Juan C. Valdivia Cano
La república confesional (II)
Las particulares relaciones entre el Estado peruano y la Iglesia católica
Otra característica del estado republicano es que se trata de un estado laico. A partir del principio de laicidad, componente fundamental de dicho estado, debe ser ideológicamente neutral frente a todas las iglesias, religiones o ideologías no religiosas, como se dijo. La neutralidad implica que el estado no favorece, privilegia, colabora, persigue, combate, reprime o molesta a ninguna institución religiosa o ideológica, debiendo tratarlas a todas ellas por igual.
Lo único que puede y debe hacer un estado laico, como es teóricamente el nuestro, es garantizar que las diferentes instituciones religiosas o ideológicas puedan ejercer su derecho a practicar sus cultos, ritos o ceremonias, sin que haya impedimento, oposición o violencia contra ellas. Es el Estado el que debe garantizar que cada iglesia y cada religión puedan expresar libremente sus creencias y organizarse de la forma más conveniente según sus distintas cosmovisiones y doctrinas, pero sin ir contra los derechos fundamentales o constitucionales. Hasta ahí no llega, el derecho (a la expresión). Ni ningún derecho.
Al privilegiar o favorecer exclusivamente a una institución -y en qué forma- está discriminando a todas las demás iglesias y a todas las instituciones de carácter ideológico, lo cual hace doblemente inconstitucional este artículo de la Constitución. “Asignaciones económicas para el personal eclesiástico y civil al servicio de la Iglesia Católica, el financiamiento de la construcción de parroquias y colegios católicos, establecimiento de un régimen de exoneraciones y beneficios tributarios, el derecho de enseñar el curso de religión católica, como materia ordinaria en los centros educativos estatales” (Idalid Rojas, op. Cit). Es típicamente confesional: República confesional.
En la práctica, aunque los términos sean un poco vagos, en el artículo 50°, podemos constatar que esta colaboración se hace efectiva de manera muy nítida, como se ha dicho, sin ninguna razón, sin ningún fundamento jurídico que justifique estos privilegios, que se supone se han superado en el paso de la edad media a la organización republicana del estado a partir del Renacimiento y de la Revolución Francesa, de la revolución política moderna en general, pero no aún entre nosotros, como se ve.
La justificación para la violación del principio republicano y del principio de igualdad, mediante el artículo 50°, es que la Iglesia católica es un “elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú” (Constitución Política del Perú, 1993). Frente a esto planteamos dos objeciones puntuales: primero, si de reconocimientos se tratara tendría que hacerse exactamente lo mismo, por las mismas razones, con toda institución o persona que se pueda considerar igualmente “un elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú”, como por ejemplo la cultura andina, o Cesar Vallejo, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre, etc., que también son innegables “elementos importantes en la formación histórica, cultural y moral del Perú”. Y “contribuyeron mejor quizá que la Iglesia Católica a la democratización y modernización del país (…) La carta magna que contiene el pacto de la organización y el reconocimiento y tutela de los derechos humanos nada tiene que ver con espaldarazos históricos”. (Id)
La Constitución no es un documento de reconocimientos y no debe serlo, aun cuando éstos fueran ciertos o bien fundados. Y a todo esto habría que preguntar si de verdad la Iglesia ha contribuido con la democratización del Perú, o ha impedido más bien que se internalicen los valores democráticos, liberales y republicanos, porque ella sabe que le son incompatibles, sin olvidar los graves cuestionamientos que recaen sobre ella, mientras que con respecto a los personajes que hemos citado y otros más, no hay la menor duda que son “elementos importantes en la formación histórica, cultural y moral del Perú”. Sin embargo no se mencionan ni reconocen sus nombres en la Constitución, lo que demuestra la intención de favorecer exclusivamente a la iglesia católica solo por “razones” de poder, como se puede demostrar por la forma como fue aprobado ese artículo por la dictadura de Morales Bermudez, entre gallos y medianoche, después del respectivo concordato. Concordato nulo porque no ha sido celebrado por un gobierno democrático, siendo una condición sine qua non que así sea.
En segundo lugar, si se considera que la iglesia católica “es un elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú” y examinamos el papel que ha jugado en la educación peruana y, en consecuencia, sus resultados hasta el día de hoy, las duras evidencias nos interpelan: ¿se puede considerar que ese aporte ha sido positivo? Solo tenemos que ver los resultados educativos. Estamos de acuerdo con que la iglesia católica es, de lejos, el elemento de más peso en la formación histórica y cultural del Perú, es decir, en la educación de todas las capas sociales peruanas y en la conformación de su visión del mundo. No hay ninguna otra institución que haya influido tanto a este respecto. Se trata de una influencia verdaderamente abrumadora en la educación peruana, solo que, desde nuestro punto de vista, esta influencia ha sido más bien nefasta, como se puede ver por los resultados de dicha educación encarnada en la gran mayorías de los peruanos de hoy, que son verdaderamente calamitosos educativamente, es decir éticamente.
