Alejandro Arestegui
Alianzas peligrosas
El fracaso de la oposición turca
Analizaremos las claves de la derrota de la oposición turca frente a Erdoğan, las tóxicas alianzas políticas que les hicieron perder la segunda vuelta y las enseñanzas de esta elección a los analistas y votantes peruanos.
El pasado domingo 28 de mayo se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Turquía, estas definirían quién sería el próximo presidente de la nación euroasiática, para decepción de muchos y para algarabía de otros el actual presidente turco Recep Tayyip Erdoğan ha sido elegido para un tercer mandato como presidente de todos los turcos y se quedará en el poder por lo menos hasta el año 2028. A pesar de que muchos analistas políticos (sobre todo occidentales) citaban desde hace meses que el favorito a ganar la contienda en este caso era el líder de la oposición Kemal Kılıçdaroğlu, lo cierto es que una serie de factores no previstos por estos analistas han sido los factores importantes que han llevado al actual presidente a ser reelegido, factores que obviamente debido al desconocimiento y poca información que poseen numerosos analistas internacionales al hablar y realizar análisis demasiado superficiales de la cosmovisión e idiosincrasia turcas han llevado a que nos ofrecieran conclusiones precipitadas, con percepciones de realidad muy alteradas y poco acordes con la realidad, en la presente columna vamos a analizar de lleno y brindar cuáles han sido los hechos que han marcado trascendencia y que fueron claves para los resultados de la elección más trascendental del año 2023.
Debido a numerosos factores negativos, como el decrecimiento de la economía turca, una desaceleración de la inversión, una inflación galopante que llegó a mayo de 2023 a un aproximado del 85%, sumado al aumento de desempleo y el problema de la migración de millones de ciudadanos sirios que se encuentran viviendo actualmente en territorio turco, sumado a los terribles terremotos al sur este del país a mediados de febrero del presente año son solo algunos de los tantos problemas con los que los turcos se tenían que enfrentar y que influirían en su decisión de nuevo presidente de su país. Numerosos sondeos y encuestas llegaban a la conclusión de que por primera vez en lustros el partido de la justicia y el desarrollo (AKP) encarnado desde sus inicios por el presidente Recep Tayyip Erdoğan iban a perder el poder luego de numerosos años dominando casi por completo la política turca, llegando al poder en el año 2003 y consolidándose en la cima, convirtiéndose en la fuerza política dominante a partir del año 2008, tanto es así que pudieron realizar cambios constitucionales modificando la forma de gobierno constitucionalmente establecida desde su conformación como república en 1923, pasando Turquía de ser una república parlamentaria a convertirse en una república presidencialista, proyecto el cual fue aprobado por un referéndum en el año 2018, sin embargo, de acuerdo a las encuestas y a los analistas más prominentes todo iba a cambiar en este año y la balanza iba a voltearse en contra del actual presidente y su partido el AKP. Tanto en análisis como en encuestas nacionales y extranjeras daban por ganador al candidato opositor, un ya veterano político llamado Kemal Kılıçdaroğlu, del partido Kemalista laico y parlamentarista (CHP) y por tanto principal enemigo ideológico del presidencialismo, islamismo y neo-otomanismo pregonado por el personalista presidente Erdoğan.
A pesar de ser una discusión que ha estado vigente por décadas, los resultados de las elecciones de mayo han demostrado que la sociedad turca está altamente polarizada, de acuerdo a sondeos la gran mayoría de las personas está contenta con una república, no importa que sea parlamentaria o presidencialista; por lo que volver a una monarquía reviviendo al antiguo sultanato del Rum o al imperio otomano es algo inviable desde el punto de vista popular, sin embargo el laicismo que fue pregonado desde la época de Mustafá Kemal Atatürk ha tenido constantemente ataques y oposición por parte de los sectores más religiosos, por lo que se puede decir que en este país la dicotomía de izquierda y derecha pasa a un segundo plano. En cuanto a las relaciones internacionales, la opinión pública también está dividida, ya que hay gente que ve con buenos ojos el acercamiento de Turquía hacia occidente, reforzando los lazos o incluso optando por una adhesión completa a la Unión Europea y mantenerse dentro de la alianza militar de la OTAN. Por otro lado un porcentaje importante de la población sugiere que Turquía debe de tener una agenda política propia, sin obedecer a intereses de ninguna potencia extranjera, siendo propicio tener una tercera posición acercándose más hacia el mundo islámico reforzando sus lazos con países como Catar y formar una unión de varios países túrquicos (Azerbaiyán, Uzbekistán Kazajistán Kirguistán o incluso Turkmenistán) que representen una fuerza a tener en cuenta por las potencias como Estados Unidos, La Unión Europea, Rusia o China.
