Eduardo Zapata
2 y 2 = ¿22?
La importancia del pensamiento visual o sensorial
Años, muchos años atrás, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Rudolph Arnheim —con trabajo de observación, experimentación y empiria social— había hablado ya de la existencia de otro tipo de pensamiento distinto de aquel llamado “pensamiento intelectual”, en El pensamiento visual, un libro ya clásico y casi obligatorio referente académico.
Partiendo de que pensar es toda operación abstracta conducente a la solución de una situación-problema, y ante la comprobación de que no todos los problemas se resuelvan por vías lingüísticas y matemáticas, Arnheim y sus seguidores introdujeron el concepto de pensamiento visual. Sensorial, diríamos nosotros. Un artista no soluciona los problemas derivados del enfrentamiento con el lienzo vacío y su inspiración, con pensamiento intelectual, por ejemplo. Un joven tampoco debe resolver un problema de geometría acudiendo a la repetición mecánica de formas. Un músico no soluciona los problemas que ocasiona la composición de una sinfonía sino ejercitando un pensamiento muy distinto a aquel llamado intelectual.
Ciertamente, la sola idea de otro tipo de pensamiento, ajeno al de la racionalidad intelectual propia de la escribalidad, ocasionó que la escribalidad oficial ignorase estos descubrimientos del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Y la escuela, fiel instrumento de la escribalidad hasta nuestros días, creó bonitas frases, como “educación por el arte”. Se ocultaba así la profundidad de la propuesta de Arnheim y del mismísimo Gyorgy Kepes. Nuevamente la palabra arte, finalmente y como antaño, en oposición al pensamiento.
Einstein, en una carta a su amigo Jacques Hadamard, lo había reconocido. Decía él que los aspectos más creadores de su teoría intelectual los encontraba más en impresiones visuales e incluso táctiles, que solo luego verbalizaba o numeralizaba. El brillante físico Hawkins, aun cuando no lo haya expresado explícitamente, es una muestra más de un pensamiento distinto a aquel que cultivamos en la escuela unilateralmente. Pero los atavismos pueden más, a veces, que sus principales cultores. Y estas expresiones sígnicas son ignoradas por la escuela, que persiste en sus números y palabras.
Todos convenimos en la necesidad de mejorar las competencias y habilidades de nuestros estudiantes para la comprensión lectora. Señalemos al paso que es necesario revisar la propuesta actual de la escuela, que es desalfabetizadora y sabe más de connotación que de precisa denotación. Pero es indispensable no reducir la condición humana al llamado pensamiento intelectual. ¿Cómo, si no, atender inteligencias múltiples, afecto y gozo de la experiencia estética?
Eduardo E. Zapata Saldaña
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