Eduardo Zapata
¿Quién…?
Nuevas tecnologías de información obligan a formar nuevo tipo de maestro
¿Estarán los maestros que operan hoy en las aulas en condiciones de hacer frente eficientemente a estudiantes signados ya por la electronalidad?
“Quién, dice qué, a quiénes, para qué, cómo, cuándo y dónde. La respuesta a estas preguntas es el quid de toda reforma educativa y ello presupone diagnósticos REALISTAS como punto de partida”, decíamos en un artículo anterior.
Antes de seguir leyendo estas líneas, les ruego no tomarlas como absolutas, pero sí como un esfuerzo para elucidar la realidad necesaria. Ciertamente hay maestros dignos de elogio.
Todos sabemos que el quién ulterior de la educación es el Estado. Con su burocracia ineficiente, pasadista y mal preparada. Pero el verdadero quién con el que se enfrenta el estudiante es el maestro de aula. Y esbocemos aquí cuál es su realidad actual como producto de su devenir en el tiempo.
Hay dos profesiones –que salvo honrosísimas excepciones de auténticas vocaciones- han significado opciones por default para miles de jóvenes. Ser policía o ser maestro de escuela aseguraba un sueldo bajo, pero tenía la recompensa de la estabilidad y de la casi nula medición de resultados.
Para el caso de los maestros, proliferaron facultades de educación e institutos suspendidos en el tiempo respecto al avance de la ciencia cognitiva y permeables –unos más que otros- a la concesividad de los enseñantes o instructores. La enorme demanda bastaba con ser satisfecha –con prescindencia de la profundidad en los cursos- con el ansiado título que ponía a nuestros hijos en sus manos.
No hay necesidad de datarlo, pero recordamos que en un tiempo para ingresar a un Instituto Pedagógico se llegó a pedir 13 como nota mínima. Pero como los postulantes no accedían a esta nota, se bajó a 09.
Ni qué decir de los avances –pero también limitaciones- de la llamada psicología cognitiva. Que se trasladó pauperizada a la pedagogía y que proponía que todo pensamiento y conocimiento se reducían al lenguaje verbal y que no existían otras formas de pensamiento. Nos referimos al pensamiento visual, auditivo, olfativo y demás. No bastó –por ejemplo- que el propio Einstein reconociese que la parte más creativa de su pensamiento era de origen cinestésico.
El gobierno anterior logró imponer la Ley de Carrera Pública Magisterial. La meritocracia. Y del universo total de maestros –de los pocos que se atrevieron a ser evaluados- aprobó y fue nombrado solo un porcentaje de ellos. Sabemos que el actual gobierno primero paralizó estos concursos y a la fecha no se ha realizado un solo nombramiento. Solo se les ha contratado. Idel Vexler nos informa que son 70,000 los contratados.
Más allá de esa realidad que nos habla de una paupérrima formación pedagógica en facultades e institutos pedagógicos, una revisión simple del curriculum cursado por los maestros nos muestra cuán alejados están estos cursos de los estudiantes que hoy se tienen en aula. Si a esto le sumamos que muchos eligieron el oficio por default, es claro que por más cursos y capacitaciones que se realicen, los maestros que tenemos en ejercicio no son los personajes indicados para llevar a cabo la “Reforma Educativa” de la que se nos habla y menos para hacer frente a estudiantes cuya plasticidad cerebral y modo de producir sentido han cambiado por influencia de los profundos cambios culturales producidos por las tecnologías de la información.
Digámoslo con claridad. Las nuevas tecnologías de la información obligan a la formación de un nuevo tipo de maestro. Con los actuales, estamos inhibiendo competencias y habilidades de nuestros hijos, en vez de alentarlas.
La resultante, deserción escolar y pobre aprendizaje. Inseguridad alimentada en nuestras calles.
Por Eduardo E. Zapata Saldaña
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