En el panorama político turco en estas elecciones se vislumbraba una división de ideologías y de posturas claramente diferenciadas entre sí por una visión de país completamente diferente una de la otra, sin embargo vemos que aquí existe una intrincada y bastante complicada alianza de partidos y frentes políticos, alianzas insospechadas que normalmente no podrían darse en otros países, pero como es el caso de Turquía (que como repetimos es imposible hablar de izquierdas o derechas) es menester explicar un poco cómo se han ido conformando las alianzas y cuáles fueron los graves errores de la oposición a Erdoğan.
Empecemos por el grupo de los oficialistas, el régimen de Erdoğan se veía representado por la autodenominada “Alianza Popular”, esta alianza estaba conformada obviamente por el partido oficialista de Justicia y el Desarrollo (AKP), asimismo recibió el apoyo de los ultranacionalistas del Partido de Acción Nacionalista (MHP) partido célebremente conocido por tener en los años setentas una rama paramilitar denominada “los lobos grises”, asimismo esta alianza estaba apoyada por partidos menores generalmente de tendencia islamista y nacionalista dentro de los cuales destacamos al Gran Partido de la Unidad (BBP) (Islamonacionalismo turco), al Partido de la Causa Libre (HÜDAPAR) (Islamismo Kurdo), al Nuevo Partido del Bienestar (YRP) (Democracia Islámica), al Partido de la Izquierda Democrática (DSP) (Ecevitismo, pregonan posturas del ex ministro Bulent Ecevit), al Gran Partido de Turquía (BBP) (Pan-turquismo), entre otros. Quizá lo más peculiar e inusual hayan sido los apoyos que recibió el actual presidente en segunda vuelta, para ser más precisos partidos que claramente son de una línea política que podríamos catalogar como de izquierda y de una línea contraria al oficialismo como el caso del Partido Patriótico (VATAN PARTİSİ) (partido de ultraizquierda antioccidental), el Partido de la Alianza por Turquía (TÜİP) (Nacionalistas laicos) o el partido “Mi País” (ÜLKEM) (Nacionalistas turcos de izquierda). Este tipo de alianzas y apoyos bastante inusuales para otros ya se han visto en repetidas ocasiones en Turquía; y esta vez no ha sido la excepción.
Ya hemos analizado la lista de partidos que apoyaron al régimen, ahora es turno de hablar de la “Alianza por la Nación”, toda una línea de partidos que apoyaron al candidato opositor Kılıçdaroğlu. Obviamente el principal partido opositor y la némesis ideológica del régimen es el Partido Republicano del Pueblo (CHP), de tendencia kemalista, laica, republicanista, parlamentarista e históricamente vinculado a una socialdemocracia moderada (un equivalente ideológico al APRA peruano), partido histórico fundado por el mismísimo fundador de la República de Turquía: Mustafá Kemal Atatürk en 1923. Paralelo a ello su principal aliado y colaborador ha sido el partido republicanista laico conservador-nacionalista “Buen Partido” (İYİ PARTİ, liderado por una mujer, Meral Akşener). A esta alianza de dos grandes partidos se han unido otros partidos menores de diferentes tendencias, entre los cuales destacamos al partido DEVA (Partido de la Democracia y Progreso) (Liberal), el Partido del Futuro (GP) (Liberal-conservador) o el Partido de la Felicidad y Virtud (SAADET) (Millî Görüş o nacionalismo islámico-liberal). Hasta ahí podíamos ver que era una alianza de demócratas dispuestos a dejar de lado sus diferencias para enfrentarse al régimen que desde hace años está dando pinceladas de autoritarismo y de poco respeto a las instituciones kemalistas, pero ¿Cuándo surgieron los problemas?
La alianza por la Nación buscaba ganar votos de cualquier manera posible, esto los llevó a inicios del 2023 a concertar una alianza electoral con dos bloques de izquierdas, representados por la “Alianza Laborista De Trabajo y Libertad” (Emek ve Özgürlük İttifakı) y a los grupos de extrema izquierda de la “Unión de Fuerzas Socialistas” (Sosyalist Güç Birliği), esto representó simplemente un grave insulto a una gran masa de votantes turcos, pues aliarse con la izquierda, cuyos elementos nocivos están reunidos en el Partido de los Futuros Verdes de Izquierda (Yeşil Sol Parti), es la continuación del proscrito Partido Democrático de los Pueblos (Halkların Demokratik Partisi-HDP), partido prohibido de participar en los comicios debido a los vínculos de algunos de sus miembros con la agrupación terrorista marxista-leninista PKK (Partido de los trabajadores del Kurdistán), responsables de asesinatos, secuestros y atentados contra civiles y las fuerzas del orden (si podemos hacer una poco tosca pero ilustrativa equivalencia al caso peruano es como si la oposición peruana de derechas se aliase con partidos como Perú Libre o Juntos por el Perú, los cuales tienen algunos miembros vinculados a nefastas organizaciones como Movadef o peor aún a Sendero Luminoso). Es así como a partir de la alianza establecida entre la oposición kemalista y los partidos del bloque de izquierda radical los porcentajes del candidato Kılıçdaroğlu se estancaron a tal punto de disminuir en algunos puntos porcentuales permitiendo Erdoğan llegar con vida a la primera vuelta.
