Eduardo Zapata

Reality político y autosubversión estatal

Reality político y autosubversión estatal
Eduardo Zapata
10 de julio del 2014

De cara a los procesos electorales 2014-2016 (y más allá)

De pronto –y más allá de razones objetivas- una oleada de moralización parece habitar entre nosotros. Sobre hechos y personajes cuya trayectoria conocíamos hace tiempo, pero ante los que parecíamos habernos encogido de hombros. Pero también ante inéditos personajes con pecados conocidos o por conocer.

De pronto, repito, todos los pecadores (y no pocos analistas) nos sentíamos redimidos al encontrar a los ´culpables´ de la corrupción. A pesar de que esta tenga siempre dos caras: la del corruptor y la del corrompido.

Pero eso no importa. Las encuestas exigían moralización y –como Dios es peruano- todas las autoridades parecen haber despertado al unísono de su largo letargo.¿Coincidencia?

Volvemos, entonces, a la lectura de signos políticos. Y volvemos sobre dos conceptos acerca de los que hemos insistido en esta columna. Se trata de los conceptos de autosubversión gubernamental y reality político.

Decíamos: “Solemos hablar de conflictos sociales, de violencia y aun de subversión. Todos ellos problemas ciertamente preocupantes. Pero poca atención prestamos a un concepto matriz que es aquel de autosubversión de Estado. Esta autosubversión ocurre cuando se produce la concentración de poderes, la usurpación de funciones y el imperio de la arbitrariedad discrecional por parte del Estado. “.

Y decíamos también que: “Cuando es difícil recobrar la confianza basándose en la correspondencia entre palabra y realidad constituye una estrategia de comunicación política confundir y alternar precisamente realidad con ficción. Y buscar simplemente picos de rating político, primeros planos o confianzas emocionales transitorias. A diferencia de los realities televisivos, en la política premios y regalos serían reemplazados por el asistencialismo de los programas sociales. A incrementarse conforme se acerquen las elecciones.”.

Hoy el reality del discurso presidencial ha incorporado un hacendoso y vistoso Ministro del Interior. Al cual vemos mañana, tarde y noche conduciendo operativos quién sabe hasta promisorios. Pero junto a la aparición de este nuevo combatiente, se ha aprobado ya la ley que pone a las universidades en manos del MINEDU, se esbozan leyes de medios y se persiste en eliminar posibles rivales políticos. Claro está, todo esto en el contexto del espíritu moralizador reclamado por las encuestas que nuestros gobernantes dicen no leer.

Pareciese ser que la exacerbación del reality político como discurso presidencial no es un candado para la autosubversión estatal, sino más bien un alimento de ella formulado para la perpetuidad de “la moral” en Palacio de Gobierno frente a la “corrupción” que pareciese campear por doquier.

Estas son las ventajas –lo dijimos- de los realitys: confundir y alternar precisamente realidad con ficción. El tema de fondo sigue siendo si la pertinacia en detentar el Poder bajo este formato no ha de abrir –más allá de los resultados de las elecciones 2014, 2016- espacios legítimos de frustración e indignación capaces de atentar contra la institucionalidad y gobernabilidad del país.

Por Eduardo Zapata

Eduardo Zapata
10 de julio del 2014

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