Hugo Neira
Santos. ¡Todo por el Nobel!
¿Se debe el “No” a las concesiones hechas para llegar a tiempo al premio?
Los últimos acontecimientos en Colombia sobrepasan los límites del país vecino. Interesan a la América Latina por entero, a nosotros por la vecindad y los contagios, y al resto del mundo. Pocas exguerrillas se han mantenido con las armas en la mano cincuenta años sin vencer ni ser vencidos. Cuando profesor en Europa, propuse a colegas franceses, ingleses y españoles esta reflexión. Si una nación europea tuviera algo parecido, probablemente pasarían a alguna forma de autoritarismo para vencer a los que ya no son rivales políticos, sino enemigos armados. Nadie en el mundo ha tenido una guerra civil de esa duración. Pero Colombia no cayó en la tentación de un golpe de Estado. Conservadores o liberales tienen una muy culta clase política, que ya quisiéramos.
Por otra parte, como señala Jaime de Althaus en un excelente artículo en El Comercio, las FARC dominaban algún territorio, cosa que nunca alcanzó Sendero. No tuvo apoyo popular ni en Puno ni en el Cusco y se ganó el “No” de las rondas. A Abimael Guzmán lo capturan en el segundo piso de una academia de danza en Lima y no en «el monte», había perdido la Universidad de Huamanga y luego el Ayacucho rural y campesino, ¿y viene a refugiarse en la urbe? ¿Un maoísta? Socialmente ya estaba derrotado. Pero claro está, tenía que caer prisionero. «No deja de ser el cuco», como lo indica un reportaje a Max Hernández en Somos.
Volviendo a Colombia, confieso que retardé esta crónica. No me valía el hecho de conocer Colombia —he estado varias vecesa ahí— ni tener en mi biblioteca obras sobre sus instituciones y vida política que pueden servirme para algún curso, pero no para la actualidad. ¡El hecho es tan reciente! Ahora bien, he vivido gran parte de mi vida en el extranjero y de eso me queda, entre otras cosas, una red de amigos. A ellos les pedí información y ayuda. Y uno de ellos, colombiano, que hizo estudios en París casi al tiempo que yo, me ha enviado un audio. He escuchado al periodista Gustavo Álvarez Gardeazábal leyendo «Perdió Santos», su columna El Jodario —vaya nombre— y publicado en el diario ADN. Lo que sigue.
El resultado no puede haber sido peor para el presidente Santos. Le pudo más su libreta de rencores que la necesidad de haberle vendido a todo el país la idea de la paz. Creyó que cediéndole todo a las FARC y sacando de las negociaciones al país de Uribe podía consolidar sus jugadas de póker escondiendo cartas y se le cayó el naipe de las manos. El resultado obliga a una renegociación donde todos puedan entrar y no solamente los que piden. Donde todos puedan poner el equilibrio como fórmula y el perdón y el olvido y no la venganza resulten ser el equilibrio de la balanza. El rechazo de la mitad del país es demasiado significativo para que Santos no considere la posibilidad de salvar su idea de paz cediéndole los tratos a otros que admitan a los demás colombianos con sus inquietudes. Santos construyó su paz pensando en la posibilidad de ganarse el Nobel y terminó olvidándose de la necesidad de hacer creíble su proyecto. Montó un plebiscito que no era necesario y no supo vender el producto. El resultado no es que haya ganado el “No”, es que el país quedó dividido rechazando la propuesta de Santos. La paz debe salvarse y la solución es expedita. Debe renegociarse admitiendo a quienes no se convocaron a la mesa de paz, y eso no lo puede hacer Santos porque no solo es el gran perdedor sino porque el resultado de haber dividido a la nación lo inutiliza para seguir adelante. Santos debe renunciar a la presidencia si de verdad quiere salvar la paz. Una nueva negociación con representación de los estamentos que fueron despreciados es la única forma de sacar avante esta paz que todos necesitamos. Le tocó el turno, doctor Vargas Lleras. El futuro de la paz lo tiene usted.
Ese texto no es una conjetura individual. Es una crónica que nos dice lo que siente y piensa la gente en Bogotá. Haremos, sin embargo, un brevísimo comentario. El estilo de Gardeazábal guarda algunos giros locales, «le pudo más». El tono es serio por no decir solemne. Tiene un sesgo, «el país de Uribe». Pero vayamos al grano. Ahora sí entendemos a Santos. Su prisa. Quería su Nobel de la Paz. Ese premio no es reconocimiento de sapiencia alguna. Dejémonos de hipocresías. «La presidenta del comité que otorga ese premio, Kaci Kullmann, fue ministra de Comercio y alto cargo de Statoil, la petrolera noruega con intereses en Colombia» (diario ABC, Ramón Pérez-Maura). En el caso de Santos ¿se debe el “No” a las concesiones presidenciales a las FARC para llegar a tiempo al premio? ¿Por eso la prisa? Con todos mis respetos, ¡qué frivolidad! Y novecientos mil dólares. Este escándalo lo van a cantar las cumbias. Qué difícil es salir de Macondo.
Hugo Neira