Berit Knudsen
Más allá del mal y del bien
La polarización es el mecanismo más usado por las dictaduras
“No más pobres en un país rico”… la polarización entre ricos y pobres, división entre limeños y provincianos, trabajadores y empresarios enfrentados. Estos son algunos de los insistentes mensajes con los que Pedro Castillo azuza a la población en esos discursos con los que se victimiza. ¿Pero qué está haciendo el Gobierno? Nada. Se quejan, protestan y dividen. ¿Cuáles son los resultados? Más de 200 conflictos sociales, 53 de los cuales se encuentran en escalada y acumulación de tensión.
Históricamente las dictaduras han buscado referentes, presentando “lo malo” en contraposición con “lo bueno”. Maquiavelo hablaba de dos grupos opositores: los nobles y la plebe; Marx enfrentó a dos sectores como enemigos: la burguesía y el proletariado; Hitler señaló a los judíos como “lo malo” para investir a la raza aria como “lo bueno”. Presentaron siempre a un enemigo interno para convencer y atraer a las masas.
La polémica entre polos opuestos en el discurso son el mecanismo del autoritarismo. Se fundamentan en los principales temores que enfrentan los seres humanos a nivel individual y grupal: el miedo y el sentimiento de inferioridad. Estos temores que arrastran a los individuos son parte de nuestra naturaleza. Necesitamos ser “lo bueno” para sentir seguridad. Estos temores vencidos colectivamente, otorgan atributos superiores a las víctimas del odio y la división. Este ideal, al lograr identificación, hace peligrar los valores ya que los grupos subordinados abandonan todo tipo de discriminación moral.
En 2003 se publica en el Perú el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, aplicando mecanismos divisionistas que causaron serias críticas al denominar "conflicto armado interno" al terrorismo que nos aterrorizó por mas de dos décadas. Este documento imputa a las Fuerzas Armadas una “sistemática violación de los derechos humanos”, por hechos que fueron reales, pero aislados. Finalmente se atribuyen graves faltas al presidente Fujimori, quien en términos reales acabó con una de las peores etapas de nuestra historia, en la que el terrorismo privó a la población de su libertad y tranquilidad. Pero el verdadero resultado fue la creación del antifujimorismo como “lo malo”, conveniente apelativo que permite a grupos sediciosos participar hoy en el gobierno.
Durante años grupos de estudio analizaron desde diferentes aristas la fórmula para lograr la unidad. Se evaluaron nuestros valores hasta encontrar grandes pilares como la cocina peruana, barras de la selección, monumentos históricos como Machu Pichu, valores de nuestra mixtura cultural, nuestras tradiciones y todo aquello que nos hace sentir orgullosos de ser peruanos.
Pero hoy vemos tambalearse esos mismos principios y valores. La mentira, mediocridad, corrupción, división, deslealtad, clientelismo, incapacidad se vuelven tan frecuentes que parecen normalizados. Es evidente que el discurso propalado por el gobierno de turno está logrando que los grupos subordinados olviden la discriminación moral que debería guiar los actos y pensamientos que promueven el respeto y defensa de los derechos, valores, libertades y la convivencia en armonía.
¿Hasta cuándo soportaremos esta crisis de valores? ¿Cuándo entenderemos que la única fórmula para disminuir la pobreza es la confianza, empleo y un gobierno que trabaje sin corrupción?
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