Berit Knudsen

¡A luchar por la justicia!

¿Dónde están los héroes de la patria? ¿Qué pasó con los valores?

¡A luchar por la justicia!
Berit Knudsen
31 de agosto del 2022


El problema de nuestra sociedad no es solo político ni se resolverá con fórmulas legales, ya que en sus raíces existen causas culturales y morales. Es una ausencia de valores ligada a una crisis de identidad, ante la fragilidad e inestabilidad de la conciencia colectiva nacional. Un problema que va más allá de nuestras fronteras; y aunque nuestra problemática tenga particularidades latinoamericanas, sus fundamentos son también globales.

El pensamiento moderno –con el racionalismo, empirismo, idealismo, positivismo, materialismo dialéctico, pragmatismo y tantas otras corrientes– cultivaba valores colectivos como el servicio, la tolerancia, el respeto, la amistad, la cooperación, el trabajo en equipo, el sentido de justicia y la solidaridad; y también valores humanos como el amor, la bondad y el apego a la verdad, el contacto con la realidad, los compromisos morales, el “poder de uno” convertido en revolución para alterar el panorama de antivalores.

La posmodernidad, de mediados del siglo XX, se centra en la emancipación de la sociedad ante el fracaso de las formas tradicionales. Rechaza el pensamiento moderno por su planteamiento dualista (blanco o negro) que excluye las perspectivas del pluralismo y la diversidad. Se revela contra el pensamiento totalitario y plantea reformular los argumentos del modernismo con nuevos paradigmas. Mientras el modernismo se centra en el “poder de uno”, la posmodernidad busca el “poder de los otros”, cuestionando todo, los textos históricos, literarios, la falta de objetividad inherente a la intención del autor, sus prejuicios y sus sesgos culturales; pero atribuye valores al lenguaje como medio para crear y modelar una realidad a la que no tenemos acceso sino solo a una visión con errores interpretativos.

Ray Bradbury, en su novela distópica Fahrenheit 451 (1951), dice: “…se acelera el movimiento. Libros, más breves, condensados boletines, tabloides... Todo se reduce a la anécdota, al final brusco. Los clásicos reducidos a una emisión radiofónica de 15 minutos. Después, vueltas a reducir para llenar una lectura de dos minutos. Por fin convertidos en un resumen de diccionario…” Bradbury se aproximó al presente, sin imaginar la internet, las redes sociales o los tuits de 280 caracteres, porque esa realidad postmoderna vino cargada de nuevas tecnologías, transformando las formas culturales y valores adoptados. 

Hoy surge el metamodernismo que busca entender el desarrollo exponencial de las tecnologías, “más allá” de las corrientes anteriores, como un “péndulo que oscila entre innumerables polos” para describir la simultaneidad entre el modernismo y la posmodernidad. No busca ignorar, discutir o negar estas corrientes, surge como una crítica a la posición negativa de la posmodernidad, proponiendo “estructuras de sentimientos”. Más que un movimiento filosófico es una respuesta cultural e intelectual a los acontecimientos globales: cambio climático, crisis financiera, inestabilidad política y la revolución digital, desde la perspectiva del regreso a la sensibilidad. Kim Levin dice que esta oscilación: "es dubitativa, como la esperanza y melancolía, sinceridad e ironía, lo que afecta y la apatía, lo personal o político, ciencia y tecnología.” Luke Turner propone poner fin a "la inercia que resulta de un siglo de ingenuidad ideológica modernista y la falsedad cínica de su antónimo hijo bastardo."

En la coyuntura actual, estamos atrapados por tendencias globales con pensamientos e ideologías importadas que “agudizan las contradicciones”, bajo la bandera de la inclusión; pero nos afecta en forma particular esa “epidemia de corrupción mundial” a la que debemos sumar la ignorancia y la ausencia de valores. Esas son algunas de las consecuencias de los movimientos Postmodernos en esa búsqueda de negación o transformación de la realidad. 

Con una visión metamodernista podríamos encontrar ironía en los ingredientes actuales de los superhéroes de 1930. Clack Kent, joven estudiante, luego periodista informado sobre los peligros latentes de la ciudad de Metrópolis, era Superman. Venía del desaparecido planeta Kriptón y la misión del joven huérfano con superpoderes era defender a nuestro planeta contra la delincuencia y la corrupción. Con una vida familiar armoniosa, protegía y respetaba a sus padres adoptivos, buen estudiante, pero no era perfecto, su intolerancia a la kriptonita lo debilitaba. 

Ahora bien, intentemos analizar los nuevos argumentos del mismo personaje desde la perspectiva del péndulo que oscila entre los múltiples polos del metamodernismo. Recientemente reaparece Jonathan Kent, hijo de Clark y Luisa Lane quien continúa la labor de su padre; pero se declara "bisexual" con su pareja Jay Nakamura, en el capítulo "Jon Kent encuentra su identidad". No es una crítica al movimiento LGBTIQ+, muy por el contrario: es una crítica a la pobreza en los aportes, contenidos y valores de los movimientos posmodernos. Robin, el joven maravilla, siempre tuvo una tendencia “bisexual” y a nadie le llamó la atención que “saliera del closet”. Pero ¿qué más?

Las protagonistas de “Sex and the City”, han envejecido y tres de ellas siguen unidas, cultivando su amistad en medio de su frivolidad; pero en el relanzamiento una de ellas se declara gay. Todo ok. Pero ¿qué más? Peter Dinklage, afectado por la acondroplasia (estatura debajo de 1.40 metros), critica la nueva versión de Blancanieves pidiendo un giro más progresista para los enanitos. Suponemos que quisiera incorporar nuevos atributos a estos laboriosos personajes con personalidades propias. Pero ¿qué más? ¿Así resuelven los problemas del mundo? La lista es interminable.

Regresando a nuestra crisis institucional, sabemos que en el Perú se hace justicia y los presidentes corruptos van presos. ¿Pero realmente todos los presidentes deben terminar en la cárcel? ¿De verdad? Si esa es la constante de los últimos 30 años, algo anda mal o todo está muy mal. Pero a la corrupción y la incompetencia se suma la inoperancia del Legislativo, obligándonos a depositar nuestras últimas esperanzas y el futuro del país en manos de la Fiscalía de la Nación y el Sistema Judicial. 

En esta dramática coyuntura, el Congreso parece estar perdido en esa agenda inclusiva de doble moral, mientras seguimos padeciendo el peor gobierno de la historia republicana. Antes que el debate sobre la “unión civil”; exigimos hacer cumplir la Ley 30364 para combatir la Violencia contra la mujer; eso es lo que la ciudadanía quiere oír. Pero no escuchan. Si los partidos políticos seleccionaron a sus mejores exponentes como candidatos para ser elegidos por voto popular y el Congreso es una muestra representativa de la población; queda demostrado el triste nivel de estos partidos, de la educación, la ausencia de principios, valores y amor al país.

El primer ministro Aníbal Torres, en medio de sus ataques a la Fiscalía y a la Junta Nacional de Justicia manifestó: “¿Qué están haciendo? Nada. ¿A cambio de qué les pagamos esos suculentos sueldos?”. Esa es la misma pregunta que queremos hacer extensiva a todo el Ejecutivo y Legislativo: ¿Qué están haciendo con el Perú? Mientras tanto, no podemos abandonar la lucha en busca de la justicia.

Berit Knudsen
31 de agosto del 2022

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