Marco Sipán
La burguesía y las elecciones
Sobre los poderes económicos detrás de los candidatos
Las investigaciones de Francisco Durand han explicado claramente el proceso de la captura del estado por grupos de poder económicos nacionales e internacionales. Debemos decir que la élite económica nacional actual no es la misma desde su aparición como clase burguesa posterior a Velasco.
Existe toda una tecnocracia neoliberal inmersa en los diferentes organismos de alta dirección del Estado como en el Banco Central de Reserva, el ministerio de Economía y Finanzas, la Superintendencia de Banca y Seguros, la SUNAT, el ministerio de Energía y Minas entre otros. Son técnicos que rotan desde la grandes empresas a las instituciones del Estado y a los organismos internacionales.
Un gobierno es representado por el presidente de turno. Pero para poner en marcha el gobierno, el presidente como conductor del Estado, necesita mucha gente y no solo de la plancha presidencial o los congresistas. Con la crisis del sistema de partidos al principio de cada nuevo gobierno se cambian los altos puestos de confianza pero la estructura burocrática perdura desde el primer fujimorismo. Eso en el mejor de los casos ya que los técnicos rotan en los sectores y llevan consigo las recetas neoliberales aprendidas en las universidades se ha convertido en “pensamiento único”.
La oligarquía tradicional en el Perú fue herida de muerte por el régimen velasquista. El nuevo poder fue ejercido por una generación de empresarios que se enriquecieron con las reformas del gobierno militar. En palabras del propio Dionisio Romero, icono de la burguesía peruana, estos no han tenido prejuicios en apostar en cada proceso electoral a la mayoría de candidatos, incluso mencionó el apoyo a gente alrededor de la candidatura de Alfonso Barrante, “Frejolito” en 1985. Es decir, en las elecciones para presidente también compiten los grupos de poder económico. Por supuesto también intereses geopolíticos de algunas potencias mundiales aliadas con esta elite local.
Entonces, hay candidaturas que representan lo “establecido”, el crecimiento y no el desarrollo, la privatización de los derechos sociales (educación, salud y pensiones) y la inversión directa a través de concesiones extractivas o la tercerización para construir infraestructura. El discurso político de la élite y sus operadores políticos, intelectuales y mediáticos lo conocemos: reducción del Estado, ausencia de la política en la gestión empresarial, juego democrático procedimental. Este discurso incluso colisiona con la herencia del liberalismo político europeo, donde la política debe estar al servicio de la ciudadanía. Es decir, una forma de organización social que a través del estado garantice que alguien gane tanto como para esclavizar al otro, y que alguien gane tan poco como para dejarse esclavizar. Sin embargo los “neoliberales” escapan a este noble deber.
Hoy, los grupos de poder económicos “neoliberales” apoyan y financian las candidaturas de Keiko, Alan y PKK entre otros menores. Grupos de poder económico que no quieren pasar sustos como la victoria popular que impuso a Ollanta en el gobierno, aun en contra de sus voluntades. Pero los grupos económicos que eran subalternos de los poderes políticos hoy entran al ruedo. Por ejemplo, los dueños de YANBAL entran a la escena electoral con Julio Guzmán. O vemos con César Acuña como una burguesía chola emergente surgida en convivencia con las anomias sociales que se integran dentro del campo informal intenta llegar a la presidencia.
Como hoy no existe la amenaza antisistema, la fragmentación impera y el enfrentamiento entre ellos se manifiesta con mayor intensidad. Todo esto dentro de un modelo de democracia procedimental dirigido por los intereses geopolíticos “gringos”, como lo demuestra el consenso alrededor del TPP que la mayoría de candidatos apoya.
MARCO SIPÁN
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