Y no hablamos solo de educación académica estatal. Y sin embargo no hay voluntad política de reformar de verdad la educación porque no se quiere tocar lo esencial: el problema ideológico. Y sin embargo, vivimos la más grande crisis ético política en toda la historia republicana, es decir, crisis de educación, de mala calidad en la educación: problema ideológico ante todo y sobre todo. Si la educación peruana es mala, si el Perú está en los últimos lugares en América Latina y eso se nota, tenemos que preguntarnos quién o qué instituciones, grupos o personas han sido las decisivas, lo que explica la situación educativa por la que pasa nuestra educación en este momento, para no hablar de corrupción en este ámbito, que no es reciente. ¿Cómo hemos llegado a este estado? La respuesta a esta pregunta cae de madura: no hay nadie que haya influido más en la educación peruana, individuo, grupo o institución, que la Iglesia católica. La educación pre republicana, escolástica, mayoritariamente vigente aún, es predominantemente católica.
La educación es mala porque el paradigma fundamental de la educación mayoritaria sigue siendo predominantemente dogmático, acrítico, autoritario, repetitivo, tedioso. Se expresa en variados matices, pero que no difieren de color. Y eso tiene que ver con la cosmovisión mayoritaria. Y de esto es de lo que no se habla ni se quiere hablar, discutir, discurrir, públicamente. La primera democracia en Grecia se construyó discutiendo. Además, como ya insinuamos, tenemos que tener en cuenta la situación en la que se encuentra la institución católica en este momento, empezando por los abundantes casos de abusadores sexuales de jóvenes y adolescentes, que se prolonga retroactivamente por muchos años. En lugar de ser sancionados por su misma institución, han sido blindados y protegidos de manera evidente, clara y decidida por ella y el espíritu de cuerpo, como ha ocurrido con los representantes o directivos más importantes de la organización Sodálite, que ha causado alarma en algunos peruanos y un silencio cómplice en la mayoría.
Esos hechos escandalosamente tristes, han provocado la publicación del libro Monjes y Soldados de Pedro Salinas y Paola Ugaz, donde se dan abundantes pruebas y testimonios de estos graves abusos que se dan en el mundo eclesiástico y que están lejos de ser recientes, aunque sí lo sean sus denuncias . Los autores del libro han sido denunciados a su vez por los eclesiásticos, juzgados y sentenciados por algún magistrado que no difiere en nada de sus colegas de la Santa Inquisición. ¿Se puede pensar que ese elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú es positivo? Importante, decisivo, determinante sí, pero ¿positivo?.
¿Cómo se puede insinuar, como lo hace el art. 50 de constitución peruana, que la iglesia católica ha sido un elemento positivo en la formación cultural y moral del Perú, cuando a la luz de la realidad y de los hechos vemos que es exactamente lo contrario?. La corrupción, la podredumbre, la mediocridad, la trafa y la mentira hace rato que se han socializado en el Perú y han penetrado todos los rincones de esta anómica república más “bamba” que “firme”. ¿No tiene nada que ver con esa vieja educación? Esta es la situación educativa realmente existente en el Perú. ¿De dónde salió?. ¿Cuál es la causa determinante, aunque no sea lo único, de este estado de cosas educativo?
El adjetivo “histórico” que aparece en el artículo comentado tiene una connotación claramente apologética. Pero si concordamos en que “formación” es un sinónimo de “educación” y vemos que sigue la mala calidad educativa (el problema más importante de la sociedad peruana), entonces lo de “importante en la formación” no necesariamente puede interpretarse positivamente. Importante sí, pero no necesariamente positiva: por los resultados los conoceréis. Si tenemos problemas es porque la visión educativa no ha cambiado en absoluto para la mayoría de peruanos en el paso de la colonia a la República, porque la sociedad misma nunca cambió en lo esencial: maneras de pensar, de ser, valores, paradigmas o esquemas mentales… mayoritariamente católicos, es decir pre modernos. Y de lo que se trata es de modernizar la educación, condición sine qua non para mejorar la calidad educativa.
Problema ideológico, problema educativo: esquemas educativos obsoletos, contraproducentes, ineficaces. Sigue el mismo modelo, la misma visión educativa, la misma concepción de la educación pre republicana, que es la expresión educativa de la mayoritaria cosmovisión. Esa que educa en la sumisión, la repetición, la mentalidad acrítica, etc. Una educación que no educa para pensar o reflexionar críticamente sino para obedecer y nada más que para obedecer .
En la segunda parte del artículo se señala que “el Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas”. Pero esa es solo una posibilidad que no se sabe cuándo se actualizará; mientras que la privilegiada colaboración con la Iglesia es una ventajosa realidad para ella, en pecado concebida. Se intenta hacer creer que hay un igual trato a la iglesia católica con respecto a las demás iglesias, inmediatamente después de establecer un mal disimulado privilegio en el inconstitucional artículo 50.
EPÍLOGO
Insistimos en que reconocer el mérito de una institución, constitucionalmente, no solamente no se estila en el derecho comparado, sino que no es papel de la Constitución, ni en su función orgánica o de estructuración estatal, ni en su reconocimiento de los derechos fundamentales. Máxime cuando este tipo de reconocimientos cae en la discriminación anti democrática y en la inconstitucionalidad anti republicana. Y aquí está lo malo, porque así no podremos jamás pasar de republiquetas a repúblicas, a ejemplo de dos o tres países en América Latina. Y lo peor es que dicho artículo no dice una verdad sino una lamentable mentira.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Debray Régis (1998). La República explicada a mi hija, México: Fondo de Cultura Económica.
Capdevielle Pauline (2017). Nuevos retos y perspectivas de la laicidad. México: Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Rojas Ydalid (2000). La posición jurídica del Estado peruano frente al ámbito religioso. Tesis Pregrado. Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.
Constitución Política del Perú (1993)
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