía. Un político fue a dar una conferencia en una universidad y se puso a lamentarse, «esto no puede estar pasando». Y se echa a hablar de los Federalistas. Dios mío, no cambiarán nunca. Viven encerrados en sus respectivas burbujas.

La gran cuestión es: ¿por qué las élites —de izquierda o liberales— no ven llegar los movimientos populistas? Miren lo impopular que era la señora Hillary Clinton. ¿Qué pasa cuando las élites hablan de derechos humanos y se muere de pena y hambre un posproletariado sin chamba? Las sociedades se autoproducen. Y hay el político y la política. El primero puede cambiar lo segundo. Y eso lo explicaré más adelante. Es complicado.

 

Posdata. Ahora resulta que California quiere la independencia. No quiero pasar por pedante, lo siento, pero eso lo dije en ¿Qué es Nación? p. 387: «Los Estados Unidos se pueden romper» (febrero 2013).  ¡En venta en las mejores librerías del ramo!

 

Hugo Neira

 
Hugo Neira
11 de noviembre del 2016

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