Berit Knudsen

Responsabilidad ante un Gobierno irresponsable

Empresarios deben evaluar su rol como promotores de la economía

Responsabilidad ante un Gobierno irresponsable
Berit Knudsen
05 de mayo del 2022


Los resultados de las elecciones presidenciales de 2021 parecen no quedar totalmente claros. Hasta hoy algunos no escuchan o no entienden el verdadero mensaje que la población marginada envió por medio de su voto. Más de 25 millones de electores hábiles fueron, o no, a votar por un nuevo gobierno. Perú Libre obtuvo 2.72 millones de votoss en primera vuelta, menos del 11%; y 8.84 millones de votos en segunda vuelta, equivalente al 35% del total. Sabemos también que todos los partidos de izquierda sumados habían logrado una cifra similar a la de Perú Libre en primera vuelta, por lo tanto, en ellos recaería una buena dosis de responsabilidad respecto a los problemas que actualmente enfrentamos. Hoy que la izquierda progresista ha perdido su cuota de poder, tiene que asumir su compromiso y no acusar a Perú Libre como único causante de la crisis y el desgobierno. 

Pero la suma de los votos de Perú Libre y la izquierda progresista en la primera vuelta no alcanza la cifra que lleva a Pedro Castillo al gobierno. Este es el tema que parece no ser entendido por todos en la oposición, ni tampoco por algunos medianos y grandes empresarios. El triunfo de Perú Libre no hubiera sido posible sin los votos de protesta de las clases más necesitadas, cuyas economías se vieron especialmente agravadas por la pandemia. Es justamente en las urnas donde estos sectores han expresado el verdadero sentimiento popular que debemos escuchar. 

Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del INEI el 1% de la población pertenece al nivel A, y si se le suma el nivel B alcanzan el 10%. Estos mismos informes de la Enaho indican que de 2019 a 2020 la población en situación de pobreza monetaria pasó del 20.2% al 30.1%, y que para 2022 ha alcanzado al 33.3%; pero más grave aún es la situación de la población en estado de pobreza extrema, que pasó del 2.9% al 5.1%. Estas son solo cifras, igual que el crecimiento en el PBI del 13% del que tanto se ufana el Gobierno. Los pobres son familias con ingresos mensuales menores a S/ 1,440; mientras que las familias con ingresos mensuales inferiores a S/ 764 viven en condiciones de pobreza extrema. Hablamos de más de 11 millones de personas, seres humanos que no cuentan con los medios suficientes para subsistir. 

Mientras el voto de la izquierda progresista los convierte en copartícipes de la problemática actual, el voto de la población en estado de pobreza no puede tildarse de irresponsable, incompetente o ignorante, porque eso se llama necesidad, sensación de abandono, reclamo, protesta, hartazgo e impotencia. Si alguno de los 11 millones de pobres escuchó el mensaje de un “profesor” que les habló directamente sobre una realidad con la que se sintieron identificados, en medio de una situación económica abruptamente agravada por la pandemia. ¿No resulta comprensible que elijan creer en promesas que sintieron como una esperanza? 

Hemos escuchado las protestas en Huancayo, donde algunos hicieron extensivo su reclamo a la gente de “la capital”, incitándolos a sumarse a las provincias, justamente porque sienten muy lejana la realidad de Lima. Ellos no entienden de institucionalidad, no entienden de macroindicadores ni cifras que ponen en una misma canasta a personas con una situación política, económica y social diametralmente opuesta. 

En muchas regiones aún se conserva el principio de la “reciprocidad” como aspecto esencial de la cultura andina, que se sustenta en las tradiciones. En una sociedad donde no existía el dinero, la reciprocidad prevaleció como elemento mediador entre sus integrantes, comprometiéndolos colectivamente a participar en actividades comunitarias para garantizar relaciones duraderas. Hasta ahora, en muchos pueblos la comunidad entera participa en la construcción de una vivienda, como un acto comunitario de reciprocidad que tiempo más tarde seguirá beneficiando a otros miembros.

Por ello, cuando el presidente Castillo accede a viajar a Huancayo para atender a un Consejo de Ministros Descentralizado, no importó que por temor haya ido acompañado por más de mil efectivos policiales, lo que importó fue que la máxima autoridad se hizo presente para hablarles en su territorio. ¿Ese pueblo está esperando algo a cambio? Obviamente que sí. El presidente ha quedado recíprocamente en deuda respecto a todo lo prometido, pero el pueblo es noble y respeta estos y otros principios. Las aguas y la población se han calmado, esperarán y seguirán tranquilos hasta que aparezca un nuevo detonante. 

Recordemos que sólo 14 de los 25 millones de peruanos en edad para trabajar (PEA) cuenta actualmente con un ingreso fijo. De los peruanos que trabajan, 6 de cada 10, solo 2 trabajan para una mediana o gran empresa; el resto labora en las micro y pequeñas empresas, que representan el 99.5% del total. Esa es la clase media que sustenta el crecimiento económico del país, informal muchas veces. Estos emprendimientos, que fueron los más golpeados por la pandemia, desaparecieron o no pudieron recuperarse al mismo ritmo que las grandes empresas, lo que sigue acrecentando las brechas. 

La crisis política, económica y social parece no ser un atributo exclusivo de los países latinoamericanos; informes recientes indican que este nuevo tipo de pandemia ha alcanzado niveles mundiales. Por ello muchos empresarios reevalúan su propio rol, ya no solo como promotores de la economía y la generación de impuestos, que hacen sostenible los presupuestos de las naciones. Hoy es evidente la necesidad de contar con la participación de las empresas, los empresarios y la clase dirigente para garantizar la eficacia y eficiencia en el desarrollo de los estados, con una actitud responsable que contribuya a acortar las brechas.

Berit Knudsen
05 de mayo del 2022

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