Iván Arenas
El fujimorismo ya no viaja en “mototaxi”
Fuerza Popular ha abandonado su base social amplia y mayoritaria
[El autor terminó de escribir esta columna antes de la partida del ex presidente Alberto Fujimori. Asimismo, el autor da sus sinceras condolencias a la familia]
Con una frase fina pero a la vez brutal, el escritor Tony Judt describió el abandono político y social del laborismo inglés de Tony Blair a los sectores populares. “La socialdemocracia siempre debe viajar en tren” había advertido Judt. Cuando digo que el fujimorismo ya no viaja en “mototaxi”es una referencia a que de un tiempo a esta parte el fujimorismo ha abandonado su base sociológica mayoritaria, aquellos sectores populares y emergentes.
Vale una apreciación aquí: además de instalarse en los sectores populares, el fujimorismo también era una coalición de clases, tan amplía y diversa en su composición como los viejos partidos nacionales. Allí está, en todo caso, la historia de su representación parlamentaria a nivel nacional. Ahora bien, incluso antes de la aparición años atrás de unas conversaciones en la aplicación WhatsApp de una parte de la bancada fujimorista (con el rótulo “Mototaxi”), la fuerza naranja, todo indica, ya andaba en un proceso de abandono casi total de su base social y política mayoritaria. Luego seguiremos con este punto.
Es cierto y es justo reconocer que Keiko Fujimori, con yerros y aciertos, ha logrado construir un partido que hoy es el fiel representante del régimen de 1993. Hoy la fuerza naranja es el partido de régimen político y económico fundado en la década de 1990 por el propio Alberto Fujimori. Quizá también para el análisis de politólogos valdría la pena decir que el régimen ha organizado sus propias izquierdas, derechas y centros. Allí están en todo caso también, los acuerdos entre tendencias ideológicas en el congreso para nombramientos trascendentales.
Pero cuando decimos que el fujimorismo “ya no viaja en mototaxi” es porque ha abandonado su base social amplia y mayoritaria. El “mototaxi” es ese curioso vehículo que apareció en varias ciudades entre ellas Iquitos y en la que hoy se transportan miles de peruanos de los sectores populares día a día por su costo barato y de fácil acceso. Hoy el fujimorismo de Keiko viaja en SUV.
Así, el “mototaxi” es hoy uno de los transportes recurrentes de “las Limas”, esos “conos premodernos” como alguna vez las calificaron las encuestadoras. Un dato. Se supone que hay más de un millón de mototaxis en casi todo el Perú, la mayoría de ellos absolutamente informales como el propio transporte local. Otro dato. En cierta parte de la élite nacional en general y limeña en particular, y la academia y la media, el “mototaxi” aparece dentro de esa imagen general de la Lima “achorada”, “transgresora”, “premoderna”, frente a una Lima moderna; no obstante semejante apreciación solo representa cierto clasismo. De esta interpretación nació por ejemplo lo que se llama la “cultura chicha” para tratar de descifrar ese complejo sistema de instituciones populares. La élite, siempre la élite.
Hay momentos en que la política se puede explicar o interpretar en el transporte o los vehículos. Los Ladas rusos o los Trabant de la Alemania Democrática reflejaban la precaria sencillez de su economía; en Cuba transitan todavía los viejos “almendrones”, los Plymouth, Mercury, Oldsmobile, Ford, Cadillac que representan el fracaso del “socialismo caribeño”. El mototaxi a la peruana representa lo que se quiere esconder, una sociedad popular y emergente. Quien viaje en mototaxi ganará las elecciones y conectará con una base popular hasta ahora huérfana de representación política.
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