Alfonso Baella
Aroma a debilidad
Lo de Pichanaki parece una reedición de Conga: un gobierno débil, asustado y veleta.
Dicen que ciertos animales huelen el temor, la tensión y la debilidad. El ser humano despide aromas y tiene una conducta gestual que evidencia el miedo ante lo desconocido o frente a la incertidumbre. Un político atemorizado, peor aún, una autoridad débil o debilitada, puede ser fácilmente presa de agitadores o hasta de simples circunstancias.
En esa perspectiva los violentos hechos acaecidos en la región central de Junín son en extremo delicados. Por un lado está la argentina PlusPetrol, una empresa con un historial lleno de sanciones por faltas ambientales; pero en el otro no están sólo las organizaciones verdaderamente representativas como las Federación de Cafetaleros, el Frente de Defensa de Satipo o la Asociación Regional de Pueblos Indígenas de la Selva Central. El que mueve la calle y principal instigador al paro y la violencia es el Frente de Defensa Ambiental de Pichanaki, liderado por Roberto Carlos Chavarría Vilcatoma, principal cabecilla del “Andahuaylazo” del 2005, que trajo dejó muertos y envió a la prisión a Antauro Humala. Chavarría es un activo etnocacerista.
Por eso es extraño el papel del ministro de Energía y Minas, Eleodoro Mayorga, frente a la población reunida, diciendo desde un estrado: “Yo le voy a pedir a la empresa que en tres días salga de Pichanaki”. En verdad, más que extraño es desconcertante para quienes creemos en el estado de derecho. Salvando las distancias, parece la reedición de Conga, es decir, un gobierno débil, asustado y veleta.
Nadie puede avalar la violencia de la policía, menos justificar la muerte de un joven de 25 años y las decenas de heridos del lado de la policía y del lado de los pobladores. Pero estamos viendo los efectos de un desorden generalizado, falta de diálogo y nula previsión por parte de la autoridad política. Lo que ha ocurrido en las últimas horas se veía venir hace meses y Mayorga y Urresti, como ministros, lo sabían perfectamente.
Es obvio que el etnocacerismo gana con la violencia, pero es torpe dejarse llevar por él sabiendo que ese era su objetivo. Más delicado aún es que lo de Pichanaki pudo haber ocurrido en cualquier parte del Perú. Es más, debe haber varios “Pichanakis” en ciernes y la razón es muy sencilla. Ante la falta de autoridad, ante el socavamiento en la línea de mando y frente al poder paralelo que ronda palacio, el olor a debilidad se extiende por todos lados. Los animales políticos huelen eso.
Quienes alentaron el gobierno conyugal y aplaudieron esa insensatez deberían ser los primeros en reflexionar sobre los sucesos en Pichanaki y sobre lo malo que ha sido debilitar la institucionalidad de los ministros, de la Presidencia del Consejo de Ministros y del propio presidente de la república. Un país que se respeta y afronta sus desafíos con seriedad y responsabilidad, sobre todo para con los jóvenes que son la mayoría de peruanos, no puede estar sujeto a caprichos ni a arreglos cortesanos. El poder no lo da solamente un bastón de mando o un fajín sino el imperio de la ley expresado en la institucionalidad democrática; y se ejerce con actitud y con el respeto absoluto por parte de todos sin distinción de ninguna especie.
Por: Alfonso Baella Herrera
13 - Feb - 2015
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