Hugo Neira
El pobre calumniado, Martin Luther King
Sobre un infeliz intento de comparar la luz con la noche
Nunca hubo plagio. Fue un rumor lanzado por el FBI. También de que era «marido infiel». Nadie toma eso en serio en USA, parte de esas operaciones sucias, típicas de la guerra fría. Historia de otra infamia.
El anuncio de que Luther es otra suerte de canalla, capaz de engañar a sus seguidores, luciendo laureles ajenos, me produjo un agudo ataque de escepticismo. En los años de Luther King, yo vivía en Europa y en mi generación seguíamos la lucha de ese pastor bautista negro por la supresión de la segregación legal en los Estados Unidos. He dicho legal, no es cuestión que como en Lima, lo racista es actitud, lo cual no quita que sea deplorable. Cuando yo trabajaba en el Expreso de Manongo Mujica, un amigo de color y de colegio, me contaba que estaba harto. Cada vez que iba al dentista, y hacía antesala, las señoras blancas agarraban fuertemente la cartera. Y venía al diario a quejarse de mis colegas periodistas: si no tenían una foto de un criminal, ponían la suya. Mi amigo era actor y había hecho de gánster en el club de Teatro de Reynaldo d’Amore. Tuvo que irse a Buenos Aires¡!
La discriminación americana era con la ley en la mano. En varios Estados, puestos de policías, bomberos, tenderos, directores de banca, empleados, no eran para negros (según Wikipedia. Consúltela). Solo después de Luther King, «una niñita de colegio podía caminar de la mano de un niñito de color», ¿OK? Antes del Civil Rights Act, de julio de 1964, eso, un gesto tan corriente y sencillo, era ilícito y sancionable por la ley. Fue duro para la administración el desaparecer la segregación en los lugares públicos y en las empresas. Luther King –lo sabemos todos– lo había conseguido a punta de marchas por los derechos civiles, por el boicot de los buses en Montgomery, e innumerables actos, todos ellos, dentro de una línea de resistencia sin violencia, tomada del ejemplo de Gandhi.
A Luther y a su gente le hicieron de todo, la policía le soltaba los perros de guerra, o lanzaban llamas en las manifestaciones, no es calumnia antiimperialista —no juego así—, lo tomo de las mejores fuentes. Las dos mejores enciclopedias, la Británica y la Universalis (pago un abono, qué se creen). Y esas no mienten. Al pastor y doctor Luther King, trataron de sacarlo del juego con todos los métodos posibles. Hubo un intento de asesinato por una mujer del pueblo —¡y de color!— porque lo creía comunista, Izola Curry, alcanzó a darle una puñalada. «Un cortapapel que le roza la aorta» (Enc. Universalis). Luego el FBI lo puso bajo vigilancia. Y por último decidieron desacreditarlo. Corrieron los rumores. Primero alegaron que tenía reuniones con conocidos comunistas. Estaba a la cabeza del FBI nada menos que J. Edgar Hoover. Visto que Martin Luther demostraba fácilmente que no era comunista, pasaron a mayores. Se metieron en su vida privada, corrió el rumor de que era marido infiel. No había en la época video y se contentaron con unas grabaciones. Inventaron hasta cartas anónimas. Y entre otras la de los plagios académicos. Nada sacaron de modo que lo mataron.
Todo eso es muy conocido entre los americanos de hoy. Pero hay que decirlo en Perú de Acuña y de Favre. Si hubiese sido un plagiario, ¿le habrían dado, a título póstumo, 20 doctorados honoris causa?! ¿Creen ustedes que en EE UU, donde el fondo puritano de los protestantes no ha desaparecido, iban a levantar Monumentos, como el que hay en Washington, a un plagiario de títulos? Ese rumor, todos lo saben, fue parte de su guerra fría, y lo reconocen con cinismo, trabajo del FBI de otrora. Novedad en Perú, claro, en los colegios no hubo cursos de historia contemporánea.
Como ha dicho Mauricio Mulder, su agente de venta solo ha recogido un rumor y ¡le cuesta dos millones de dólares! Señor Acuña, el Favre lo está agarrando de cholito¡!
HUGO NEIRA