Carlos Rivera
La izquierda canalla
La que nunca realiza una autocrítica, pero siempre termina hundiendo al país
“El fanático ve lo que quiere ver” José Woldenberg
La militancia en la izquierda conduce a muchos hacia un acto dogmático y de negación del sujeto. Una de las primeras resoluciones que debe enfrentar el militante es construir su propia perspectiva de las cosas. Deshacerse de su humanidad individual (autonomía de la voluntad como decía Escohotado) para ser masa y hablar en colectivo. Esa postura común en nuestros camaradas progresistas no es necesariamente axiológica, filosófica, cultural o científica es, únicamente, sectaria. Refuerza ese discurso levantando los grandes sufrimientos de la humanidad como la pobreza, la desigualdad y los excluidos creyendo, con su ideología, ser capaces desde el Estado acabar con estas miserias. Una sumisión al totalitarismo al que ven redentor y mesiánico: “Esa ética del "deber sacrificial" que es propia de la religión era también de la izquierda, en el sentido de dar la vida, de negar la individualidad, en aras de la sociedad que se volvió en el sustituto de Dios, la realización de la sociedad”. Creer en una ilusión de la realidad lista para interpretar o resolver cualquier problema. Pero no todo izquierdista es dogmático. José Carlos Mariátegui, Alberto Flores Galindo; de ellos Carlos Aguirre dijo: “La importancia que ambos le dieron a la cultura. No solamente como práctica sino como herramienta para entender una sociedad. Allí uno ve el nexo entre el marxismo de Mariátegui y la práctica historiográfica e intelectual de Flores Galindo. Ambos muy preocupados por la literatura, el teatro, el cine y la poesía. Ese es otro de los hilos que unen los trabajos de ambos” (Carlos Aguirre y Charles Walker presentan su libro "Alberto Flores Galindo" en Presencia Cultural, tomado de You Tube,23/10/2020). Agregamos a César Lévano quien era revolucionario y marxista, pero nunca fundamentalista ni odiador. Por eso estos tres personajes trascienden y sus aportes son valiosos para la academia, la cultura o el periodismo.
En el año 2015 cuando era muy evidente la migración venezolana muchos de estos ciudadanos vendían arepas en la calle Mercaderes de Arequipa. Recuerdo que participé de un conversatorio en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de San Agustín e intenté compartir esa preocupación a los estudiantes (en su mayoría de izquierda) pero uno de los jóvenes que organizaba la mesa me refutó afirmando que, esos que yo veía en la calle, en realidad eran espías financiados por el imperialismo norteamericano para desprestigiar el exitoso gobierno bolivariano. La mejor prueba de su argumentación eran sus ropas y zapatillas de marca. Si de verdad sufrían el régimen de Maduro debían llegar con sandalias y sin dientes. Al 2022 teníamos en nuestro país 1.573.232(Según el reporte de la Superintendencia Nacional de Migraciones) venezolanos. Miles de testimonios dan cuenta de los dramas contados por sus propias bocas y siendo un argumento fidedigno.
El representante de Rímac Llacta conocido como Anka, defensor del gobierno de Pedro Castillo con sus habituales performances en la Plaza San Martín, en una de sus habituales conferencias estuvo disertando acerca del proceso venezolano(con datos tendenciosos, interpretaciones populistas y pura bravata) hasta que fue intervenido por un ciudadano natural de ese país el cual tuvo el coraje de explicarle desde su experiencia de migrante en nuestras tierras. Anka premunido de todas las verdades supremas le recomendó estudiar mejor su realidad luego de pedir palmas para su paupérrima perorata y desprecio al visitante.
En el 2015 la candidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza ante una pregunta sobre Hugo Chávez respondió lo siguiente: “Los venezolanos lo han reelegido en reiteradas oportunidades, algo bueno debe haber hecho. Creo que el tema venezolano no puede ser el centro del debate, ¿no? [...] Yo creo que es una situación bastante compleja” y al día siguiente dijo que en “En este momento, en Venezuela, hay una transición, hay una vulneración de los derechos humanos, hay una crisis económica [...] Pero no la puedo llamar una dictadura porque no hubo un golpe de Estado, hubo un proceso electoral recientemente y fueron reconocidos por la propia oposición”. En el 2017 fue cambiando un poco pero siempre con la tenuidad: “La resolución del Tribunal Supremo de Justicia rompe el equilibrio democrático en Venezuela. Es hora de escuchar al pueblo venezolano para recuperar la democracia y relanzar el proceso de transformación social”. En la Universidad de Harvard se atrevió un poco más: “Siempre hemos sido absolutamente claros en deslindar con toda violación de derechos humanos, con todo debilitamiento de la institucionalidad democrática, se dé donde se dé, incluida la propia Venezuela”. Hasta que en 2018 capitalizó: “Sí, puedo decir que Venezuela es una dictadura. Aunque reconozco que en Nuevo Perú hay diferentes matices”. ¿Desde que Hugo Chávez tomó el poder y promovió una Asamblea Constituyente, además de intervenir los medios de comunicación, los bancos y perseguir a la oposición política no era un régimen con clara identidad autoritaria, socialista del siglo XXI?
