Eduardo Zapata
Isabella
El lenguaje coloquial no sigue las reglas de la lógica
Es una linda e inteligente criatura de 17 años. Practicante peligrosa de Krav Magá, arte de defensa personal de origen israelí. ¡Temible por ello! Pero temible sobre todo por ser una nativa digital de aquellas. Extrovertida, argumentativa, capaz en las multitareas, emprendedora en tiempos de crisis
Ella ahora hace galletas. Empezó como jugando. Y sí, son deliciosas. Y todo un reto creativo y empresarial. Ya las hay de varios tipos y sabores. Todas deliciosas. Claro, como buena millennial, ve beneficios y los costos son asumidos por el papá en los insumos –y energía eléctrica– y con parte del trabajo hecho por su simpática madre, Patty, enamorada de sus flores, con quienes conversa diariamente.
El otro día tuve –en el contexto de un trabajo que hago con su padre– la suerte de conversar con ella casi media hora. Sobre sus aficiones y la escuela. Un torrente de ideas interesantemente yuxtapuestas, con expresiones que llamaron mi atención. Pues abundaban los “es como que” y los “tipo…”.
“Ya sé cómo pero tipo no me sale”; “Me duermo tipo 7.00 am”; “Tipo es raro porque veo de todo”; “La hacen hacer un zoom más tarde, tipo hoy más tarde”… ”No, así no fue como que más exagerado”; “Había una luz como que te dejaba ciego”; “Salí de mi casa y como que me caí”; “Tu jardín está como que medio amarillo; qué feo”. Difícil recordarlas todas. Delicioso haber recordado algunas.
No había ‘o seas’ ni ‘es como si’. Nuevas formas expresivas entrelazaban su conversación.
Fue Leo Spitzer quien nos habló del ´perspectivismo lingüístico´. Lo hizo a propósito de los debates entre Don Quijote y Sancho, y la inexistencia de conclusiones definitivas.
Pues bien. Las expresiones de Isabella tampoco eran –como se ve– definitivas. Eran más bien aproximaciones a un suceso o un hecho. ¡Finalmente una marca de subjetividad y ´relativa´ comprobación del triunfo de la tercera persona subjetivada sobre la verdad inmodificable y perpetuada en piedra.
El lenguaje pertenece a los hablantes y son ellos los que han de modificarlo. No por prescriptivismo ni corrección. En la lingüística y las vidas de las lenguas esos términos no existen. Existe comunicación y convencionalidad.
Sin embargo, lo sabemos, hay quienes creen en las Academias de la Lengua como hacedoras del lenguaje. Sin recordar que estas fueron expresión de monarquías absolutas. La RAE data de 1713 y Felipe V. La Academia Francesa de 1635 y Luis XIII. Estas instituciones, claro está, hoy se han modernizado. Pero a ninguna se le ocurre reemplazar arbitrariamente la decisión de los hablantes.
De modo que la gramática y el léxico pueden cambiar como consecuencia de un proceso natural. Distinto es que nos percatemos –como hoy ocurre– de la pretensión de introducir ciertos conceptos por intereses extralingüísticos, sin que los hablantes lo adviertan y aprovechando precisamente este proceso de perspectivismo al que aludimos. Y cuando los términos opuestos a ´lo nuevo´ no dicen ya, es factible que los terroristas se vuelvan “guerrilleros” y que la evolución lingüística en un “conflicto lingüístico interno”.
Ante esto debemos estar atentos. Y ante ello la educación debe cumplir un papel fundamental.
A algunos amantes nostálgicos –al parecer– de las monarquías absolutas o del racionalismo debemos también recordarles que el lenguaje coloquial no sigue las reglas de la lógica, y no por ello esta le es ajena. Lejos están los tiempos de los gramáticos de Port Royal del siglo XVII. Lejos la Ilustración del XVIII. Y obvio, lejos los que ignorando la vida de las lenguas parecen amar y añorar diccionarios absolutistas.
Gracias, Isabella. Gracias, Víctor. Gracias, Patty. Permitieron constatar teorías y poder insistir en negar el “correccionismo” lingüístico. Los hablantes saben.
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