Jorge Morelli
Bienes sin papeles y papeles sin bienes
Para la quinta oleada globalizadora
La cuarta globalización de la historia moderna está en retroceso. Pero habrá una quinta. La primera fue en el siglo XVI, e incluyó el descubrimiento de América y la conquista del Perú. La segunda en el XIX, el ”siglo de oro” del capitalismo y del Imperio Británico, que duró exactamente cien años: desde Waterloo en 1815 hasta la Primera Guerra Mundial en 1915. Al final, el dólar desplazó a la libra esterlina como moneda global y reserva de valor. La tercera fue la de Keynes y Bretton Woods en 1946, después de la Segunda Guerra. Duró un cuarto de siglo hasta 1971, cuando Nixon quebró el vínculo del dólar al oro (a la tasa de 27 dólares la onza) y lo dejó flotar en el mercado global. La devaluación del dólar y el embargo árabe del petróleo —que fue su consecuencia— desataron la inflación que no se detuvo hasta fines de los ochenta y acabó con la tercera globalización. La cuarta comenzó en 1980 con Thatcher y Reagan, la Escuela Austríaca de Friedrich Hayek y Mont Pelerin, duró igualmente un cuarto de siglo y vino a desembocar en el colapso de la burbuja global del 2008.
Desde entonces, hace ya ocho años, la cuarta globalización retrocede y avanza el localismo, que tiene muchos nombres: nacionalismo, proteccionismo, mercantilismo. Hace ocho años que la economía global se halla estancada y no responde ya al remedio tradicional de abaratar el dinero. No responde ni siquiera a tasas de interés negativas, por debajo de cero. Los bancos centrales ya no saben qué hacer y miran a los gobiernos. La pregunta es si, en estas circunstancias, es posible una nueva globalización, la quinta. Puede haberla, de un nuevo tipo.
El anuncio de Donald Trump de una política económica de masiva inversión en infraestructura en EE.UU. es, en cierto modo, un retorno al keynesianismo, al new deal de Franklin Roosevelt, el verdadero autor de la idea de la intervención estatal contracíclica en la economía. Esto va a favorecer a los países emergentes productores de materia prima, como el Perú, porque la reconstrucción de la infraestructura de EE.UU. va a demandar cantidades masivas de cobre, que el Perú produce. El cobre ya ha subido 20% en el mercado mundial con ese solo anuncio.
¿Significa eso una reprimarización de la economía peruana, un regreso a las materias primas, como vaticina la izquierda desde hace décadas? En realidad, significa solo que la diversificación productiva, la industrialización, tiene sus momentos y sus ventanas de oportunidad. Es posible cuando hay libre comercio. Y hay libre comercio cuando hay una globalización que se expande. Ahora, sin embargo, el libre comercio retrocede porque la globalización retrocede. Así lo confirma la elección de Trump.
¿De dónde puede venir entonces una quinta globalización? ¿Tiene China, por ejemplo, la masa económica crítica y —dado que no es una democracia— la legitimidad política necesaria para liderarla? ¿Desplazará el yuan chino al dólar como moneda global, como el dólar desplazó a la libra esterlina hace exactamente cien años? Políticamente, ¿se cumplirá lo dicho por Xi Jinping en Lima, que “China jamás será hegemónica”? ¿No habrá imperialismo chino? ¿No lo hubo en la venta de Las Bambas por Glencore Xstrata a una empresa china? Esas son las preguntas que abre una posible globalización china, que podría no ser sino una nueva hegemonía global. Ese ya no es el camino.
Al respecto, Hernando de Soto ha acuñado una idea novedosa: el problema del siglo XXI son los papeles sin respaldo de bienes en las economías desarrolladas, y los bienes sin el respaldo de papeles en el resto del mundo. La sentencia lleva implícita la sospecha de que la solución para el crecimiento global se halla en reunir las dos mitades: los papeles sin bienes de las economías desarrolladas con su otra mitad, los bienes sin papeles en las economías emergentes. Sugiere también la poderosa idea de que quizás existe en economía una “proporción aúrea” —como se decía en el Renacimiento— entre el tamaño de la economía “real” y el de la economía “virtual” de las finanzas. Digamos entre Main Street y Wall Street, como dicen los americanos. Una relación proporcional que no puede ser desestabilizada sin generar “burbujas” financieras, crecimientos artificiales que inevitablemente colapsan.
La nueva globalización, la quinta, debe devolverle un fundamento de valor real a los mercados financieros virtuales. Necesita dar papeles a los bienes de los mercados emergentes y poner esos bienes como respaldo de los papeles en los mercados financieros. De allí puede venir la nueva industrialización que necesitamos. Este puede ser entonces, en efecto, el momento para un nuevo tipo de diversificación productiva. Una que reúna, por ejemplo, a las comunidades y las minas andinas en torno a la recuperación del ciclo del agua de los Andes y la reforestación de millones de hectáreas de las punas. Una nueva riqueza forestal, agroindustrial y minera de los Andes en la que —por fin de igual a igual— las comunidades y las minas del Perú sean socias.
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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