Hugo Neira
Fin de semana y el liberador Macron: el resultado de las urnas
La reelección de Emmanuel Macron
Para la lectura del fin de semana del 23-24 de abril hasta fin de mes, había elegido varios libros. Debía concluir con uno sobre la historia de la India. Hay un país asiático que se enfrentó a las sociedades modernas de Occidente. Se trata de Japón, aunque fueron sus víctimas los habitantes de Hiroshima y Nagasaki. Rápidamente asimilaron las ciencias y técnicas de sus rivales, y adaptaron las instituciones de Occidente según el carácter y genio de los japoneses. Un japonés no ha perdido su cohesión, su identidad psíquica. Estudia a Confucio y no renuncia a su cultura, su arte, su manera de vivir. En otro lugar de Asia hay un país que llamamos India. No es una sola nación sino varias, un conjunto de pueblos. Su sistema de castas y el hinduismo es muy suyo. Y a lo que apunto: la India no es una nación sino una civilización. El Asia occidental, es otra versión de Occidente que viene del mundo indoeuropeo, que a su vez vino de los iraníes de Mesopotamia. De los griegos que inventaron las divisiones del poder legítimo. El valor del individuo, el pensamiento libre pese a los dioses y religiones, que se respetan. Y la libertad de palabra de alguno o de grupos plurales. Lo que cuenta, su esencia, no es que alguien tenga la razón sino que haya debate, porque la verdad se encuentra en el diálogo, tarde o temprano. Y otras civilizaciones incluyen en su saber las ciencias occidentales. Mariátegui, por ejemplo.
Pues bien, dejé los libros sobre los países asiáticos por un asunto enorme que concierne Europa, la incierta disputa del poder en Francia entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron. Ha sido reelegido. Desde mi pantalla de TV, pude seguir los debates entre los políticos invitados en el canal público France 2, y la llegada de Macron al Champ-de- Mars donde lo esperaban sus militantes. La victoria de Macron no solo se celebra en Francia sino en Europa, dentro de este espacio de naciones con democracia que es la Unión Europea. Qué curioso, me vino a la memoria el recuerdo de un cuadro, surrealista, que había visto de Antonio Peláez, mexicano. En sus obras, siempre ardía el fuego, y las llamaba «el diablo suelto». Y pensar que hay repúblicas que ya no lo son, como la Venezuela de Maduro y esa Nicaragua de Ortega. «Diablo suelto» porque su presidente tiránico lleva un apellido que yo respeto mucho —Ortega—, que es uno de los grandes filósofos españoles.
Así, el cargo de presidente para la misma Francia que hace más de un par de siglos logró, con la Revolución Francesa, acabar con la monarquía, recae nuevamente en Emmanuel Macron. La democracia se salva. No deja de tener defectos, pero todo otro sistema del ejercicio del poder es peor. Cuando un pueblo no elige a sus representantes, llega la era de las tiranías, o de los gobiernos híbridos. Los jefes de Estado son necesarios pero bajo reglas y leyes. Ser político es saber llegar y también saber irse. Ya no es tiempo de príncipes ni aristocracias que solo valen por nacer en una clase privilegiada. Tampoco es saludable tener gente que viene de abajo y no sabe lo que se puede hacer por el bien común si es que no tiene idea de cómo se maneja el Estado, sobre todo en nuestra época de economía tan compleja y mundializada. Se necesita un capital humano preparado antes que dinero o grandes apellidos.
Pero veamos lo que pasó el domingo 24 de abril de 2022. Había mucha incertidumbre, por la abstención. Supongo que el amable lector sabe que aun en un país moderno como Francia, con escuelas y grandes universidades de calidad, la política tiene, como los trenes, dos rieles. Uno es la razón, la economía, si hay puestos de trabajo que permiten niveles de vida al menos aceptables. Y el otro riel es algo subjetivo, viene de las emociones: las cóleras, el deseo de castigar a los que están arriba, etc. ¿A qué viene esto? Es probable que muchos de los votos fueron a Macron (58,2%) solo para evitar que llegara la ultraderechista Marine Le Pen (41,8%), que sucedió a su padre. Más adelante explico por qué una parte no soporta al actual presidente. Como soy peruano, este domingo, Marine Le Pen me recordó una política peruana que todos conocemos. Keiko y ella también se acercan, por lo de los padres. Keiko decía que ella llevaba un peso muy grande («mochila pesada»), por el 5 de abril y todo lo que representaba su apellido.
