Eduardo Zapata
Más sobre la meritocracia
Perú necesita es un shock para reformar el Estado
Cuando a algún peruano –particularmente limeño– se le propone algo concreto suele contestar con un desconcertante ¿Sí, no? De donde resulta que allí donde se espera una respuesta asertiva terminamos estando como al principio: en la no asertividad. Y esto nos ocurre también como analistas. En medio de tanta noticia desconsoladora pretendemos ver –sin mirar más allá– solo lo grato de la información recibida.
Y ocurre que esta semana, por ejemplo, hemos recibido la noticia de que el 70% de los maestros ya se encuentra ya en la Carrera Pública Magisterial. Obvio que el dato empodera al maestro en la persecución de sus logros económicos, pues estos dependerán de sus esfuerzos. Y más que obvio, esto acarrea un debilitamiento de intermediaciones sindicales muchas veces ajenas a los intereses de los propios maestros.
Pero siendo cierto, ¿representa este porcentaje una buena educación para nuestros tiempos? ¿Hemos nombrado maestros acordes con la predictibilidad de las competencias y habilidades de mañana?
Otra noticia nos dice que más del 50% de la burocracia nacional tiene ´educación superior universitaria´. Este solo dato nos debería llevar a preguntarnos por qué si estamos llenos de ´maestros y doctores´ el planeamiento y gestión del Estado está de veras pauperizado.
Mención aparte merecen nuestras universidades y nuestros centros de enseñanza superior porque precisamente en sus aulas estamos formando estos cuadros en apariencia superdotados.
La meritocracia como antónimo de corrupción exige que cualquier persona que acepta un puesto público está calificada para realizarlo. Y es claro que esta responsabilidad es mayor cuando hablamos de ministros, consejeros o funcionarios de primer nivel porque su fracaso tiene una repercusión directa sobre millones de personas en términos de pobreza, desempleo y frustración social.
Aceptar un cargo para el cual uno no está calificado no solo es la base de la negación de la meritocracia sino la apertura a aquella corrupción de la que tanto nos quejamos.
Es claro que lo que el Perú necesita es un shock para reformar el Estado; suprimiendo la regionalización atomizada así como sus Cortes. Esa visión nos permitirá evaluar mejor los aciertos y errores de las políticas parciales. Por sus méritos, cada persona debe ser responsable de lo que hace.
COMENTARIOS