Carlos Adrianzén
Contentos
El producto por persona de los peruanos está estancado desde hace una década
Las últimas encuestas muestran un gobierno impopular. Léase: las encuestas de la izquierda siempre muestran un gobierno muy impopular. Nótelo bien. Hacen esto para ofrecernos dictaduras de izquierda que nos ofrecerán todo por derecho. Sí, ofreciendo esperanzas y entregando desgracias. Como en Venezuela, Cuba, Bolivia o Nicaragua.
Pero complementariamente a la impopularidad encuestada por la izquierda limeña -para un gobierno hoy ideológicamente afín-, cada vez más, desde la salida de Castillo y sus secuaces, mucha gente en Lima y en las Provincias se siente liberada de la amenaza filo senderista y estaría algo más contenta con la marcha económica del país con Perú Libre. Perdón, con la presidente Boluarte.
¿Pero tienen motivo para estar contentos? La respuesta aquí resulta dual. De hecho, por un lado, personajes conocidos como Pérez de Cuéllar, Mucho, Arista o González-Olachea tranquilizan a cualquiera; en comparación a los oscurísimos colaboradores de Castillo. Tampoco se habla constantemente de un cambio constitucional opresor hacia la extrema izquierda. Pero, por otro lado, y más allá de las ilusiones, creencias o sentimientos, nada ha cambiado significativamente. Siguen enquistados en el Estado e inflándolo (Marx diría que persiste la captura de la superestructura).
No nos engañemos: estamos bajo la segunda parte de la gestión del Partido Perú Libre y su gente. No es casualidad que, en dólares constantes, el producto por persona de un peruano está estancado desde hace una década; y registra persistentemente un crecimiento de largo plazo cada vez menor (ver Figura Uno).
Como contrasta el primer gráfico, estamos contentos, pero sin motivos racionales.
Claro, si recordamos el susto despertado por los Filo senderistas -y sus coautores de la caviarada- hace cerca de un año atrás, algún alivio hay.
Si existe hoy una región injustamente tratada en términos de su performance económica ésta es Bolivia. Bolivia es tan, pero tan, pobre que -aun con las generosas cifras de alguna agencia multilateral- la esperanza de vida al nacer de un boliviano es casi una década menos que la de un peruano. A pesar de ello, se le vende como un ejemplo de éxito social. Muchos activistas de Perú Libre en el Sur-peruano batallan -sin mayores resistencias- por la anexión de regiones como Puno a la dictadura boliviana.
Es bueno no olvidar las diferencias. Económicamente hablando, el nivel de riqueza de un peruano promedio se ubica consistentemente muy por debajo de Chile (más que nos duplican) y muy por encima de Bolivia (más que los duplicamos). Al tener menos de la mitad del producto por persona de un peruano estancado, un boliviano promedio cae, estrictamente hablando, en algo muy parecido a la pauperización (ver gráfico dos).
Asemejarnos económica y políticamente a Bolivia sería toda una desgracia. Pero, ¿habrá llegado Evo a Lima? ¿Al final este aventurero conquistará políticamente el sur peruano con la complicidad de muchos compatriotas? ¿Tiene sentido querer parecerse a una nación tan corrupta y opresora como pauperizada? Mire, estimado lector. Para muchos intereses en Puno, Junín y Lima el eslogan parece ser vamos a ser otra Bolivia. A ser más pobres. Sorprende el silencio de los activistas economistas de izquierda.
A propósito, parece que también hubiésemos olvidado la tarea de remontar o superar en desarrollo relativo a Chile. Después de todo ¿qué es más fácil caer o levantarse?
Pero parece que, al recordar como habríamos expulsado a Castillo y preocupados (por parecernos a la pauperizada tierra de Evo), nos habríamos olvidado de algo.
Por un lado, las mejoras económicas -y particularmente la reducción de la incidencia de pobreza- en nuestro país tienen un sólido correlato: la tasa de inversión privada (ver gráfico Tres, izquierda). Olvidamos que en el Perú reciente, el que aumente la inversión privada por habitante, derrumba la pobreza.
La figura de la derecha, que captura el comportamiento de la inversión privada real en el tiempo, contrasta que Humala, PPK, Sagasti, Castillo y Boluarte fueron ideológicamente exitosos. Lograron lo que todo gobierno de izquierda latinoamericana busca con denuedo: el colapso de la inversión privada. Como sostenía hace poco el sangriento guerrillero colombiano Gustavo Petro: solo la pobreza les sirve, electoralmente.
Podría tal vez sostenerse que los peruanos no habríamos perdido la llave del crecimiento económico- por distraídos. Nuestros recientes regímenes de izquierda la han descartado. Adrede.
Pero todo esto no ha sido todo: la economía peruana pos pandemia fue un Castillo de Naipes derrumbándose (ver Figura Cuatro).
Solo enfocando Flujos de Inversión Extranjera Directa, habrían salido del Perú miles de millones de dólares… que no regresarán (Especulando, un mínimo de +/- 4% del PBI en neto). Algo tremendamente destructivo, salvado tal vez por la postración del resto de las plazas en la región.
Los días de Aníbal Torres, Mirtha Vázquez, o Betsy Chávez fueron desastrosos económicamente. La pobreza se recuperó y las salidas de capitales netas explosionaron. La ineptitud de los filosenderistas espantó. Pensar hoy que todo esto ya ha pasado es algo iluso. Toma quinquenios recuperar la confianza perdida. Recordemos: fue una plaza tomada.
Las interrogantes hoy están pues abiertas. Los colaboradores actuales del gobierno de Perú Libre - Pérez de Cuéllar, Mucho, Arista o González-Olachea- ¿se quedarán contentos solo flotando? Urge regresar hacia una sociedad económica y políticamente mucho más libre.
De mantenerse la toma actual de la burocracia e institucionalidad, los deterioros se profundizarán y los ulteriores retrocesos serán achacados a ellos. Y sí… son los responsables.
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