Juan C. Valdivia Cano
Milei y Argentina (I)
Algunas ideas sobre el pensamiento libertario y la cultura de la libertad
¿Cómo ha sido posible un presidente liberal libertario –convicto y confeso– en el país con más izquierdistas, estatistas, intervencionistas de América Latina? Si se responde que eso se debe a que los argentinos estaban hartos del kirchnerismo, (es decir de intervencionismo, peronismo, populismo, etc) como única o principal explicación, entonces cabe preguntar: ¿Y por qué no ocurre lo mismo en la gran mayoría de países latinoamericanos? ¿No se dan análogos problemas de política económica, con diferentes matices?
¿Y por qué en la misma Argentina eso ha sido posible recién hoy después de 80 años de keynesianismo, control de precios, inflación sobrecargada, impuestos a granel, tremebundo déficit fiscal, paupérrimo PBI, 45 % de pobreza e inevitable corrupción?. Quizá el mismo Javier Milei tenga la respuesta…y la pregunta: “¿Cuál es la diferencia entre un loco y un genio?“, le pregunta Milei a su entrevistador Alejandro Fantino, cuando era candidato a la presidencia. Y él mismo se responde: “el genio tiene éxito”
Es evidente que cualquier problema, como los que tenemos en América Latina, son suficientemente complejos como para que podamos pensar en una sola respuesta, en una sola causa. Pero eso no impide que podamos jerarquizar el peso y priorizar la incidencia de esas posibles causas : mi respuesta es que la preponderante –aunque no única– es la importancia que tiene y la poca que se le da al individuo, el de carne y hueso, la persona concreta, “la minoría más pequeña”, como dijo politóloga Gloria Alvarez, en brillante discurso en Montevideo.
Se refiere obviamente a ese ser único o singular e irrepetible que somos –virtual o actualmente– todos y cada uno de los seres humanos. Y el problema concreto de los individuos concretos en nuestros países –en penoso contraste con su importancia– es su paradójico menosprecio u olvido. Máxime si se tiene en cuenta que todo el sistema democrático liberal se ha pensado y diseñado para proteger a ese ser olvidado, especialmente del poder del Estado. La lucha por la libertad es la lucha del individuo contra los abusos, los excesos, y la intromisión del poder del Estado en asuntos que no le competen. Y de no hacerlo bien en lo que sí le compete.
Hay un rasgo exclusivamente humano donde reside su propia riqueza: su singularidad como individuo y como especie, por ser único e irrepetible . Lo que impide que se pueda hablar de “igualdad” a secas, como si se tratara de un rebaño de mansas ovejas, como el resentimiento de los igualitaristas lo insinúa e incluso lo señala expresamente. Para un libertario se trata de “igualdad ante la ley”, que no es lo mismo que “igualdad” a secas.
Principio, el de igualdad ante la Ley, concebido por los atenienses que lo crearon hace más de veinte siglos con el nombre de Isonomía: momento fulgurante en el que, gracias a ese principio, se crea la democracia. Fernando Savater lo considera el momento más relevante en la historia política de Occidente, en un libro muy instructivo y ameno, no solo dedicado sino escrito para su hijo Amador, en el capítulo “La gran invención griega” (“Política para Amador”. Ariel, México, 2014, pág.55 ).
Según ese principio todos los individuos, sin negar sus diferencias, son libres e iguales ante la ley y deberíamos tener los mismos derechos y deberes, el mismo trato ante ella sin discriminaciones ni privilegios de ningún tipo (raza, sexo, religión, color, etc) a pesar de nuestras múltiples diferencias o desigualdades o por ello mismo: Isonomía. Los seres humanos somos desiguales en muchos aspectos, algunos fundamentales (hay humanos más o menos inteligentes, más sensibles o menos sensibles, más generosos o más mezquinos, más valientes o más cobardes, más vivos o menos vivos, más fuertes o más débiles, más brillantes o más mediocres, etc, sin hablar de las diferencias físicas y culturales o las de vocación u ocupación).
Pero por ser libres y autónomos podemos tratarnos como iguales ante el derecho por libérrima y democrática decisión, si nos apetece. No que algún día todos seamos igualmente inteligentes y capaces y ganemos todos el mismo sueldo, y todos midamos 1.70, porque ese día no va a llegar. Y el problema del socialismo, del estatismo mejor dicho, es que no acepta esa realidad, o finge no aceptarla. Los hombres son desiguales. Está en su más profunda naturaleza.
Pero volviendo al sentido de individualidad –y a su diferencia con el individualismo, que es peyorativo socialmente– ese descubrimiento o invención moderna que nace en el Renacimiento, quiero citar a un gran jurista injustamente olvidado a pesar de sus tan fructíferos aportes: Luis Recasens Siches, quien aclara lo que es “el individuo de carne y hueso” en relación a “la sociedad”.
Se debe tener en cuenta que la vida humana auténtica propiamente tal, es siempre la vida de un individuo. Nótese que la sociedad no es un ente con realidad substante (propia) con existencia independiente de los individuos que la componen. Las únicas realidades subsistentes son los hombres vivos, individuales, que integran la sociedad . El ser del individuo consiste en un ser para sí mismo y en un ser autónomo, libre. Por eso, la colectividad debe respetar el modo de ser peculiar de éste, en los valores propios que le están destinados y debe respetar su autonomía ( Introducción al Derecho pág. 330. Ed. Porrúa. Méjico. 1993 )
Hay que pensar en el individuo ahora que se habla de “justicia social” y en contraste con ella, porque se habla como si “lo social” o “la sociedad” existieran con vida propia, con voluntad e inteligencia propia. “La sociedad” no puede ser justa o injusta; solo es un concepto, una palabra producto de una operación mental, una creación del intelecto humano que consiste en ubicar puntos comunes a partir de un grupo de individuos o cosas concretos (generalización) eliminando mentalmente todas sus diferencias, (abstracción).
Por eso cuando hablo de “la persona humana de carne y hueso” y del “ individuo concreto” todavía suena demasiado abstracto y algo estereotipado seguramente. Toda generalización es abstracción. Por esa razón hay que ponerle nombre y apellido específico a ese ser único, singular e irrepetible que llamamos persona, matando la generalización-abstracción: Javier Gerardo Milei, es el que propongo aquí. Es a través de su figura (que ha adquirido relevancia internacional en la reunión de Davos) que vamos a desarrollar nuestras ideas respecto al pensamiento libertario, a la “cultura de la libertad” , siguiendo a Mario Vargas Llosa. El maestro Alberto Benegas Lych Jr. (máximo exponente del liberalismo argentino) considera a Milei, sin exageración a mi juicio, “el segundo milagro argentino” después de Juan Bautista Alberdi. (Continuará)
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