La locura por la palta: mind the avocado

Sobre el boom de la palta peruana en Europa

Recuerdo que por la tardes, a la hora del lonche, le pedía a mi madre ir a la esquina de la panadería a comprar paltas. El paltero se estacionaba en la esquina y vendía una palta fuerte por un sol. Mi madre, con sus expertas, manos toqueteaba la mercancía y elegía las que estaban listas para comer.

Años más tarde, en un taller de ecología en la universidad, se me acercó una chica y me comentó que había comprado una palta peruana, pero que no le había gustado. Como ferviente devoradora de paltas se me hacía difícil creerle. En esa época, claro, la palta no era conocida, no era vendida en todos los supermercados, no era portada de Instagram ni era considerada comida de snobs.

Me dijo que había pelado la palta pero que no le tocó una dulce así que le puso un poquito de azúcar pero aún así no le gustó. Pobrecita, había encontrado la palta en un estante de frutas entre los mangos y las piñas. No pude evitar reírme y le expliqué que la forma más bruta de comer palta es con un poco de sal y en un pan caliente. “¿Un bocata de palta?” dijo en voz alta. Mi trabajo estaba hecho, ahora el bocata de palta se sumaría a su mesa y se expondría orgulloso al lado del bocata de tortilla de patata y el de calamares.

¿Sabría ella que sus antepasados conquistadores hicieron exactamente lo mismo que ella? ¡Acabábamos de revivir una crónica de la Conquista! El colonizador español Oviedo y Valdés encontró durante su viaje a Nicaragua que crecían en estas tierras unos árboles que los cristianos llamaban perales. La fruta del árbol era idéntica a las peras de Castilla en el verdor y el color, mas esta nueva pera tenía la piel gruesa. También dijo El Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales acerca de la palta que la fruta era muy sabrosa y comida con azúcar era una conserva muy regalada.

En el año 2016 se dio el boom de la palta a nivel mundial, y quedaron así en el pasado los días en los que para preparar una causa rellena de palta para mis amigas tenía que recorrer la ciudad y alrededores con una semana de anticipación. En aquel año los hipsters de todo el mundo, para conservar su título, tenían que postear obligatoriamente una fotografía de una tostada con palta en plato exquisitamente preparado para el lente de la cámara. La palta se comenzó a encontrar en todos los supermercados europeos y todos experimentaron con ella. Durante este años leí horrorizada recetas de mousse de chocolate y palta, tortas, muffins y hasta helado de palta. ¡Por Dios! Se tomaron muy en serio aquel refrán que dice que con azúcar y miel hasta los caracoles saben bien.

Hace unos días encontré paltas peruanas en el supermercado así que compré siete. Esa misma tarde cuando estaba aplastando mis paltas con un tenedor vi que varios periódicos británicos reportaban el aumento del “síndrome” de la mano de palta. Leí el titular y me dije a mi misma que morir comiendo palta al menos era una buena forma de irse y devoré mis tequeños con crema de palta ignorando la noticia. Horas más tarde no sentía ni el más mínimo retorcijón en las tripas así que indagué un poco en la red.

Resulta pues que cada día llegan personas a urgencias con las manos ensangrentadas después de medirse en duelo con la palta. Ese hachazo que le damos a la palta para quitarle la pepa es un movimiento no natural para los novatos comensales de paltas. Ellos intentan con la punta del cuchillo remover la pepa y terminan apuñalándose la mano. Ha sido tanta la histeria que la asociación de cirujanos plásticos del Reino Unido quiere que las paltas lleve una etiqueta de advertencia. ¿Se convertirá el “mind the avocado” en el nuevo “mind the gap”?

Rocío Valverde