Eduardo Zapata
Bienvenidos al Bicentenario. ¿Nos habíamos emancipado ya?
La narrativa histórica no es compatible con los tiempos electronales
No voy a arruinar con esta nota los festejos –reales o inciertos– del Bicentenario. No es mi propósito. Bienvenidos los que han agitado en momentos difíciles sus banderas patrias. Malvenidos circunstancialmente los que lo han hecho por inercia, tal vez falso nacionalismo y el orgullo de manifestar a los demás –justo en este infausto momento– ´tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz´. Expresión siempre válida.
´Bienvenidos´, en verdad, todos. Porque de arreglos, interesados o no, está hecha la historia. Justificada la violencia. El nacimiento y ocaso de los imperios. En tiempos en los que con la electronalidad habían surgido mentes ultra optimistas acerca de la aldea global, nos olvidamos de que uno de sus gestores principales, Marshall McLuhan, nos había advertido ya: ”El individuo privado no se siente cómodo en condiciones eléctricas. Está demasiado cercano a los demás individuos y pierde su identidad. Es un hombre en la multitud, no es nadie, y debe luchar para demostrar que es alguien. Por tanto, a más electricidad mayor violencia… La gente vive mejor cuanto más separada está de los demás”.
Es decir, a mayor globalización de la aldea ciertamente mayor oportunidad de decires no dichos directamente sino sugeridos. Y también a mayor globalización finalmente mayor desmasificación de las audiencias encerradas en su propia aldea. Y con ello una partición del consenso sobre el cual habíamos asentado –herederos o no– un mundo que creíamos perfecto. Decía Alvin Toffler: “Newton parecía haber descubierto las leyes que programaban a los cielos. Darwin había identificado leyes que programaban la evolución social. Y Freud, supuestamente, revelaba las leyes que programaban la psiquis. Otros —científicos, ingenieros, científicos sociales, psicólogos— seguían buscando todavía más, o diferentes, leyes. La civilización de la segunda ola tenía ahora a su disposición una teoría de la causalidad que parecía milagrosa por su poder y su amplia aplicabilidad”.
Pero el estudio de la escritura electrónica –desde la lingüística, la semiótica y las neurociencias– nos demostró que en contraste con la escribalidad (nacida al calor del libro escrito con escritura fonética) algo más profundo estaba en juego: el concepto mismo de representación. Si la grafía a representaba inequívocamente al fonema a, un emoticón o emoji es materialización de un sentimiento o pensamiento.
Sin advertir la profundidad del fenómeno, algunos erróneamente han querido ver una oposición entre democracia representativa y democracia directa, entendiendo esta como asambleísmo, oclocracia o caquistocracia: gobierno de las masas o de los mediocres. Por encima de la soberanía popular: derecho a la educación y a la salud y una vida con calidad. Derechos y deberes.
Y sí. No solo en varios países la democracia representativa nacional dejó de serlo y solo interesa esa democracia fundamentalmente en el county, en el distrito, allí donde vemos problemas superables y elegimos entonces alcaldes, jueces, fiscales y aun funcionarios menores con capacidad de decisión. Gobiernos sintagmáticos, en presencia; no gobiernos paradigmáticos, en ausencia. Gestión efectiva, sin tener que acudir a los fantasmagóricos Consejos de Estado o a los escénicos Acuerdos Nacionales.
Y ocurre que se rompió la representación y con ello el contrato social nacional. Hoy los estudios lo demuestran y los berrinches por el pasado lo ponen en evidencia. Estamos ante una representación subjetivada y no objetivada, que se testimonia en los usuarios de la electronalidad. Ideal para los problemas urgentes de las urgencias ciudadanas de todos los días. Pero ideal también para que jóvenes ilusionados vean en la transparencia de datos per se una gestión eficiente. Gestión de anuncios amplificados por la propaganda, solo palabras, pues tiempo ya no hay para implementarlos.
Bienvenidos, decíamos, los que enarbolan sus banderas y los que no. Siempre y cuando no antepongan intereses de lo MÍO sobre lo TUYO y –menos– sobre lo NUESTRO. Mientras preguntémonos todos con reflexión y seriedad sobre el sistema político del país. Como bien lo dice el Profesor Albert d´Haenens, eximio historiador y medievalista de la Universidad de Lovaina: “La narrativa histórica no es compatible con los tiempos electronales”.
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