Hugo Neira

¿Adiós al Imperialismo?

Reflexiones en torno a la crisis en Afganistán

¿Adiós al Imperialismo?
Hugo Neira
22 de agosto del 2021


¿Por qué es tan discutido el retiro de las tropas norteamericanas en Afganistán? ¿Es Trump y ahora el presidente Biden quienes confirman un decaimiento o tal vez un ocaso? ¿Es el fin de la hiperpotencia pero resultaría riesgoso para el equilibrio planetario que no exista una potencia gendarme? 

Es uno de los riesgos de la mundialización —aparte de las pandemias o una crisis bancaria como la 2008— lo que ocurra en cualquier momento. Años atrás, lo que llamamos hoy Afganistán se descompone porque desaparecen los imperios persa y mongol. Y los británicos pretenden colonizarlo pero son derrotados en 1839-1842 y 1878-1880. Lo vuelven un Estado «tampón» (tapón o colchón), cuando el territorio afgano es imperializado con los británicos y los rusos. Tiene desde entonces unas fronteras internacionales. Por una parte, se intenta una modernización. Por la otra, la construcción de un Estado, y tienen un Rey, Amanulá, que se apoya en un fundamentalismo religioso. Pasa el tiempo y en contexto de la Guerra Fría, Afganistán juega a estar con el Este y el Oeste, sin dejar de ser un país al 90% rural. Y crece su actividad militar que, al parecer, es la única forma de reprimir las revueltas tribales. A partir de los años 50, hay acuerdos con la URSS, y la infiltración de los soviéticos es evidente en las Fuerzas Armadas afganas. Sin embargo, en el siglo XX, nada de esto conmueve o preocupa a las grandes potencias. Y podemos preguntarnos por qué no interesaba lo que ocurría en Kabul. (Estos datos provienen del Dictionnaire historique et géopolitique du 20° siècle, de Serge Cordelier.)

Tuvieron una monarquía constitucional, pero el 27 de diciembre de 1979, en plena Guerra Fría, 100,000 guerreros soviéticos penetran en el territorio afgano. Por cierto, esa estrategia aumenta la tensión entre soviéticos y americanos. Y lo que ocurre es un gigantesco desastre de las tropas soviéticas. Algunos consideran el apoyo en armas que recibieron los guerreros afganos, y otros lo atribuyen a la movilización popular en Afganistán en nombre de un concepto religioso, el jihad. La «guerra santa». Por otra parte, hay especialistas que dijeron que la resistencia con guerrillas fue tan poderosa que se evaluaba en Moscú esa derrota, y la duda de la calidad de las fuerzas militares rusas. Es probable que eso retuvo, en los últimos días de la URSS, un intento de enfrentar a Europa y los Estados Unidos, con una invasión en el territorio de la OTAN. Y desde esos años el surgimiento de los talibanes, el apoyo de Pakistán, el terrorismo de Osama Bin Laden, los atentados a las embajadas norteamericanas, cinco millones de refugiados, y la ausencia de cuadros capaces de contener a los talibanes. En Rusia, era ya la era de Leonid Brejnev, y luego Mijaíl Gorbachov, que retiró sus tropas. Era ya la hora de la perestroika, la reestructuración de lo que fue la Rusia soviética. La cuestión es, aparte de la irresponsabilidad del juego de las potencias en un país asiático, por qué hoy nos inquieta. Y eso es porque en la era de la mundialización que es este siglo XXI, nada está lejos. La geopolítica actual es global. Por eso es que en estos días se preguntan cuál será la consecuencia de retirar las tropas americanas. 

La otra cuestión es los Estados Unidos de este tiempo. Una revista internacional se atreve a dedicarle un número completo. El título de ese número, es «¿Qué nos queda de la potencia americana?». Y luego reúne no unas opiniones y escritos de los EEUU sino de diversos países. Por ejemplo: «Los tres temores de América. La campaña presidencial del 2016 revela el nuevo rostro de los Estados Unidos. Un país invadido por la angustia, la cólera y la sensación de un declive». El autor es cronista israelita, en el diario Haaretz, diario de Tel Aviv. No podemos, pues, decir que se trata de algún marxista o comunista. Lo que ha ocurrido en América cuando Trump, «su popularidad hace sudar frío a un judío». No es que sean nazis pero el pueblo judío tiene una experiencia en esas metamorfosis de la gente y la sociedad. El cronista dice: «Están cambiando, con una fuerza que puede ser la nueva mentalidad americana». Y recuerda que «la América blanca y cristiana está a punto de volverse minoritaria». Ya no es la actitud de Barack Obama. «Hay un resentimiento, una sombra horrible».

