La nueva política práctica

Modelo económico ha tenido éxito, falta ahora un nuevo modelo político.

A los ciudadanos nos han contado un relato. El del crecimiento económico. Es cierto, no hay nada nuevo  bajo el sol. El crecimiento económico no ha sido extraño para nadie. El quintil más pobre aumentó sus ingresos superiores a 34% mientras que el quintil más pudiente en 8%. Por primera vez en la larga historia republicana el barco de Perú, a pesar de los vientos en contra, no está a milímetros de ahogarse. Cada diez años el país sufría los embates de una dictadura o alegatos totalitarios y se volvía recuperar para repetir el mismo ciclo. Cada década era igual, ahogo y respiro.

Por primera vez también en la historia republicana el Perú tiene un enorme presupuesto. Hay 130 mil millones de soles en las arcas fiscales para el 2015. Estamos en una coyuntura crítica, un momento plástico que se puede moldear. O es el futuro o nos quedamos atollados sin aprovechar las ventanas de oportunidad para dar el salto del crecimiento al desarrollo. Pero además nunca antes el país ha tenido los problemas de inseguridad, corrupción, desbordes descontrolados de demandas y conflicto sociales. El modelo económico ha tenido cierto éxito pero falta aún un nuevo modelo político.

También el Perú cambió de piel, por primera vez hay una clase media chola que emerge desde el lado paraestatal y se encierra en la informalidad tanto social, económica y política. Las costuras con el estado se van rompiendo más. Este nuevo ciudadano tiene una nueva cultura económica, más inmediata, sin promesas de futuro y sin cortapisas. Por eso es necesario que la política sea práctica. Allí se encuentra el eje del nuevo modelo político que el país demanda. Los partidos han respondido a las nuevas preguntas del siglo XXI con fórmulas viejas. El pasadismo los ha corroído intentado dar respuestas.

Entonces el nuevo modelo político debe sujetarse a responder de manera más pragmática a este nuevo ciudadano nacido entre el desencanto con la “política tradicional” y la deficiencia de un estado neopatrimonial. Por eso gana Castañeda frente a una Susana Villarán que apostaba por construir ciudadanía desde la cultura. Castañeda es obras puras y duras, ladrillo y concreto. En un país en el que el déficit de infraestructura sobrepasa los 80 mil millones de dólares con cada año creciendo no hay resistencias frente a la política que construye. La ciudadanía se obtiene más rápido cuando hay agua potable, alcantarillado, caminos rurales, que con palabras alimentadas desde los buenos deseos.

A este ciudadano inmerso con todas sus fuerzas en crear riqueza al margen del estado, imbuido en el relato del crecimiento feliz no le gusta para nada que mientras el “cuento” se narre el dinero de “todos” se vaya a los bolsillos de la corrupción o la delincuencia extorsione con total impunidad. Por eso en cierta forma no se equivoca Alan García en recordar que su segundo gobierno construyó mucho más que los dos anteriores (Toledo y Fujimori I y II) como también el de Humala y en apostar por el “Shock Social”. Al final las obras quedan y las palabras se las lleva el viento.

La política debe ser práctica  en el sentido más honesto. La famosa frase de “roba pero hace obras” es solo eso, un invento para descalificar al oponente. Los partidos deberán recomponerse mirando un poco al ciudadano pragmático, a ése que detesta las reuniones, asambleas y peleas internas, informal políticamente. Porque al final del día un puente o una carretera no es más pequeña o grande según la haga la derecha o la izquierda. Cuando el ciudadano circule por este puente o carretera sabrá que la política sirvió de algo, será entonces el pacto entre ese ciudadano y su política eficiente.

Por Iván Arenas

24 – Jun – 2015