Eduardo Zapata

Educación y activismo político digital

Para ayudar a solucionar los grandes problemas del país

Educación y activismo político digital
Eduardo Zapata
21 de marzo del 2024


Nos lo ha recordado hace poco la profesora Nila Vigil Oliveros. Las redes sociales les han devuelto a las personas el poder de decir y opinar. De creer participar, entonces, del decir y opinar colectivos. Técnicamente –y post imprenta– las personas que éramos simples consumidoras de signos ajenos, hoy creemos ser parte de la construcción de imaginarios ciudadanos. Y deberíamos serlo. 

Cierto es que los resultados no parecen ser satisfactorios por el momento. Pues las redes –lo sabemos—conocen más de adjetivaciones y epítetos que de opiniones argumentadas. Más de selfies autocomplacientes de imágenes y voces que de aportes. Y por eso la profesora Vigil nos pide activismo político de verdad en las redes. Que sería bueno que para no caer en la complacencia de compartir banales avales de supuestas ideologías –y con ello alimentar extremismos– fijen temas de nuestro interés y traten de aportar.

Allí está la educación, que todos reclamamos como asunto importante. Pues bien, hagamos activismo político por una buena educación. Si las ´autoridades´ en la materia no han logrado mucho hasta el momento –y lo dicen nuestros resultados educativos– tal vez la presión del activismo político sí lo haga.

Ciertamente el tema educativo es complejo. Pero para ejemplificarlo tomemos solo un factor de esa complejidad. Se habla mucho de las brechas en infraestructura educativa. Pero si seguimos manteniendo la tonta oposición entre ´material noble´ como sinónimo de concreto y ladrillo y –por oposición– llamaríamos innoble a todo material ajeno, la brecha será insalvable.

Sería bueno que al tema de una brecha basada en materiales de construcción así concebidos antepongamos el concepto de espacios educativos. En la línea de muchos pensadores de la educación entre los cuales bastaría citar al tal vez ya lejano Edmund Carpenter o a la siempre cercanísima Emilia Ferreira. 

Las aulas no tienen por qué saber de muros y el quehacer diario de los ciudadanos y de la sociedad toda debe ser una escuela. “No hay objeto escolar que no sea antes un objeto social” decía la Ferreira. Y en esta línea de pensamiento nos debería interesar el espacio educativo de la escuela no en términos de materiales de construcción sino en términos más amplios. Donde las aulas de la escuela, a través de simples conversiones modulares, podrían constituirse en sede de actividades comunales. Referente cultural para todos, entonces.

En este contexto resultaría más que tonto seguir aún asociando la expresión material de construcción a términos de supuestas noblezas –por qué no decirlo– con reminiscencias cortesanas y autoritarias. Peor aún si estos conceptos nos conducen a perpetuar ad infinitum la brecha en infraestructura. Porque los tiempos y costos de ladrillos y cemento deberían ser reemplazados por tiempos y costos para construir espacios libres con material aligerado, bien equipados y mantenidos, para así poder no solo aspirar de verdad a cerrar brechas de infraestructura, sino sobre todo a abandonar el concepto de escuela-cárcel y abrazar el concepto de espacios educativos que fomenten libertad y aprendizaje.

Eduardo Zapata
21 de marzo del 2024

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