Ángel Delgado Silva
En los prolegómenos del segundo debut
El incremento de la popularidad de PPK
El voto de confianza al Gabinete Ministerial de Mercedes Aráoz ha discurrido entre los pliegues soterrados de la opinión pública, en tanto la atención general era ganada por el tropel futbolístico y las ilusiones de clasificar al Mundial de Rusia. Sin embargo, este contraste objetivo resulta mucho más que una coincidencia entre sucesos originalmente desvinculados uno del otro. En vez de ello, parecería que estamos ante una prefiguración del curso político inaugurado, precisamente por este nuevo debut gubernamental.
En realidad nada sustantivo aparejó el discurso de investidura de la Premier. Pero a diferencia del estilo confrontacional, arrogante y torpe del Gabinete Zavala, doña Mercedes ha hecho de la zalamería y las buenas maneras un arte, que aparentemente ha girado la coyuntura política. Es verdad que se trata de movimientos y posturas que acaecen principalmente en el mundo de los símbolos. Pero ¿no es acaso la política una práctica de comunicación simbólica? ¿Y no es en el campo de las representaciones donde se van construyendo o desconstruyendo las identidades políticas colectivas? En ese sentido la política, operando diversos juegos de significantes, será capaz de transformar la realidad, confiriéndole significados alternos y diferentes.
Así se explica el incremento de la popularidad de PPK, aunque nada notable ha ocurrido durante las últimas semanas. Por eso el común de la gente percibe una relación distendida, cordial y amable entre la primera ministra y el hasta hace poco arisco Parlamento, cuando antes todo era belicosidad que anunciaba un inexorable choque entre poderes estatales. He ahí la causa por la que cuestiones tan precarias y efímeras, como gestos y dichos, han generado un inmediato estado de optimismo, entre la población.
Sin embargo ninguna acción política es capaz de totalizar la realidad. Siempre hay algo incompleto en su periplo, especialmente cuando el simbolismo no encuentra mayor arraigo en lo fáctico. Por esa razón, las tensiones políticas podrán replegarse, atenuarse un poco, perder algún protagonismo, pero jamás desaparecerán, en la medida que son constitutivas de la comunidad política y, por lo tanto, no son objeto de erradicación. En consecuencia, el antagonismo político reaparecerá con toda su violencia acumulada. Probablemente adopte nuevas manifestaciones, adquiera otras intensidades y quizá se localice en distintos escenarios. Pero no abandonará su sitial de privilegio.
Significa esto que el perfil bajo y no confrontacional del nuevo Consejo de Ministros seguirá deambulando por derroteros anónimos o escasamente relevantes. Por lo menos durante los próximos meses, marcados por la euforia futbolística y la venida del Papa. También son vientos favorables para este tipo de andar discreto la mejora de los precios de los minerales y los rebotes económicos, que pronostican una tendencia al crecimiento. Y los buenos modales de la jefa del Gabinete reforzarán este solapado estilo.
Probablemente el nuevo cabo de las tormentas se desplace a los hallazgos del escándalo Lava Jato. Pareciera que la comisión parlamentaria que lo investiga ha hecho acopio de información y documentos que comprometen a altos funcionarios del Gobierno, que años atrás trabajaron con Alejandro Toledo. Resulta razonable suponer que el ex presidente jamás hubiera podido actuar en solitario en los ilícitos que se le incrimina. Era imprescindible la colaboración de ministros y jefes de los organismos especializados, como Proinversión.
De ser cierto lo dicho, podemos imaginar las erupciones volcánicas y los movimientos telúricos más terribles en los próximos meses. El Gabinete dejará de ser el blanco principal y la Presidencia de la República devendría en el eje de las imputaciones. En esa perspectiva, el universo simbólico que actualmente compartimos será solo un espejismo, incapaz de sosegar esta nueva etapa de furias desatadas.
Ángel Delgado Silva
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