Verónika Mendoza, una candidata que tuvo como frente ético de batalla política (“Nosotros no luchamos por un carguito. Ahora tenemos la oportunidad histórica de por fin dejar atrás la corrupción, el entreguismo, la violencia y la discriminación, y construir juntos una patria nueva que por fin nos acoja y nos abrace a todos”) y lo gritaba en plazas y medios que no iba a transar nunca con este mal pero se puso de costado y no escudriñó los hechos y el entorno del Pedro Castillo y sus denuncias de la fiscalía al partido que lo cobijaba. Hasta sus mejores cuadros progresistas como Mirtha Vázquez o Avelino Guillén señalaron luego de irse del Ejecutivo que existía un gabinete a la sombra. Tampoco le importó las clandestinas reuniones en la casa de Sarratea, colaboradores eficaces, los sobrinos y un exministro fugados. Ante tanta evidencia lo poco que reclamó en sus comunicados fue acusar de golpistas y racistas a un sector de la oposición y la arremetida de los medios de comunicación contra Castillo por su origen humilde. Todo era culpa de la oligarquía y nada del pobre chotano. El mismo rollo de Sigrid Bazán quien esperaba pruebas contundentes, un arma homicida, la foto donde Castillo recibe y firma que se le entregó una coima y desde luego hubiera votado contra la última vacancia presentada por el congresista Málaga a pesar de que Salatiel Marrufo ese mismo día(7 de diciembre) muy temprano declaraba ante la Comisión de Fiscalización las entregas de dinero y los contundentes actos de corrupción de Castillo y su entorno. Como Indira Huillca, Glave, o la poeta Rocío Silva Santisteban,Glatzer Tuesta y toda la academia progre apoyaron a Pedro en la segunda vuelta y pusieron las manos al fuego por el candidato de Perú Libre esbozando argumentos antropológicos, literarios e históricos por las demandas de 200 años de gobierno neoliberal y era la primera vez que un campesino, docente llegaba a Palacio de Gobierno. Hasta defendieron los abusos con machetes y la violencia de los Ronderos y poco o nada dijeron de las mujeres que fueron castigadas y colgadas de cabeza. Es parte de su cultura, declaraban ante los medios capitalinos. En los últimos meses responsabilizaron a la derecha y cuestionaron a la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides y a la prensa vendida por exponer los abundantes hechos de corrupción de Pedro Castillo. En tono filosófico declaraban sus huestes: “¿por qué no se investigó así a los anteriores jefes de estado?” como afirmando tácitamente que su defendido es también un consumado delincuente. El odio antifujimorista pudo más y ahora tipos como Ronald Gamarra y otros camaradas como César Hildebrandt se desmarcan de ese corrupto gobierno y dicen que en realidad nunca lo apoyaron y que Castillo no fue de izquierda…
En el año 2001 cuando salía en marchas contra Alberto Fujimori y era un ardiente muchachito con un olímpico resentimiento a mis espaldas. Íbamos en grupos a pie hasta la Plaza de Armas y de ahí nos trenzábamos con los policías creyendo que hacíamos historia. No solo odiaba a Fujimori sino a todo su entorno y merecían mi repudio y asco como era el caso del ex ministro de economía, Carlos Boloña. No lo había leído, no quería investigar su capacidad académica y entender su visión de la política económica de nuestro país que nos permitió salir de la hiperinflación y ser considerado viable en el escenario internacional. “¡Maldito neoliberal!, cómplice del fujimontesinismo” gritaba como un atolondrado. Y luego de que Fujimori renunciara y se convocara a elecciones generales él llegó a Arequipa como candidato presidencial por el partido Solución Popular y debía cumplir una agenda de medios. Sabíamos que estaría en Radio Melodía a las 11:00 de la mañana. Fuimos a darle la bienvenida con una mancha de jóvenes impetuosos. Alistamos tomates y huevos para “fusilarlo” por el daño ocasionado como ministro neoliberal. Bajó de un carro con lunas polarizadas escoltado por cuatro policías quienes tenían sus escudos y no permitían que le cayera nada antes de ingresar a la emisora. En la esquina de San Camilo nos dispusimos a tirarle los tomates y huevos, pero la policía rápidamente lo protegía. Nos parecía insulso así es que empezamos a lanzarle pedazos de piedras. Algunos casi le impactan en la cara. La policía fue tras de nosotros y huimos hasta llegar a buen recaudo en la Plaza España. Lejos del peligro y pudiendo respirar tranquilamente invoqué a nuestros amigos que nos habíamos excedido con las piedras. Me miraron con ojos desconcertados y de inocencia. “¿Cuales piedras, Carlos?”. De nada importaba que les recordará los salvajes detalles de nuestro acto.
