Francisco de Pierola
La falacia de la Igualdad
El precio de la igualdad de resultados es la pérdida de la libertad
La idea de que la libertad y la igualdad de resultados pueden coexistir en una sociedad ha sido defendida por muchos sectores progresistas; pero esta postura ignora una realidad fundamental: estos valores, en su máxima expresión, son incompatibles. Pretender que se puede maximizar la libertad y al mismo tiempo garantizar una igualdad de resultados es una contradicción que, en la práctica, lleva a una limitación de las libertades individuales en nombre de la "justicia social".
Filósofos políticos, teóricos democráticos o investigadores empíricos coinciden que la libertad y la igualdad son dos de los principios centrales de la democracia liberal. Sin embargo, lo que sí está en disputa es el significado exacto de estos principios y la relación entre ellos que puede permitir un orden político justo. En este contexto, la izquierda progresista a menudo argumenta que ambos pueden convivir y reforzarse mutuamente, pero lo que no mencionan es que, cuando se habla de igualdad de resultados, el costo de dicha igualdad es la libertad.
El filósofo Robert Nozick, defensor del libertarismo, sostiene que cualquier intento de nivelar las diferencias entre los individuos mediante la redistribución de bienes y recursos implica una coacción que atenta contra la libertad individual. Si se intenta garantizar que todos obtengan los mismos resultados, se debe imponer un control estatal sobre las decisiones de las personas, limitando su capacidad de actuar de acuerdo con sus deseos y circunstancias. Esta intervención no solo es opresiva, sino que anula la diversidad inherente a los seres humanos, quienes, por naturaleza, difieren en talentos, ambiciones y esfuerzos.
Un ejemplo de esta imposición puede encontrarse en políticas que intentan homogeneizar el acceso a ciertos recursos, como la vivienda. Si el Estado decide que todos deben tener una vivienda similar, sin importar sus esfuerzos o preferencias, se elimina la posibilidad de que quienes trabajen más o tomen mejores decisiones obtengan mejores condiciones de vida. Se trata de una nivelación forzada que limita la libertad de las personas para mejorar su situación mediante su propio esfuerzo.
Por otro lado, es importante destacar que la desigualdad de resultados no debe ser vista como una injusticia en sí misma. Todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley, y la igualdad jurídica es un componente esencial de una sociedad justa. Este principio garantiza que nadie será discriminado ni privilegiado ante las normas, y que las oportunidades de participación y competencia serán equitativas. Sin embargo, la igualdad jurídica no implica que todos deban alcanzar el mismo éxito o los mismos resultados. Las diferencias en talento, dedicación y circunstancias inevitables conducirán a diferentes resultados, y esa variabilidad es una consecuencia natural de una sociedad libre.
Algunos teóricos contemporáneos argumentan que la libertad y la igualdad, en particular la igualdad política y económica, pueden reforzarse mutuamente. Señalan que, en una democracia, una mayor igualdad puede llevar a una mayor libertad política, ya que un acceso equitativo a los recursos permitiría una participación más justa en los asuntos públicos. Sin embargo, este argumento se debilita cuando se trata de igualdad de resultados. La igualdad política y de derechos es esencial, pero cuando el Estado intenta imponer resultados similares para todos, entra en conflicto con la libertad individual, ya que requiere intervenir en la vida de los ciudadanos de manera constante y forzada.
En última instancia, la desigualdad de resultados no debe ser vista como un problema que requiere corrección, siempre y cuando todos los ciudadanos disfruten de los mismos derechos ante la ley. Pretender que todos deben terminar en el mismo lugar es ignorar las diferencias que hacen a cada individuo único y suprimir la libertad de desarrollar esas diferencias. El precio de la igualdad de resultados es la pérdida de la libertad, y en una sociedad verdaderamente libre, los resultados desiguales son una señal de que esa libertad está funcionando. Aceptar que los resultados serán diferentes no es una renuncia a la justicia, sino una reafirmación de la libertad.
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