La leyenda negra contra Lima

Uno de los ejes del discurso de los organizadores de la denominada “tercera toma de Lima” es la posición dominante de Lima contra las regiones. No obstante que hay cierta verdad en semejante discurso, la novela no está completa y, por ende, tampoco la discusión. Hay entonces una leyenda negra contra Lima que esconde vicios y medias verdades.

Si bien, como dijimos líneas arriba, Lima continúa como la gran ciudad peruana es por su condición de capital del país; además porque algunas de las decisiones más importantes con respecto a la gestión del presupuesto económico se dirigen desde el Ministerio de Economía y Finanzas. Ustedes, estimados lectores, dirán que todo lo anterior es suficiente para culpar a Lima del centralismo del antiguo régimen estamental. Pero honestamente, no es cierto.

Que Lima continúe como la ciudad más importante del país se debe fundamentalmente al empuje migrante que desplazó las viejas estructuras, destruyó la Lima criolla y creó, como jamás en la historia de la República, una ciudad mestiza y de clases medias populares y emergentes. Siento decirlo pero ya hace mucho que los puneños, huancainos, piuranos o arequipeños han tomado Lima, y han convertido las barriadas de arenales en modernas urbes de mercados populares. Allí donde habían “conos pre modernos” (llamados así de manera despectiva por la sociología buenista) hoy hay diversas Limas, cada una con centros de gravedad distintas (Mega Plaza y Plaza Norte, para poner un ejemplo, entre Los Olivos, San Martín de Porres).

Ahora bien, decir que Lima es centralista como antaño, cuando el poder político y económico ya no corresponde a las mismas manos que hace más de medio siglo, es otra de las exageraciones que prima en la leyenda negra contra una ciudad milenaria. Hoy los nuevos ricos se circunscriben a distritos donde antes solo habían “mercachifles” y “lumpen” (como el académico de izquierda suele decir), y no solo a la Lima de la mesocracia criolla.

Es cierto que hay todavía muchas taras elementales. Como la discriminación y el clasismo de las élites de lo que aún queda de la vieja Lima criolla (acuérdate cuándo Villarán dijo que las señoras de San Juan de Lurigancho irían a lavar ropa a La Molina) contra ese mundo popular limeño de origen provinciano y contestatario.

Podríamos continuar ampliando todas las aproximaciones a la leyenda negra contra Lima que por estos días se desarrolla por parte de la izquierda, con la ingenua complicidad de algunos liberales desubicados que se sienten culpables por ser limeños que “marginan a las regiones”. Sin embargo, no podemos dejar de hacer la siguiente anotación: durante la “toma de Lima” de enero a marzo, ningún club departamental incitó las marchas contra el Gobierno de una débil Boluarte, ¡ninguno!

¿Qué quiero decir con lo anterior? Con todo el atrevimiento diría que la separación metafísica de Lima y las regiones no condicen con la realidad ni con el sentimiento de la Lima real actual, hecha de palmo a palmo por aquellos primeros conquistadores que derribaron ese país formal que con sus élites de izquierdas y derechas no termina de irse. Aquí en la Lima emergente y popular está aquella peruanidad que se irradia hacia las regiones.