Ahora bien, Marine Le Pen había suavizado su discurso. Durante el debate decisivo que tuvo con el presidente saliente el 20 de abril, había sido muy prudente, se preparó largo tiempo para debatir con Macron. Pero no dejaba de mirarlo como si fuese un muchachito atrevido, y se reía de buena gana. Ella es hoy la otra gran fuerza política, logró casi un 42% de los votos, un récord. Intentará disminuir la momentánea victoria de Macron porque hay una «tercera vuelta», la elección de la Asamblea de diputados (577 escaños), en junio. No es poca cosa, una mayoría adversa al presidente electo lleva a una cohabitación, todo un cambio programático.
Por un momento, me ha parecido que el sentimiento político de los franceses se acercaba mucho a los prejuicios y dudas que tienen los peruanos. Es curioso, tanto en la vieja Europa tan moderna como en el inmenso espacio de la Américas independientes, hay rupturas con las elites. A muchos franceses, algo les molesta: la formación intelectual y profesional de Macron. Es conveniente que el amable lector sepa que esas sociedades del viejo mundo no se parecen a nuestras sociedades poscoloniales. Entraron a la revolución industrial y preservaron su diversidad. Las enormes desigualdades, la trampa identitaria se resiste a una sola cosa: los que no estudiaron. Macron ingresó al prestigioso liceo Henri IV, en París, y tuvo su primer grado. Luego se formó en el Institut des Sciences Politiques de París y la Ecole Nationale d'Administration (ENA). Trabajó en el 2007 como Inspector de Finanzas en el Ministerio de Economía francés antes de unirse al banco de inversión Rothschild en el 2008. El presidente Hollande lo nombra ministro de Economía, Industria y Asuntos Digitales en el 2014, dos años después de haberlo integrado en su gabinete. Macron dio sus primeros pasos en el Partido Socialista. Una brillante formación y brillante carrera. Macron producto de la meritocracia. Pocos han tenido su educación, por eso algunos lo detestan.
Los lazos que se ha querido mostrar entre el presidente y las grandes familias, si es eso, es algo muy equivocado. Los padres, Jean-Michel Macron y su esposa, son médicos ambos. Lo que los sitúa como una familia de clase media, lejos de París. Dos hermanos suyos al servicio de la Salud del Estado francés. Por mi parte, me encuentro con el libro de Thomas Piketty. Los conflictos de los jóvenes procedentes de familias de menor formación ante gente bien formada producen entonces una enorme cólera y envidia, se hace imposible el contacto con elites salidas de las clases populares. Se le llama populismo. Es algo más temible. Eso fue el nazismo alemán. Eso no lleva sino a aventureros e ignorantes que se creen revolucionarios. Esa actitud rompe el modelo revolucionario de Lenin. Y también tocó nuestro país. Jorge Basadre se ocupó en un momento del rol de las elites. La derecha tradicional peruana no las tiene porque ellos no tienen intelectuales. Cuando hubo alguien excepcional en el Perú, por ejemplo José de La Riva Agüero, ¿qué partido le siguió? Nada.
Los odios entre clases sociales, es algo que se estudia en nuestra época. El libro sigue siendo un arma intelectual. En su obra Capital e Ideología, Thomas Piketty explica, con palabras y números, cómo, en Francia, el Partido Comunista dejó de ser atractivo antes del desastre del comunismo. Cómo los trabajadores, los obreros, dejaron los partidos de izquierda. Pero volvieron porque su base social era casi toda de doctores jóvenes que era lo que había crecido en las sociedades de nuestros días, pues la tecnología cambia el trabajo, lo cambia todo. Lo digo porque mi país, mi tierra, se ha quedado fuera del mundo actual y sus problemas. (Hay traducción al castellano de Daniel Fuentes. Lo considero lo mejor, con estadísticas: cómo las clases sociales prefieren sus partidos).