A diferencia de nuestro país donde algunas personas debido a desinformación e incredulidad caen en el juego de la izquierda de usar el falso eslogan político del “terruqueo”, en el caso turco el tema del terrorismo es tomado muy en serio; y peor aun cuando se trata de grupos subversivos de izquierda que promueven el separatismo kurdo, responsable de muerte, caos y desorden desde el año 1980, esta alianza poco estratégica le valió a Kılıçdaroğlu el repudio de muchos votantes neutrales que acabaron votando por el candidato que acabó tercero en primera vuelta: El nacionalista Sinan Oğan; y es aquí donde aparece el factor decisivo del resultado de la elección. En primera vuelta el presidente Erdoğan había sacado aproximadamente un 49.5% en contra del 44% de Kılıçdaroğlu, esto representa en números el equivalente a 27 millones de votos oficialistas contra 24 millones y medio del candidato opositor, estaba más que claro que quien decantaría la balanza a favor de uno u otro bando iba a ser el tercer candidato en cuestión; dicho y hecho, días antes de la elección el candidato nacionalista Sinan Oğan anunció su apoyo al presidente Erdoğan, prácticamente desembolsando sus casi 3 millones de votos al pozo acumulado del oficialismo, permitiéndole sacar el 28 de mayo una cómoda victoria de aproximadamente un 52.14% mientras la oposición a duras penas pudo sacar un resultado en números parecido al de la primera vuelta.
Luego de haber explorado esta densa jungla política hemos podido observar la variopinta selección de partidos que apoyaron a los dos bandos, los enormes bloques de alianzas se han convertido en algo habitual y prácticamente los ciudadanos turcos optan por opciones limitadas y reducidas en las elecciones (la mayoría de los partidos pequeños saben que no pueden cumplir con el límite legal de la barrera del 7% de mínimo de votos para poder participar en las siguientes elecciones, por lo que se unen estas alianzas donde garantizan al menos su supervivencia en el plano electoral). Por otro lado, la diversa selección de ideologías y de posiciones dentro del espectro político hace que sea muy denso poder realizar una diferenciación clara, pero como hemos observado los errores graves de la oposición han significado una derrota para todos los que estaban esperanzados en ver que el régimen de Erdoğan caiga luego de varios lustros de gobierno.
Como conclusión y quizás como alguna enseñanza que nos puede dar a los votantes peruanos, la lección más importante y trascendental es que uno no debe confiarse ni mucho menos fiarse de los políticos de izquierda, una alianza con sus partidos significa no solamente ganarse la desconfianza de otros sectores políticos sino que además estas fuerzas siempre van a buscar su cuota de poder a cambio de su apoyo, esto lo hemos podido ver en nuestro país a través de los años y es la izquierda que a través de sus votaciones han llevado a presidentes poco probos e incapaces en estos últimos años, siendo la izquierda responsable de que Fujimori le gane a Vargas Llosa, que Alejandro Toledo le ganase a Alan García o que candidatos mediocres como Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski o incluso Pedro Castillo terminen ganándole en segunda vuelta a Keiko Fujimori.
En el caso turco la alianza de la oposición con grupos de la izquierda más radical significó una pérdida de seriedad, un bajón a su reputación y credibilidad así como el rechazo de un sector de la población que a pesar de ser laico no es capaz de darle cuotas de poder a grupos extremistas ideologías tan nefastas como lo son el socialismo o el marxismo-leninismo, que a pesar de lo que digan algunos analistas políticos de la nueva izquierda que afirman que estas ideologías ya han desaparecido, sin embargo vemos que siguen vigentes, causando miseria y atraso en todos los países donde operan, en el caso turco el castigo de aliarse con la izquierda es que Erdoğan se mantendrá en el poder hasta 2028 y que continúe un progresivo deterioro de las instituciones republicanas fundadas hace ya 100 años por Atatürk.
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