Antero Flores-Araoz
Inmigrantes: buenos sí, malos no
Los efectos de la diáspora venezolana en la seguridad del Perú
El Perú siempre fue un país amigable a la inmigración, tan prueba es que por diversos motivos y por muchos lustros, hemos recibido gratamente por ejemplo a italianos, a chinos como también a ciudadanos originarios del África, entre otros. Todos ellos, o por lo menos una gran mayoría se afincaron en nuestra patria e incluso la tomaron como suya, desarrollando infinidad de emprendimientos y logrando ser ciudadanos nacionales de bien, con amplísimo reconocimiento.
Quizás por ésa razón, de ser excelentes anfitriones, han venido al Perú en los últimos años más de un millón y medio de venezolanos. Una diáspora ocasionada por la crisis política personificada en el impresentable Nicolás Maduro, heredero de Hugo Chávez, y por la crisis económica que afecta al país llanero, que fue uno de los más ricos del continente y que Maduro ha convertido en uno de los más pobres.
La alta cifra de venezolanos en el Perú, es de aproximadamente el 5% de nuestra población. Y si se tiene presente que el Perú en los últimos años también ha sufrido una crisis política, con varios cambios de gobierno en un solo lustro y con su economía hecha trizas por gobiernos inescrupulosos como el de Pedro Castillo, la migración venezolana, lejos de ayudar, nos ha complicado.
Entre los migrantes venezolanos hay de todo, desde profesionales y técnicos de primer nivel y respetuosos del país que los alberga, que es un lujo tenerlos, hasta indeseables y antisociales que delinquen y que cotidianamente vemos en los medios de comunicación involucrados en hechos criminales como extorsiones, robos, asaltos como también homicidios.
Lo último señalado acredita que ha habido irresponsabilidad de las autoridades peruanas al haber abierto las puertas del país alegremente y sin filtros, pese a que ya se tenía la experiencia de años atrás, que bajo el “paraguas” de las Casas de Alba, para ayudar a solucionar problemas de salud de nuestros hermanos de la Amazonía, sirvieron para meter al Perú espías y personas que incitaban a la violencia.
Lo disímil de las características de los migrantes venezolanos al Perú, ha ocasionado cierta fobia a ellos en general. Esto es injusto, pues como repetimos hay excelentes personas entre ellos, por lo que hay que separar la paja del trigo, ayudando al asentamiento de los buenos y sacando del país a los malos.
Una cosa es ser solidarios ante el dolor del pueblo venezolano y otra cosa es ser irresponsables al haber abierto fronteras sin ningún escrutinio. Según el General Jorge Arévalo, director de la Escuela Superior de Guerra del Ejército Peruano, en el prólogo del estudio “La crisis migratoria en Perú. Implicancias para la seguridad nacional”, recordó que el presidente Kuczynski en declaraciones de marzo de 2018 afirmó respecto a los venezolanos: “vengan al Perú y les pagaremos los sueldos de ley”. Lógicamente vinieron corriendo y hoy tenemos el problema.
El grave efecto migratorio es de tal magnitud que la Fundación Adenauer ha editado el estudio antes referido, preparado por un grupo selecto de profesionales dirigidos por el experto Giácomo Cánepa Declercq. Un estudio que debería tenerlo en cuenta el Estado Peruano, para ubicar a los espías y revoltosos que nos pueda haber enviado Maduro, bajo el disfraz migratorio, y expulsarlos del país, al igual que a quienes no hubiesen regularizado su situación de residencia.
Por otro lado, a quien vaya a ser nuestro próximo representante ante la OEA, podría encargársele las gestiones para que cada uno de los países de la región asuma parte de los inmigrantes venezolanos y, en esta forma, compartir la solidaridad internacional, en la que Colombia y Perú tienen destacada posición.
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