Cuando era aún militante de izquierda (2015) me uní a un partido para construir una verdadera fuerza de izquierda capaz de desmontar todo el aparato de la maldita derecha. Creía que allí podíamos debatir sobre Mariátegui, realidad nacional, las ideas políticas en boga o las visiones programáticas que deberíamos establecer como organización. Recuerdo que estuvimos una semana discutiendo si el logo del partido iba a la derecha o a la izquierda anunciando un encuentro regional. Hasta que se aprobó el bendito afiche el cual luego fue cuestionado y sometido a una plenaria que removió toda la estructura de su diseño. Asqueado de estériles discusiones le transmití a una camarada (compa) mis deseos de hacer algo más en el partido. Me miró con desconfianza, como si tuviera ante sus ojos a un hereje maldito, me dijo: “Tú no eres de izquierda. Tú eres un político ventana.”
El programa Enfoques Cruzados (11 de noviembre,2022) de Canal N invitó a Marité Bustamante la excandidata al Congreso, por Juntos Por el Perú, Rossina Guerrero a la responsable de PROMSEX, y a Vanya Thais activista de derecha. El tema en cuestión era la violencia contra la mujer. En el calor del debate Vania enrostró a Marité sobre los audios donde la candidata conversaba con su equipo de campaña del 2021 y trataba despectivamente a sus posibles votantes populares: “En la calle con la gente, o sea yo lo tengo clarísimo. Pero lo que necesito es que tengas voluntad, no de hacer una campaña de mierda que vayamos solo a visitar asentamientos humanos desperdigados por el mundo y que la gente nos mire, sí señorita, sí señorita, y luego se olvida de nosotros y vote por, puta, por cualquiera que le regale el táper.” Ella tan representativa de la agenda social de izquierda y reclamante de cualquier acto racista de la derecha cayó en su propio lenguaje. La ex candidata responsabilizó a Willax y a Beto Ortiz de tergiversar sus declaraciones y elevar una campaña desinformativa por purito odio contra ella y sus ideales que representa. El fondo y la forma del mensaje de los audios era explícito tanto así que el historiador Nelson Manrique (admirador de Verónika Mendoza y de la causa de la candidata al parlamento) le retiró su apoyo públicamente. Pero Marité niega lo evidente y cree que conspiran contra ella.
A la caída de Pedro Castillo la izquierda repite como un mantra frases y lamentos populistas como que la derecha golpista, los medios de comunicación y grupos de poder están detrás de un gobierno cívico militar con talante de dictadura, pero esos mismos representantes (Bazán, Bermejo, Luque, Portalatino, Cerrón) salen sonrientes con aire contrito denunciando la conspiración y abusos contra el pueblo afirmando que no se informa como se debe( y desde luego quisiera que lo hagan con la fórmula que ellos ostentan de ese pastiche como la llamada Prensa Alternativa) precisamente en esos medios que le brindan soporte nacional para sus discursos. Nuevamente la hipocresía, su doblez de circunstancias, su miserable valoración de las muertes y los derechos.
Reclaman, por los fallecidos en las protestas, a la presidenta Dina, la acusan de golpista y la quieren ver en la cárcel por genocidio(?) junto a todos sus ministros además de solicitar la liberación de Castillo y su regreso a palacio. Hablan de marchas pacíficas pero parece que no se ven en los brutales discursos de sus dirigentes que la promueven quienes hablan de sangre y “muerto por muerto” o gritando “separatismo,ya” por Felipe Domínguez quien era un fujimorista histórico de cabo a rabo pero esta izquierda se hace la amnésica cuando le da la gana. Usan en sus redes para decorar sus mensajes el cuento “Ushanan-jampi”, de Enrique López Albújar, como encabezado de sus parloteos. Sintonizan perfectamente la izquierda radical, la académica y la caviar. Lo único que los separa son sutilezas, en el fondo solo quieren ver arder al país para levantarlo luego con su ramplón socialismo que no sirve para nada o vendernos el paraíso de la Asamblea Constituyente donde la masa bruta y achorada redactará sus artículos. Lloran ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no aceptan ninguna acusación ni reconocimiento de cutra y robo en el gobierno de Perú Libre. Es esa izquierda que nunca realiza una autocrítica pero que siempre hunde al país y aun así se creen la última chupada del mango.
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