Pasemos a otro continente y sociedad. Un diario ruso. Un periodista en Moscú. «Los Estados Unidos no están en condición de manejar el mundo. Es el fin de un consenso que dictaba, después de los años sesenta, la política extranjera». Y eso de que eran «el líder del mundo» ya no es posible. Podríamos decir al cronista ruso que tampoco la Rusia actual es la gran potencia de los decenios de la Guerra Fría. Sin duda los Estados Unidos de estos años no son los de los días en que acaba la II Guerra Mundial, en 1945. En ese momento, tenían el 70% de la producción industrial (en la cual se cuenta la producción militar). En estos días se acumulan los errores de los presidentes en la Casa Blanca. Alguien dice: «Siria es el cementerio de la credibilidad americana». El crítico lo dice en el The Washington Post. Se le critica a Trump por su inacción¡! Por otra parte, en Washington señalan que las tensiones raciales que son parte de la ascensión de Trump son «un golpe feroz al prestigio de los Estados Unidos». Eso vino cuando unos policías mataron a un negro que no había hecho nada de malo salvo tener la desgracia de ser black. La revista es Foreign Policy. Nadie firma, me parece más bien un editorial. ¿Y si miramos los Estados Unidos un poco más lejos? 

Desde Pekín, desde la potencia china que está alcanzando a los Estados Unidos en diversos indicadores económicos y comerciales, sobre esta situación inestable le decían a Trump: «Las reglas han cambiado, señor Trump». Y luego: «Los Estados Unidos no son de ningún lado el interlocutor de los países emergentes» (en el Huanqui Shibao o el Global Times de Pekín, tabloide bilingüe de dos millones de lectores). Sin embargo, tienen bien claro lo que todavía son los Estados Unidos. «América sigue siendo el más grande centro mundial de innovación tecnológica, y son igualmente el primer agente de cultura y objeto de consumo cultural de masas. El país continúa a ser el lugar más fuerte de la ideología occidental. Son su hard power tanto sus Fuerzas Armadas, conservando una posición inalcanzable, como su finanza y sus extraordinarias competencias en el dominio del Internet, lo cual contribuye a su supremacía».

Pero, en la mentalidad china (que conocí), en ese país el tiempo no tiene la misma prisa que en el mundo occidental. Y el mismo periodista añade: «Pero es necesario ver cómo el mundo está en proceso de cambio, las fuerzas dominantes tradicionales van a dispersarse. Y en particular en los países emergentes». 

Las dudas de Trump y acaso del actual presidente es «América primero». Es una postura que parece sensata. Y de hecho, durante su gobierno, ha roto con diversos acuerdos de tipo internacional. Hay un gran deseo de replegarse. Pero mire usted lo que le dijeron a Trump desde el Wall Street Journal: «Si los Estados Unidos se aislaran realmente del mundo entero como lo desea una parte de la población —sobre todo los trabajadores—, las consecuencias serían terribles». Esto lo firma un especialista formado en Oxford, Richard N. Haas. Y como geopolítico, si eso ocurriera, sería un caos total.

Es curioso. Durante decenios hemos rechazado a fondo el imperialismo americano. Y ahora nos encontramos con la posibilidad del fin de una hiperpotencia y sus consecuencias. Algunos dicen que los Estados Unidos tienen una influencia en el equilibrio de las grandes potencias, pero hoy limitada. Un profesor de la universidad de Harvard, Stephen H. Walt, sostiene que los Estados Unidos «deben estar menos en la escena continental». Pero por mi parte recuerdo una conferencia que escuché en el Instituto de Ciencias Políticas, en la calle Saint-Guillaume de mi juventud, en París: toda potencia que se echa a las espaldas la marcha de lo geopolítico termina por empobrecerse. Y lo comprendí inmediatamente. ¿No se arruinó el Imperio español de los Habsburgo? ¿Y no lo asume Inglaterra en el siglo XIX hasta que deja ese rol, al finalizar la I Guerra Mundial? Y hoy, ¿USA se repliega?

China no se va a ocupar de esa carga. Entonces, ¿vamos a vivir en un mundo a la vez moderno por las comunicaciones pero primitivo, con centenares de naciones sin reglas universales? Tiempo entonces de la delincuencia transcontinental, mafias multinacionales. ¿Un nuevo orden mundial? Lo que se viene quizá sea lo que se llama el soft power. Influencias pero sin presiones, mientras el liderazgo americano se esfuma. ¿Vendrán otros? Alguien dice que lo que se puede federar no son las naciones unidas sino las ciudades urbanas. Puede que sea así. Los cambios climáticos nos van a llevar a países con paraguas. Quizá yo no lo vea pero usted sí, amable lector. Las dudas que tengo me evitan no solo vaticinios sino profecías. Recuerdo que al final del siglo XX hubo pronósticos como cancha. Hoy, los tengo en un estante, y me echo a reír, por no llorar. Nada más resbaladizo que el qué vendrá.

Hugo Neira
22 de agosto del 2021

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