Eduardo Zapata
Enjambement y discurso político
La bien estrategia de Perú Libre
Durante siglos, la Ilíada y la Odisea fueron consideradas obras escritas de autor único. Por la prevalencia (y prejuicio) de que las ideas pueden reemplazar a las cosas, Occidente –que había considerado que la palabra escrita alfabéticamente era ´superior´ a la palabra hablada– terminó por negar la oralidad viviente griega y, así, desdibujar las aproximaciones académicas a las obras mencionadas.
Recién en 1928 y gracias a la tesis El epíteto tradicional en la obra de Homero de Milman Parry, el supuesto y singular autor de las obras ´escritas´ terminó siendo un conjunto plural de voces encabalgadas que se habían encargado de recodificar y resignificar convenientemente y en orden a los receptores la guerra de Troya.
Parry descubrió que tanto los epítetos como el encabalgamiento de oraciones yuxtapuestas, o enjambement, constituían no solo elementos expresivos, sino esencialmente mnemotécnicos; propios de las culturas orales. Donde el particular uso de adjetivos y sintaxis permitía impedir la monotonía que suponía recurrir a unidades sintácticas y rítmicas habituales, generando permanente novedad a costa precisamente de desplazar verbos de una oración a otra y a costa de erosionar el paralelismo regular entre las estructuras rítmica, métrica y sintáctica.
Como lo subrayan eminentes filólogos –como Dámaso Alonso, Alarcos Llorach y más recientemente Helena Beristáin–, la recurrencia a estos elementos expresivos no solo estimulaba la comprensión rápida vía oraciones cortas –aunque semánticamente tuviesen contenido contradictorio–, sino generaba una ambigüedad suficiente para que los escuchas pudiesen identificarse con lo dicho sin tener que recurrir a la asimilación del todo.
Muchos se extrañan de las voces a menudo contradictorias de las personas que hoy nos gobiernan. Al punto que la ingenuidad hace creer que se trata de conflictos entre las personas que las enuncian. Pero acudiendo a lo dicho anteriormente respecto a Homero –y salvando obviamente las distancias– estamos ante oraciones yuxtapuestas y encabalgadas que en este caso si bien transcurren en el sintagma coinciden todas en un paradigma que no es otro que la oposición serrano/pobre/provinciano/explotado versus blanco/rico/limeño/explotador. Los extranjeros, en este contexto, se asumen dentro de esta última categoría.
¿Cómo solucionar esta gramsciana y maniquea oposición paradigmática? Para quienes nos gobiernan solo hay una alternativa: la Asamblea Constituyente. Bien vistas las cosas, el mundo ha sido polarizado a partir de este paradigma. Donde no resulta extraño entender que el señor Castillo se haya atrevido a cometer la inmoralidad de mentirle a la Presidenta de un Poder del Estado diciéndole que la cuestión de confianza –camino a la Asamblea– “no está en agenda”.
Los decires encabalgados a veces contradictorios de los voceros gubernamentales, entonces, sirven simultáneamente para generar ambigüedad e incertidumbre pero también para reiterar a su público objetivo –vía los epítetos reiterados– que todas esas voces confluyen en una sola. Una estrategia discursiva, por tanto, bien estructurada. Si alguien quiere buscar consenso con las ambigüedades allá quien lo pretenda con su ingenuidad.
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