Jorge Varela
Reflexiones acerca de lo infinito
Borges, Spinoza y Teilhard de Chardin
Contra la fuerza gigantesca del destino estamos indefensos, supeditados a su devenir y a sus ritmos, observando esa huella insondable que va esculpiendo en las dimensiones del multiverso y en la historia humana, esas que -fuera de nuestro control- conformamos como partículas.
¡Cuánto misterio hay en el destino! ¿Será que éste es ese ser que los humanos buscamos con afán y algunos con desesperación? o ¿es solo su huella, su rastro, su aroma más intenso y profundo? He aquí un fundamento lógico para pensar en un ser superior y sus atributos, un ser cuya esencia es la vida.
Surge entonces otra consideración: ¿terminaron ya todas las fases de la obra de creación orgánica e inorgánica? ¿O es que somos incapaces de presentir hacia dónde vamos proyectados?
Destino e infinito
El destino puede ser desafiado, pero no vencido. ¿Cómo vivir y convivir según sus leyes y su energía apabullante? Esa energía que desata lo telúrico, el fuego, las tormentas, los vientos, lluvias y mareas, -que se encuentra en la naturaleza circundante y está inserta en nuestra corporeidad-, que explica la existencia paralela de un orden y caos natural. Tras la furia de dichas fuerzas desatadas, ¿de dónde proviene la calma que antecede y sucede al caos? ¿Eso que denominamos destino es un continuo de flujos y reflujos sin sentido?, o ¿es una imagen-espejo de lo infinito?
Y la violencia que coexiste con la vida: ¿es un estado consustancial o la versión característica de lo irracional, de esas bestias que encarnamos y rechazamos ser?
¿Cómo actuar de modo autónomo en espacios desconocidos y en expansión? Desde esta perspectiva es posible entender la idea de “voluntad de poder” nietzscheana y los bordes del principio de libertad.
Atributos divinos infinitos
Jorge Luis Borges explicaba que para el filósofo Baruj Spinoza: “Dios es una sustancia infinita que consta de un número infinito de atributos. Uno de ellos es el espacio, o lo que llama la extensión, y el otro, el tiempo, o lo que llama el pensamiento. Pero, además, hay un número infinito de otros atributos. A nosotros solo se nos ha dado sentir dos: el espacio y el tiempo. Entonces, yo decido abrir los dedos de esta mano, y eso es el pensamiento. Luego, yo abro lentamente los dedos, y esa es la extensión, el espacio. Pero, paralelamente, en otra serie ocurren infinitas otras cosas que ni siquiera podemos concebir. Y eso vendría a ser el Universo”. (Jorge Luis Borges, conferencia en la Sociedad Hebraica Argentina sobre Baruj Spinoza, abril de 1985, diario ‘Clarín’, 27 de octubre de 1988) (Spinoza por Borges, reproducido por Antonio Romano V.)
Orden y caos
¿Tiene orden el infinito? o ¿lo caótico es su identidad? Sobre las cabezas de nuestros antepasados han ocurrido eclosiones, fenómenos y sucesos que tuvieron lugar hace millones de años luz y que van desde el nacimiento esplendoroso de estrellas y planetas hasta su ocaso. Si de noche miramos al cielo a primera vista veremos galaxias, astros y estrellas resplandecientes; no divisaremos agujeros negros ni la colisión y explosión entre cuerpos celestes o su extinción al devorarse entre ellos.
El curso de la cosmogénesis
Así es el fluir de la denominada creación evolutiva o evolución creadora de Teilhard de Chardin, esa en que la energía de la creación y la chispa del caos se alternan para alimentar y perturbar el orden cósmico; mientras las galaxias y estrellas se expanden o pierden luz, el orden pone calma y contiene al caos.
Según Teilhard de Chardin “la persona humana está radicalmente incluida en un Universo en evolución, en un Universo que se va construyendo: ‘la Cosmogénesis”. Teilhard concibió a “la persona como etapa de desarrollo, como superadora de la estrechez del individuo, como sujeto de actitudes éticas universales y como centro de unificación de todas las fuerzas cósmicas”. Si concibió al hombre como parte de un todo cósmico en evolución y evaluó las consecuencias que para el ser humano y la humanidad tienen las perspectivas físico-biológicas en las que éste se mueve, ¿bastará con que nos propongamos huir del planeta Tierra hacia el cosmos, como ha propuesto Elon Musk?. Aunque nos dirijamos hacia otros destinos planetarios en busca de lo infinito, nuestras precariedades físicas e intelectuales-psicológicas difícilmente nos abandonarán. ¿Será que la ‘inteligencia artificial’ vendrá en ayuda de nuestra humanidad desfalleciente?
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