Alejandro Arestegui
Milton Friedman…y los colegios profesionales
Una reflexión y crítica al proyecto de creación del colegio de politólogos del Perú
La semana pasada, numerosos politólogos han comentado en forma muy desfavorable el cuestionado proyecto de ley 484/2021-CR, el cual pretende establecer un colegio de politólogos del Perú, entidad de derecho público a nivel nacional con sede principal en Lima y con sedes regionales descentralizadas en los diferentes lugares del país.
Hemos visto numerosas, acertadas, razonables y bien fundamentadas críticas por parte de estudiantes, profesores y autoridades de las nueve escuelas de ciencia política que actualmente existen en el país, sin embargo, el análisis que ofrezco a continuación al mencionado proyecto proviene del lado liberal, para ser más precisos, de las lecciones que el Premio Nobel de economía en 1976, el americano Milton Friedman, nos dio en sus ejemplares escritos.
Su interesante posición acerca de los colegios profesionales, gremios y sindicatos de una determinada ciencia, oficio, arte o profesión las podemos encontrar en su libro “Libre para elegir”, en la que Friedman explica con magistral detalle el daño que estos colectivos hacen a la sociedad. Para empezar, Friedman se remonta a la antigua Grecia, cuando unos 20 años después de la muerte de Hipócrates, el padre de la medicina moderna, sus alumnos y discípulos se juntaron para concertar lo que sería el primer lobby de la historia conocida, a través del llamado “juramento hipocrático”, no solamente se establecieron bellos principios y nobles ideales de dedicación y cuidados hacia el paciente, sino que por el contrario, se establecía específicamente que sólo se podría transmitir el arte de la medicina a otros colegas, a sus hijos o hermanos, pero a ninguna otra persona ajena a ellos.
Estamos pues ante un equivalente moderno de un sindicato único, el cual impone un criterio de exclusividad y que monopolizaba ya desde tiempos de los griegos el ejercicio de una profesión bajo una licencia exclusiva y obligatoria. Dicho juramento sigue siendo empleado hasta nuestros días, incluso en países “avanzados” como los Estados Unidos, en dicha nación, la Asociación Médica Americana desde hace décadas ha monopolizado el ejercicio de la medicina en Norteamérica, limitando el número de médicos y de licencias emitidas a estos, manteniendo caros los costos de tratamiento e impidiendo la competencia de médicos extranjeros con los nacionales, lo peor de todo es que todas estas trabas y restricciones se hacen el nombre de la protección y salvaguarda de los pacientes, simplemente el colmo.
Volviendo a los colegios profesionales, gremios o sindicatos únicos, estos eran, en palabras de Friedman, los rezagos de una sociedad preindustrial del ayer, propio del tiempo de los gremios medievales, las ligas de artesanos bizantinas e incluso, de los tiempos en los que se creó el juramento hipocrático, hace ya dos mil cuatrocientos años. La tesis planteada por Friedman es clara y sencilla: cualquiera con los conocimientos, habilidades y destrezas para poder desarrollarse un oficio, arte, ciencia o profesión debería poder ejercerlo libremente con la simple contraprestación de sus honorarios y demostrando, en el peor de los casos, su título universitario, bastando este documento para demostrar que es alguien versado en una profesión determinada.
Hoy en día para la mayoría de las profesiones existen colegios profesionales, los cuales otorgan las colegiaturas, o en otras palabras, permisos exclusivos para poder ejercer la profesión en un determinado lugar y por un determinado tiempo, sin ese documento cualquier persona por más instruida y capaz que sea estaría cometiendo un delito denominado “ejercicio ilegal de la profesión” (contenido en el artículo 363 del código penal), el cual en teoría protege a la mayoría de profesionales, sin embargo a largo plazo termina perjudicando a los consumidores y clientes finales. Si bien es cierto que en nuestro país tenemos colegios profesionales que funcionan relativamente bien, esto no significa que cualquiera de estos días personas inescrupulosas, sedientas de poder, llenas de ambición y avaricia conviertan a su colegio profesional en un nido de ideologización, corrupción y de lobby político (similar a lo que hizo Perú Libre con el colegio de Médicos de la región Junín).
De hecho, los colegios profesionales tienen respaldo constitucional, dentro del artículo 20, el cual indica que un colegio de profesionales es una institución autónoma con personalidad de derecho público que obliga a colegiarse a quienes pretendan ejercer su profesión. En el Perú existen colegios profesionales, algunos con menor o mayor importancia. Entre tenemos algunos conocidos tales como el Colegio de Médicos del Perú, el Colegio de Ingenieros, entre otros. Paralelamente a ello existen también otros colegios profesionales que no otorgan licencias para el ejercicio de la profesión, solamente son una especie de barrera burocrática para postular y obtener puestos laborales, sobre todo públicos.
El proyecto en cuestión, promovido por el congresista José Elías Ávalos de Podemos Perú, se justifica que con el funcionamiento de este nuevo colegio profesional “las diversas entidades estatales podrían contar con asesores calificados. Este proyecto se viene debatiendo desde muchos años (la última vez en 2019), pero por temas políticos no se aprobó”, esta propuesta contó con el apoyo de los congresistas también miembros de la comisión de educación José Jerí Oré (Somos Perú), José Balcázar Zelada (Perú Libre), Luis Cordero (Fuerza Popular), Alex Paredes Gonzáles (Perú Libre) y Tania Ramírez García Tania (Fuerza Popular), apoyaron la propuesta. Como vemos, congresistas de bancadas populistas y sin criterio son los que promueven este tipo de descalabros legislativos, promovidos desde la demagogia política y no desde la practicidad o utilidad de las leyes.
Como conclusión, debemos aprender las lecciones que Friedman y la propia realidad nacional nos demuestran, el prototipo de politólogo que se describe en el proyecto de ley 484-2021 solo incluye a burócratas, gestores públicos y políticos partidarios y de sus campañas electorales, dejando de lado a los académicos de diversos campos que también ejercen la profesión en espacios educativos, instituciones públicas y privadas, sobretodo los asociados a mineras, proyectos sociales, encuestadoras o empresas e incluso organizaciones de ámbito internacional, además de que los licenciados en ciencia política no provienen de un mismo molde, que en algo tan humano y social como la ciencia política es imposible estandarizar a esta profesión, máxime si se busca obtener aportaciones cada vez más originales y espontáneas de los politólogos y sus aportaciones a la mejora de la gobernabilidad del país.
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