Hugo Neira

Nuestra era oscura

No vamos hacia una autocracia, ya estamos en ella

Nuestra era oscura
Hugo Neira
02 de junio del 2019

 

«Que la imagen de tu porvenir no te confunda jamás. Incluso si te rodean
diversos hechos deplorables, y no pese en tu ánimo ni el pasado ni el futuro,
piensa en el presente. Es eso
lo que te concierne».

 

Sí, pues, un pensador de una época muy confusa, Marco Aurelio, emperador y célebre filósofo estoico. Descubrí a los estoicos cuando intentaba entender a Karl Marx y me intrigaba que su tesis en la Universidad de Jena estuviera dedicada a Demócrito y a Epicuro. De ahí proviene su materialismo. Es decir, buscar la causa de las cosas sin intervención de dioses. No estudié filosofía, pero Epicteto me acompañó a lo largo de mi vida. En Lima, de ese filósofo griego solo hablaba con Fernando Fuenzalida. Está de más decir que lo echo de menos. Esos moralistas formaron la élite que permitió la victoria política del cristianismo.

Los estoicos estaban convencidos de que la esperanza era un obstáculo a la inteligencia. Por mi parte tomo esa idea por dos razones. La primera, me enferma esa actitud en la vida peruana, ser, como se dice, positivo. En el nivel personal o familiar, tiene sentido. ¿Pero para lo social? Me temo que sea un pretexto para evitar ver la realidad. Un mecanismo extraño que consiste en mentirnos a nosotros mismos. ¿Una manera de evitar el estrés? Puede ser. Les voy a consultar a mis amigos psicoanalistas Mati Caplansky, Moisés Lemlij y Max Hernández.

Nunca hemos tenido algo parecido en la vida peruana. Había élites y había pueblo. Y si las élites fallaban, quedaba la sapiencia del pueblo que enderazaba las cosas. De las élites en política pienso en la que acompañaba a Víctor Raúl Haya de la Torre. O la que, más tarde, escoltaba a Alfonso Barrantes. Es decir, Jorge del Prado, Genaro Ledesma, Ricardo Letts, Ricardo Napurí, Edmundo Murrugara, Hugo Blanco, Javier Diez Canseco y Béjar, antes y después de la guerilla. En fin, no me ocupo en estas líneas de los avatares de la izquierda, escribo calamo currente (rápidamente). Pero no olvidaremos a Luis de la Puente Uceda que fue a inmolarse en Mesa Pelada. Había izquierda. Eran los días de los frentes obreros, campesinos y juveniles. No de Amauta, sino de Marka.  No una, sino como 13 a 15 organizaciones que iban de 4,000 afiliados a 100,000. Nada que ver con lo que hoy ocurre.

En una reciente entrevista que me hicieron dije que «lo que más me preocupaba era la gran brecha actual entre el país político y el país real». En esa época no era de «izquierda» la gente venida de La Inmaculada o algún colegio secundario de curas. Lamentablemente los de hoy tomaron de la Iglesia y el catolicismo lo que es justamente lo menos útil para una vida democrática. La vanidad de ser dogmáticos. Han trasladado conceptos absolutistas al mundo de pluralismos que son las ideas políticas y sociales. Y cuando se acercan a algún mandatario, sus consejos apuntan a una guerra civil, bien a la peruana, «estrategia solapa». Inconfesable.

El resultado ha sido veinte años en que auparon al sillón presidencial a improvisados que no entendieron ni el poder, ni las necesidades sociales, ni a los peruanos. En cambio, no diré que la corrupción es su culpa. Eso es otro crimen colectivo. Tiene que ver con la ambición del dinero. Y no solo del poder. Pero dudo que el interés del poder para tener dinero desaparezca. No de inmediato.  

Si hoy no existen las élites a la vez cultas y con doctrinas políticas (sean las que sean, de ácratas, marxistas a liberales o conservadoras), ¿queda la posibilidad de la inteligencia colectiva? Es decir, el pueblo. Temo que eso también ya no cuenta. Por una razón: el colapso de la educación estatal peruana. Lo he dicho anteriormente.

Un periodista me pregunta: ¿Cuáles son esos yerros que nos ponen hoy al borde del abismo? Respondo: «Estamos ya en el abismo. Hubo una buena educación para hijos del pueblo. Estudié en el Melitón Carvajal y era una estupenda secundaria. ¿Qué pasó? Hace 30 años que dejamos de tener un esquema normal de aprendizaje. Eliminaron los cursos de Química, Física, Lógica, Historia del Perú, Historia Universal, Literatura. Nadie ha hecho eso en otro país. Ni Gramatica ni Lógica. Esos cursos, servían para cultura general y para aprender a razonar. Hoy, en los tests internacionales de PISA, somos «los últimos de la clase» (Nicolás Lynch).

Aquí todos han fallado. Los 3.7 millones de jóvenes que llegan a las urnas, entre 18 y 24 años de edad, han tenido la peor formación del planeta. En otras palabras, se olvidaron de educar al soberano. Sartori decía: «la democracia es el mejor de los regímenes, siempre y cuando tenga ciudadanos cultos».

Pero a ese vacío cognitivo —creen que tienen secundaria y no la han tenido— se suma otra plaga. Mi argumentación toca costumbres, modas, mentalidades. Se supone que la mayoría de peruanos son cristianos. Estadísticamente lo son. Pero el cristianismo se afianza en la idea de que el espíritu de Jesús resucita en cada uno de nosotros a través de la persona singular que somos. Desde eso que llamamos "alma", capaz de un progreso infinito a través de su propia educación. De una manera general, los seres humanos nos alejábamos de la bestialidad tras la lectura y lo que se llama introspección. La consciencia de sí mismo. Sin embargo, en la vasta ciudad, además de iglesias vacías (salvo algunas fiestas), lo que veo es gente que camina con un aparato en la mano y siguen, paso a paso, indicaciones y mensajes. Se diría una procesión. Un dios llamado celular.

En un país de pésima formación, donde no se lee, la tecnología nos dicta los juicios morales. Mezclados con las noticias, también se decide quiénes son "decentes" o "indecentes", buenos o malos. En todo eso, yo no veo progreso sino el fin del individuo y una forma light de conformismo, y la muerte de la introspección.  O sea, ya no se piensa. Otros, desde las emociones, te  ponen ideas y prejuicios.

Me dirán que eso ocurre en cualquier país. Cierto, pero en otras sociedades la cultura digital daña menos porque se ha educado en la cultura de la lectura. Y saben dudar, criticar, separar lo cierto de lo falso. No es nuestro caso. Las redes son el lugar de la protesta y también el lugar para embarullar, entrampar, oscurecer, el chisme, el dime y el direte. Del complot y la maquinación.

Me preocupa. La democracia está amenazada por el intríngulis y el tejemaneje de cada día. Lo está el Perú, la Patria, la República. Esa cita —colectiva— del 2021, no es cualquier cita. Vale recordar que en el anterior Centenario, en 1919, aparece la Generación del Centenario: Jorge Basadre, Porras Barrenechea, Moreyra y Paz Soldán, Luis Alberto Sánchez, Ricardo Vega García, etc. Todos increíblemente jóvenes. Lo siento, en ese terreno, en lo espiritual, hemos retrocedido. En 1919 se aplaudía a los inconformes. Hoy lo que se luce son los incondicionales. No vamos hacia una autocracia. Ya estamos en ella. Leguía II en el sombrío horizonte. Espero equivocarme.

 

Hugo Neira
02 de junio del 2019

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